El 10 de noviembre del 2017 Belén Mendaza entró en quirófano. Así lo refleja su cuaderno de bitácora, un librito que estrenó para recoger todas las incidencias de esta aventura -especialmente las sensaciones- porque no quería olvidar ninguno de los detalles que iba a vivir. ... Belén anotó el peso que tan bien conocía: 109 kilos. El jueves pasado volvió a releer sus anotaciones porque tenía una cita de calado: contar al público que se acercó hasta el centro cultural Ibercaja su cambio de vida. Y lo hizo con el mismo ánimo e ilusión con los que catorce meses antes había entrado en quirófano... Hoy pesa 60 kilos y en este tiempo ha dejado en el camino 49 kilos.
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«Yo era una obesa saludable», sonríe Belén. «Siempre había tenido formas y épocas en las que mi peso no era exagerado, pero excusas como los hijos, la vida sedentaria y el buen comer que siempre me ha gustado me hicieron ir cogiendo de año en año, un kilo, dos, cinco... cada vez más», rememora.
Ella tomó la decisión por una simple cuestión de salud. «Yo notaba que el corazón me iba a mil con cualquier esfuerzo que intentaba hacer. Ya no disfrutaba de las excursiones ni de muchas otras cosas», comenta, porque Belén siempre ha sido una persona inquieta, a la que le ha atraído hacer muchas cosas. «Sí que es cierto que había veces que en las excursiones no podía subir hasta la cima del monte; iban los demás y yo me quedaba rezagada. Y hoy es el día que subimos, voy la primera, dando conversación y llego muy bien».
Cuando Belén dio el paso, muy contenta y animada, sólo uno de sus tres hijos dejó caer un comentario: «Me dijo que por qué no hacía dieta como todo el mundo. Le respondí: 'mira cariño, llevo toda la vida haciendo dietas, llevándome decepciones y no quiero otra batalla perdida'». No hubo más comentarios y sí todo el apoyo de ellos y de su marido. «Ahora la gente me comenta que qué contento estará mi marido. Y tengo que remarcar que jamás, ni cuando pesaba 70 ni 100, él nunca me hizo un comentario contrario. Jamás».
Belén se operó. «Me pesaba todos los días y cada día era un kilo menos. En la primera semana lo perdí todo. Ahora estoy en 60». «Quise escribir un cuaderno de bitácora, sobre todo para reflejar la parte emocional. Estaba muy animada. He estado releyendo y he recordado que a los 11 días sentí la necesidad de comer ¡jamón york y queso fresco! ¡Fíjate! Dos días más tarde escribí que ya no había vuelto a tener necesidad».
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Cuenta que sus hábitos de vida han cambiado bastante: «Como muy despacio y muy poco. En un bol. De todo pero muy poca cantidad». ¿Y las salidas? «Si voy a la calle Laurel, por ejemplo, me ceno dos pinchos. Pero del champi, me como uno y la gamba y el otro se lo doy a mi marido».
Hay otra fecha importante en el recorrido de esta mujer. El 8 de enero del 2018 empezó con el deporte. «Antes hacía deporte, pero con tanto peso me daba miedo, por ejemplo, ir a la piscina porque casi no podía girar el cuello», sonríe al recordarlo. «Ahora puedo hacer deporte porque físicamente me he quitado una mochila importante. ¿Qué hago? Bailar, piscina, ejercicio... no me da tiempo».
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Y como colofón una expresiva frase: «¡Qué fácil me resulta la vida ahora!».
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