La falta de conexiones por tren lastra la movilidad de los riojanos y les obliga a viajar por carretera

Sin embargo, si alguien se marea en las curvas o tiene miedo a conducir, ya se puede despedir de ver pronto la Concha. Tratar de llegar en tren es un suplicio malayo. Debería usted ir primero a Miranda de Ebro, esperar media hora la llegada del ferrocarril de Madrid (un media distancia sin lujos) y armarse de paciencia. Antes de llegar a Donosti, tendrá que parar un rato en Vitoria, Salvatierra, Lugazpi, Zumárraga, Beasain, Ordizia... Por fin, si no hay retrasos, a las 16.34h –tres horas y 41 minutos después de haber salido de Logroño–, entrará usted triunfalmente en la capital guipuzcoana.

Esta misma situación se repite, con salvedades, casi para cualquier destino, especialmente para los situados al oeste de la península. Los viajes a Valladolid y Salamanca, cuyas universidades acogen a buen número de estudiantes riojanos, presentan incomodidades palmarias. Para llegar a orillas del Tormes, la mejor opción ferroviaria –la única que ofrece Renfe desde Logroño– sale a las 12.53 y llega a Salamanca a las 18.06, pero hay que pasarse cincuenta minutos de espera en la estación de Miranda de Ebro, en donde hay que cambiar de Alvia. Tampoco en este caso el autobús mejora los tiempos. Para llegar a comer a Salamanca desde Logroño, la mejor opción es madrugar para montarse en el autobús de las 7.30 horas con destino a Burgos, operado por la empresa Jiménez. Al llegar la ciudad del Cid (9.30 horas) hay que bajarse y esperar una hora para coger el autocar, en este caso de la firma Alsa, que hace el servicio Burgos-Salamanca, a cuya estación arribará, si no hay contratiempos, a las 14.00 horas.

Valladolid está mucho más cerca de la capital riojana (253 kilómetros), pero las comunicaciones no son mejores. Hay un autobús de Alsa casi directo, con paradas en Burgos y Palencia, que cubre el recorrido en cuatro horas: sale de Logroño a las 15.20 y llega a la capital castellana a las 19.25. Renfe, por su parte, ofrece un solo servicio que también obliga –como en el caso de Salamanca– a cambiar de tren en Miranda de Ebro y a esperar una hora en aquella estación. Ante un panorama semejante, el coche particular (compartido o en solitario) es una opción imbatible cuando uno se plantea viajar a cualquier ciudad de Castilla y León. En automóvil, llegar a Valladolid solo cuesta dos horas y media, la mitad que en ferrocarril o en autobús.

El tren hacia Bilbao, Burgos, Valladolid o Salamanca es, en realidad, el mismo: un Alvia que sale de Barcelona a las ocho de la mañana y llega Miranda de Ebro a las 13.51. Solo para un minuto en Logroño y otro en Haro. Ya en el nudo ferroviario burgalés, uno debe cambiar de tren si quiere viajar hacia el oeste o permancer en él si lo que desea es acabar en la estación bilbaína de Abando.