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M. J. GONZÁLEZ
LOGROÑO.
Martes, 5 de junio 2018, 22:39
Basilio Ramírez Pascual (Albelda de Iregua, 1967) confiesa que se lo ha pasado «muy bien» escribiendo su decimocuarto libro, 'Desafíos de la Empresa Familiar; la fina línea entre el éxito y la destrucción', que esta tarde presenta, en Madrid, en la Fundación para la Investigación sobre el Derecho y la Empresa (FIDE).
-Lleva 30 años asesorando a las empresas familiares. Habrá visto de todo...
-En efecto: discusiones familiares, problemas de sucesión, problemas impositivos derivados de la sucesión... Durante años resultaba imposible heredar por su alto coste económico y, de hecho, un alto porcentaje de empresas familiares desapareció. Por eso nació un régimen especial para que esto no ocurriera, pero ahora, en un momento en el que las primeras generaciones se están jubilando, nos encontramos con que las normas sobre las bonificaciones tienen diferentes interpretaciones según los territorios y el batiburrillo está montado.
-¿Es necesaria entonces una regulación más acorde con las necesidades de la empresa familiar?
-Sin ninguna duda. Echo muchísimo de menos un régimen con mucha más seguridad jurídica. Se debería establecer un quórum sobre las posibilidades normativas que tiene cada comunidad autónoma o regular los impuestos de Sucesiones y Donaciones, y el de Patrimonio desde el Estado. Porque el problema en sí no son las normas de cada territorio. El problema es la interpretación que se hace de esas normas en cada sitio, con lo cual el desastre está servido. Además es necesario modernizar otros impuestos: el de Actividades Económicas, que está en la edad de piedra, el de Actos Jurídicos Documentados y, también, el IVA y el Impuesto de Sociedades en relación a las operaciones internacionales que cada vez son más importantes.
-¿Esta inseguridad jurídica es específica de España o también se da en otros países europeos?
-Digamos que sí. España tiene esta idiosincrasia en relación a sus comunidades autónomas, a lo que hay que sumar la inestabilidad política que impide centrarse en lo que hay que hacer. Así se van dando tumbos y bandazos porque la modernización del sistema fiscal requiere dedicarse a ella. Y llevamos un montón de tiempo con esta inestabilidad política sin tener novedades fiscales. Los asesores estamos acostumbrados a estudiar leyes nuevas, pero no las hay. No hay suficiente mayoría para aprobar modificaciones.
-Tras 30 años de experiencia en la empresa familiar. ¿Se ha ido adaptando a los cambios?
-En general, la evolución es muy buena. Los empresarios se van volviendo más profesionales, aplicando criterios profesionales por encima de los personales. Y, cuando no se consigue, a veces, hay que buscar un tercero que tire de la organización, mientras la familia se retira. El problema añadido es que a las empresas familiares, como al resto de las compañías, se les piden sobreesfuerzos relacionados con la normativa contra el blanqueo de capitales, de prevención penal, de protección de datos... Es decir, todo son piedras en el camino. También para los asesores. Porque, pongamos el caso de una donación de participaciones a los hijos: queremos aconsejar a nuestros clientes con total seguridad. Pero nos podemos encontrar con que haya una interpretación de no sé qué territorio que nos tumbe operaciones preparándose unos líos tremendos en lo que tendría que ser normal y natural.
-¿Ahí esta la fina línea entre el éxito y la desaparición?
-Ahí y en otras cosas en las que mi libro intenta dar las claves: el arbitraje y no mezclar los problemas personales con los familiares, lo que es muy complicado, porque la familia es el principal obstáculo insalvable de la empresa familiar.
-Así que su libro está dirigido expresamente a la empresa familiar.
-Así es. Casi todas las empresas de La Rioja son familiares y generan el 80% del empleo. Eso ocurre igual en el resto de España y de Europa. Sin empresa familiar no hay empresa y de ellas vivimos casi todos. Y, de hecho, la nueva empresa familiar es la del emprendedor que abre su negocio hoy, lo va ampliando y y contratando trabajadores. Dentro de 15 años, ese emprendedor tendrá una empresa familiar.
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