A veces la bruma que deja el paso de tiempo trata de borrarnos los recuerdos. Además de la tristeza de su pérdida, el fallecimiento de Félix Palomo, ha activado el botón de la memoria de un pasado muy reciente que la velocidad trepidante del mundo ... en que vivimos va cubriendo de olvido. No quiero que la nostalgia oculte esos momentos en los que Félix Palomo ocupó un lugar relevante en nuestra historia riojana. El dio voz y alma en Radio Rioja al personaje de «Juan Logroñés» llevando a las ondas el sentir de la calle. Su denuncia de la subida del precio del pan puede hoy hacernos sonreír pero, con una inflación desbocada y con bajos salarios, los artículos de primera necesidad garantizaban la subsistencia. Este es un ejemplo igual que su insistencia en la necesidad de mejorar la N-232 y aquellas penosas carreteras que obligaban a realizar rodeos para llegar al destino por las de Navarra en mejores condiciones. Así logró Félix hacer grande lo cotidiano, algo tan novedoso entonces como la democracia que estaba naciendo. Pero él no es hijo de la Transición sino parte activa de ella.

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En 1977 integró la lista de «Rioja Democrática», una candidatura unitaria de fuerzas progresistas, junto a Miguel Boyer Salvador y Lucio Parra Maestu, líder del naciente sindicalismo agrario riojano. Salió elegido Félix y siempre se le recordaría por haber superado en votos al que sería superministro de economía del primer gobierno socialista de Felipe González. De aquello hicimos muchas bromas a Félix.

A quienes cuestionan los aciertos de la Transición hay que recordarles que para dejar atrás aquellos tiempos oscuros no hubo manual de instrucciones. El deseo de cambio generó ríos de ilusión gracias al hambre de libertad y de igualdad que se respiraba. Esta necesidad de materializar la democracia fue el compromiso de Félix con la política, con su tierra y con su país. Hoy que la política es ruido y bronca, muchas veces carente de sentido, figuras como la de Félix Palomo en la presidencia del Parlamento de La Rioja se hacen más grandes en la despedida. La firmeza en las convicciones no está reñida con las buenas maneras que Félix practicó siempre, aunque a veces los más jóvenes no lo entendiéramos. Queda ahí su lección porque fue útil para los riojanos. Sus convicciones brotaban de manantial sereno, como diría Machado, porque Félix Palomo «más que un hombre al uso que sabe su doctrina», fue «en el buen sentido de la palabra, bueno». No encuentro mejor elogio para ese hombre firme en su defensa de la libertad, la igualdad y la justicia pero de amable sonrisa y tranquilas maneras. De todo corazón: ¡hasta siempre, Félix!

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