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Con apenas 23 años, Mariama Sylla dejó su República de Guinea natal, país conocido habitualmente como Guinea Conakri, para emprender viaje a España en busca ... de un futuro mejor. Cruzó Senegal y después Marruecos para llegar «en patera» y entrar en la Península Ibérica. No ha tenido una vida fácil porque se tuvo que casar a los 14 años –con un hombre de 49–, fue madre con 16 y el día en el que nació su segundo hijo fallecía su marido. «Quería dejar mi país», reconoce ahora con una sonrisa liberadora. Y ha encontrado en Logroño, donde llegó justo antes de la pandemia –estuvo un año viviendo en diferentes poblaciones de Andalucía–, «la estabilidad y la tranquilidad que buscaba y que necesitaba mi familia».
Y desde hace un mes está feliz en el establecimiento que regenta en la calle Pérez Galdós, «la primera tienda africana de esta zona» como ella la denomina y que lleva el nombre de su hija Kadia, la mediana –tiene un tercero, de tres añitos, con su actual pareja–. «Hago trenzas, también tengo productos de belleza, de ropa, complementos... Estoy muy contenta, la gente entra mucho a preguntar porque les llama la curiosidad», relata desde detrás del mostrador. Confía también en que esa afluencia de clientas, principalmente, se traduzca en ventas e ingresos «para tirar hacia adelante, para seguir trabajando, para dar la mejor vida a la familia, a mis hijos».
Su nueva vida comenzó gracias a la condición de asilo y a la asociación Rioja Acoge, que fomenta el proceso de integración entre la población autóctona y extranjera hacia una sociedad más inclusiva y diversa para promover una convivencia en igualdad. «Aquí estamos encantados, los niños están muy a gusto en el colegio y yo trabajando en lo que salga», cuenta la joven Mariama Sylla que ha cuidado a una señora mayor, ha trabajado en dos etapas en un céntrico restaurante italiano de la capital riojana, también «un par de meses en la viña», en una fábrica del sector agroalimentario y en dos hoteles.
Ahora ha apostado por emprender por cuenta propia «porque en esos trabajos me tocaba hacer turnos durante los fines de semana y no podía pasar tiempo con mis hijos. Incluso tenía que buscar a alguien para que los cuidara». Eso sí, tiene claro que su disposición a trabajar «es máxima. Muchos extranjeros estamos acostumbrados desde bien pequeños a esforzarnos para conseguir las cosas». Que se lo pregunten a esta joven guineana que ya no quiere volver a su país.
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