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Medio mundo se muere de hambre mientras la otra parte del globo terráqueo desperdicia casi un tercio de lo que consume. Una cruel paradoja que no hace mas que sacar a la luz la enorme problemática en torno al despilfarro alimentario que se vive en el Primer Mundo. En España, en concreto, se desperdiciaron más de 1.300 millones de kilos de alimentos durante el 2020, según los últimos datos del Informe del Desperdicio Alimentario que elabora anualmente el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Este enorme reto que sufre la sociedad en la actualidad debe combatirse desde dentro. Y es que, aunque parezca que gran parte de los alimentos terminan en la basura durante la cadena de suministro, la realidad es que el mayor porcentaje de desperdicio alimentario está provocado por el consumidor final.
Prueba de ello es que en la Unión Europea se calcula que los hogares, los servicios de restauración y minoristas son responsables del 70% del desecho de la comida, mientras que los sectores de producción y procesamiento de alimentos contribuyen con el 30% restante. Pero no toda la comida se tira por igual. Las tasas más altas de desperdicio se sitúan en el 50% de los tubérculos, frutas y hortalizas; el 35% para pescado; el 30% para cereales y 20% para semillas oleaginosas, carne y productos lácteos.
Teniendo en cuenta que la mayoría del desperdicio de la comida se produce dentro de los hogares, el consumidor final se convierte en el eslabón más importante de la cadena a la hora de erradicar dicha problemática, ya que en la actualidad se tira una media de 31 kilos por persona en España, lo que supone una pérdida de 250 euros por habitante.
Pero, como consumidores, ¿cómo podemos evitar que una gran cantidad de los alimentos que tenemos en la nevera acaben en la basura? Lo primero que hay que tener es conciencia del problema y adquirir una serie de prácticas con las que reducir dicho despilfarro.
Planificar las comidas puede ser una de las medidas a tener cuenta. El consumidor debe comprar lo que necesite ajustando la cantidad de raciones preparadas al número de comensales, así como elaborar una lista a la hora de hacer la compra en el supermercado. Así se podrá evitar que ciertos alimentos caduquen o se pudran antes de su ingesta.
Además, y para evitar que esto ocurra, se aconseja almacenar correctamente los alimentos en la nevera colocando las frutas climatéricas como manzanas o peras alejadas de las no climatéricas como uvas, fresas o cerezas, ya que si se mezclan se acelera su descomposición.
Una buena práctica con que evitar el desperdicio es la de conservar en el congelador los alimentos que puedan consumirse más adelante. Cabe recordar que no todos los productos son aptos para congelar. Algunos son los huevos, los quesos, las tartas y pasteles caseros, pasta y arroces cocinados, patatas cocidas y recetas que contengan mayonesa, nata o salsas emulsionadas.
Otra alternativa con la que controlar el derroche es la de dar una segunda vida a los alimentos, bien sean mediante recetas de aprovechamiento como cocidos o croquetas o con la donación de los excedentes a entidades sociales como el Banco de Alimentos. Por último, es muy importante que el consumidor sepa interpretar el etiquetado del producto que va a adquirir. Hay que conocer la diferencia entre la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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