FAMILIA NUCLEAR
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De las paredes de la planta superior del Parlamento cuelgan estos días los lienzos premiados en su concurso de pintura. El ganador se titula 'Familia Nuclear'. Un sugerente retrato donde vemos un grupo de bañistas disfrutando de una jornada de playa, ataviados con unas inquietantes ... máscaras antigás. Imposible no reparar desde ahí arriba en las similitudes que presentan los protagonistas del cuadro con sus señorías, quienes, adoptando un punto de vista cenital, parecen también toda una familia. Con sus querellas intestinas, ceños fruncidos y sonrisas forzadas, lejanos los días (hace sólo cuatro años) en que posaban en alegre compañía, semidisueltas sus diferencias ideológicas en el altar de la corrección política. Hoy, cuando muere la legislatura, nuestros representantes disponen de sus propias máscaras antigás. Para protegerse de propios y extraños.
Protección equivale en el Parlamento a aislamiento. A situarse fuera de la realidad. O al menos fuera de La Rioja, como apuntaba la socialista Concha Andreu para afear a los bancos del Gobierno el cruel desenlace de una reciente charla de cafetería: resulta que todas los contertulios con quienes se reunió una mañana tenían a su prole lejos de casa. La familia riojana ya no nuclea como antaño. A lo cual José Ignacio Ceniceros le respondió con una curiosa pirueta: primero le leyó la contestación a la segunda de sus preguntas y luego hizo a la inversa. Un desliz comprensible en las anestesiadas estancias del Legislativo, donde (casi) nadie atiende lo que dice el otro, provistos los asistentes de sus propias e imaginarias máscaras antigás. Lo terrible de esta anécdota es que fue el propio presidente quien tuvo que avisar del gazapo a los allí presentes, a quienes les había pasado desapercibido semejante tropezón. Ocurre en las mejores familias, nucleares o no. Al cabeza de familia, la prole tiende a negarle el caso que debiera y en consecuencia se lleva una dosis de condescendencia por parte de Andreu: «No sé qué vamos a hacer con usted».
Es el trato reservado a los mayores de la casa, a quienes también se les tiende a perdonar todo, máxime cuando su mandato declina... salvo que los electores opinen otra cosa. Pecados menores, los propios que procura el citado aislamiento respecto a la realidad. Ejemplo: a Ceniceros, subir el salario mínimo como decidió Moncloa le parece ¡¡¡una mala noticia!!!, así que la incluye en el memorial de agravios a Pedro Sánchez y se queda tan pichi porque prevalece en la Cámara el guante blanco, en las antípodas del agrio debate de hace un par de semanas. Señal de que llega el buen tiempo y el fin de curso, esas vacaciones que algunos se toman por adelantado: Juan Calvo anunció ayer por los pasillos que intervenía por última vez como diputado. Adiós a todo un caballero, a quien echarán de menos sus parientes (políticos) en la Cámara. Tal vez más los ajenos que los propios. Porque ni la familia (nuclear) ya es lo que era.
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