La familia Ugueto también apunta a la abuela fallecida como responsable del crimen

El primero en declarar ha sido el más pequeño de los tres hijos de Febles, 16 años más joven que Adriana y que en el momento de los hechos vivía y estudiaba en Madrid. Con similar frialdad a la de su hermana habló de su madre y de su sobrina sin atisbo de emoción. «Aquel fin de semana no iba a ir a Haro, pero mi madre insistió mucho. Estaba más nerviosa de lo normal«, aunque le dijo que todo estaba bien. Recuerda haber cenado en la noche del sábado con su madre, su hermana Adriana y su sobrina Carolina y haber visto una película antes de ir a dormir. Ha asegurado que compartía habitación con su hermana y su sobrina (su otra hermana declaró que no era así) «No sé como no me desperté cuando se levantaron y se marcharon», ha dicho. «Me levanté a las 7.30 horas porque el perro ladraba. La casa estaba vacía», ha explicado antes de apuntar que la triple ausencia le pareció muy extraña, por lo que avisó a su padre (que vive en Madrid) a su otra hermana y a la Guardia Civil. «Sus teléfonos salían apagados o no contestaban», ha declarado.

Ya por la tarde, después de todo el día buscando algún rastro que pudiera revelar su paradero y cuando tenía previsto regresar a Madrid a las 19 horas (su hermana declaró que tenían previsto ir juntos el lunes de madrugada) regresó al cuartel de la Guardia Civil a poner una denuncia por desaparición (que no se cursó) y que allí se cruzó, sin hablar, con el padre de Carolina, su excuñado.

En esos momentos, ha dicho, pensó que «no tenía sentido nada de lo que estaba pasando» y que cuando leyó las cartas de despedida pensó que «algo malo había pasado y que estaba organizado por mi madre. Me imaginé que mi madre iba a hacer una locura. La gente no desaparece sin avisar. Por eso pensé que era algo malo».

Tras él, la otra hermana de Adriana ha sido la única que se ha emocionado durante su declaración mientras leía una de las cartas que dejó escrita su madre para ella. Durante su interrogatorio, ha asegurado que Adriana nunca le trasladó ideas suicidas y que inicialmente no le dio mucha importancia a la desaparición de las tres: «A mi madre muchas veces le daba la venada y se iba a desayunar a Logroño, a Vitoria, a San Sebastián...», ha dicho antes de describirla como una persona manipuladora que tenía bajo su control a Adriana: «Mi hermana no era capaz de tomar decisiones. Era manipulada por mi madre. Cuando se fue mi marido a Irak me la llevé para que pudiera pensar por sí misma y no por medio de mi madre», ha dicho ante el juez.

Con una memoria selectiva (sí recordó haber denunciado al padre de Carolina por el dinero del pago del funeral; no que le envió un burofax tres días después de la muerte de la niña para que pusiera el piso que tenía con Adriana a la venta) ha asegurado que el padre de Carolina no trataba bien a la menor y ha insistido en que no vio las cartas de despedida, que aquel lunes viajó a Madrid a una cita médica y que se enteró por los medios de comunicación.

El padre de Adriana, al que el transcurso del tiempo no le dejó recordar buena parte de lo sucedido, también aseguró que se enteró por la prensa de lo acontecido. Sí tuvo claro desde el primer momento dónde estaba su mujer. «Con todo lo sucedido y la ubicación del hotel, lo más lógico es que se lanzara al Ebro. Así se lo dije a la Policía Nacional», ha apuntado. «Sí que negó, en todo caso, haber declarado que el crimen lo prepararon su mujer y su hija. «Nunca pensé que esto iba a suceder», ha completado.