Felipe VI recorre Yuso en su primera visita como rey a San Millán

Acompañado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el prior del monasterio, Pedro Merino, ha podido contemplar un fácsimil que recoge una reproducción de la primeras palabras escritas en castellano, las glosas emilianenses, y cuyo original se conserva en la Real Academia de Historia.

Felipe VI es el presidente de honor de la Fundación San Millán de la Cogolla, cuya sede está en el monasterio de Yuso, y que ya visitó, por ejemplo, en 2008, cuando pudo ver la biblioteca, en la que se guardan numerosos códices medievales.

Yuso fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1997, junto al monasterio de Suso, también de San Millán, por albergar las primeras palabras escritas en lengua romance y en euskera que se conservan, datadas a finales del siglo X.

A su llegada al monasterio, don Felipe ha recibido el cariño de algunos vecinos del pueblo de San Millán de la Cogolla, que le han arropado con un «viva el rey» cuando descendía del vehículo.

Tras la foto de familia ante la portada barroca del monasterio, los presidentes autonómicos, Sánchez y la presidenta del Senado, Pilar Llop, han posado junto al rey en la base de la escalera real, uno de los elementos arquitectónicos más destacados de este monasterio, por la que se accede tanto a las dependencias monásticas como al Salón de los Reyes y al refectorio mayor, donde se celebra la Conferencia de Presidentes.

En esta escalera se ha repetido la foto que, en 1992, se hicieron todos los presidentes autonómicos con los reyes en ese momento, don Juan Carlos y doña Sofía, en un encuentro con motivo de un homenaje a las lenguas del Estado.

Antes de abandonar el monasterio, el rey se ha asomado al patio del convento, donde se ha instalado el centro de prensa y trabajan más de 150 de periodistas e informadores gráficos acreditados para cubrir la Conferencia de Presidentes.

Durante la jornada, los dirigentes autonómicos y miembros del Gobierno central debatirán en el mismo emplazamiento utilizado como comedor durante siglos por monjes benedictinos y agustinos, aunque entonces lo hacían prácticamente en silencio y con oraciones como fondo.