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Un teléfono móvil de mil euros era, hasta hace poco más que un año, una locura. Ya no lo es: uno puede ya llevar en el bolsillo un dispositivo de ese precio. Será un dispositivo de lujo, obviamente: pero lo será porque dice que lo ... es. Porque, sí, tendrá más prestaciones que la mayoría de los teléfonos, al menos durante unos meses, pero por un precio que en modo alguno justifica esas innovaciones.
Así es el iPhoneX: en manos de Apple, parece un intento por volver a posicionar su marca en un segmento superior, por volver a asegurar que tener un iPhone en el bolsillo es un «algo más». Aunque ese «algo más» sea intangible. Un aumento de precio tan grande de una generación a otra no se puede justificar por un salto tecnológico tan grande. «Hablamos de un alza del 40% para el modelo más caro, eso no puede estar relacionado con la investigación y el desarrollo. Hay una falta de correlación entre el precio y el aporte de nuevas funciones», juzga Stéphane Dubreuil, presidente de Stallych Consulting, en declaraciones a Efe.
Según un estudio de la consultora GFK, el precio medio de un teléfono inteligente nuevo se sitúa ahora en 278 euros. Y ha ido subiendo en los últimos años: el 7% en el último año, aseguran. Así, las marcas que quieren posicionarse en el segmento del lujo alzan la apuesta, buscando la complicidad de una clientela que quiera pagar (aunque sea a plazos) por una sensación de lujo y ostentación. La cuestión es saber si realmente los consumidores creerán que mece la pena.
Porque la realidad es innegable: un teléfono de gama media-alta (de entre 250 y 300 euros) satisface de manera más que sobrada las necesidades de prácticamente todos los usuarios. Las diferencias a partir de ese nivel de precios son insustanciales, o al menos no guardan proporcionalidad con el dinero. Y además, la propia dinámica del sector hace que esa innovación que ahora aparece en un 'supersmartphone' esté en meses también en el resto de los aparatos de gama media.
La cuestión parece, por tanto, un esfuerzo de marketing. Per también una estrategia de mercado. Apple ha perdido porcentaje de la tarta de los smartphones últimamente, como era de esperar, pero lo ha hecho mientras a la vez aumentaba su rentabilidad. Es decir, vende menos teléfonos, pero a la vez gana más dinero por cada aparato que vende. La cuestión es hasta dónde puede estirar la goma: se calcula ya que la marca de la manzana mordida tiene un margen comercial del 50%, es decir, que a cada teléfono le saca el doble del costo que tiene producirlo y comercializarlo.
La apuesta por el teléfono de más de 1.000 euros (algún modelo de Samsung ya pisa el mismo segmento) está lanzada. El tiempo dirá si el consumidor la acepta.
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