El pasado 14 de agosto, el mismo día de su cumpleaños, el Boletín Oficial del Estado publicaba su jubilación forzosa. El anuncio estaba el primero de entre los pocos que aparecen el mes en el que país se para. Ese día, Ignacio Espinosa, (Cenicero, 1952) ... cumplía 72 años, 46 de ellos dedicados a impartir justicia. Como juez lo ha sido casi todo, instructor, de menores, presidente de la sala de lo Social, presidente del Tribunal Superior de Justicia de La Rioja (2002-2017)... y de no ser por el bloqueo de más de un lustro en la renovación del Consejo General del Poder Judicial, también habría sido vocal del órgano de Gobierno de los jueces. Ha impartido charlas en medio mundo, desde Panamá hasta Polonia, pasando por Perú, y ha tenido hasta diecisiete destinos. Una trayectoria de vértigo a la que ahora pone punto y aparte para iniciar una nueva etapa en su vida, la de la jubilación. Desde que empezó con 25 años –fue de los más precoces– ha cambiado mucho la profesión, pero, sobre todo, la incorporación paulatina de la mujer. En las últimas promociones representan el 70% y antes su presencia era prácticamente simbólica. También ha cambiado la especialización, familia, violencia, instrucción..., antes era «yo me lo guiso yo me lo como», relata.
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– ¿Tengo que felicitarle o le gustaría haber seguido?
–Las dos cosas. Si hubiera habido otra prórroga la habría pedido. ¿Qué es lo que voy a hacer? Le he echado el ojo a tres o cuatro obras de construcción para ir allí a ver y sacar faltas mientas ando con los brazos atrás, como de pensador (bromea).
– Y aparte de obras, ¿ahora qué?
– Mientras el cuerpo aguante voy a hacer como si todos los días fueran sábado o domingo, es decir, un poco de ejercicio en casa y luego andar tres o cuatro horas, tomarme unos vinos con los amigos y ya está. Por la tarde, antes hacía sentencias y ahora leeré y veré Netflix, Disney y los canales que tienen mis nietos y así mataré el tiempo. Pero mientras pueda haré deporte, que en mi caso se reduce a andar porque estoy operado de las dos caderas y de una rodilla. Le cuento una anécdota: en un encierro me pilló una vaca y cuando acabó me llevaron al asilo. Pensé ¡qué mayor me veo ya! Me pusieron una bolsa de hielo y al final me atendió el médico y me dijo: Nacho esto es de la pila. ¿Qué pila? pensará que llevo un marcapasos, y me dijo, de la pila de años que tienes. ¿Qué haces corriendo el encierro? Pues es verdad. Pensaba que estaba en plena forma, pero la vaca no tenía la misma idea.
– Al hilo de los encierros, se va en un momento un poco convulso para la Justicia y usted lo ve ahora desde la barrera.
– Sí, sí, que el Consejo haya estado en funciones cinco años y medio... Ahora mismo, tenemos diez vocales propuestos por el PSOE y otros diez por el PP y es imposible que se pongan de acuerdo para poner un presidente. Por cierto, hay una plataforma de la que formo parte para pedir que la Presidencia la ocupe una mujer porque desde el año 80 hasta el 24 todo han sido varones.
– Si el CGPJ se hubiera renovado en tiempo usted sería vocal ¿Le queda esa espinita?
– Sí y no. Cuando me presenté por Jueces para la Democracia me quedaban seis años para jubilarme y te nombran para cinco, y cuando vi que no se arreglaba presenté una renuncia al Congreso y al Senado. Una vez que ves que no te van a nombrar lo aceptas. Llegué a tener un piso alquilado en Madrid con otros dos compañeros, una que está en el Consejo, y otra que está en el Constitucional. Pagamos 1.000 euros cada uno como fianza, 1.000 euros que perdí, fíjate si era inmediato, estaba con la maleta hecha. Lo de la espinita, no, y eso que soy Espinosa (ríe).
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– ¿Qué le queda por hacer?
– Cuidar nietos, que tengo seis.
– Ha sido candidato a casi todo.
– Sí.
– Pero al final, por una cosa o por otra, se ha torcido.
– En el Consejo anterior, el plazo se cerraba el plazo a las ocho de la tarde y a las cinco la cadena SER, a nivel nacional, dijo que yo era uno de los que iba. Mi hijo pequeño, que entonces vivía en casa, me felicitó, mi mujer también, y a las ocho me caí de la lista.
– También se ha postulado al Supremo y al Constitucional.
– Sí, al Constitucional, tres veces. El Parlamento de La Rioja me ha propuesto pero es que me tengo que medir con gente como Cándido Conde Pumpido, que lleva 20 años en el Supremo, y con gente muy buena a nivel nacional. Yo soy finalista, pero no me importa. El Supremo lo pedí un par de veces, también llegué a la final, pero es que hay gente tan buena por ahí que te pueden ganar.
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– El ministro Oscar Puente acusó al Supremo de «extralimitarse» por no aplicar la ley de Amnistía. ¿Cómo recibe estas críticas ya desde fuera?
– Creo que lo mismo que los jueces tienen que ser muy escrupulosos respetando a los representantes políticos, es decir, al Gobierno o al Parlamento o al Senado, lo mismo, los políticos tienen que ser igual de respetuosos porque la ciudadanía ve una especie de pelea o puede inducir a desconfianza. Con la ley de Amnistía hay 20 pareceres, unos 450 implicados y judicialmente algunos jueces han aplicado la amnistía y otros no. El Supremo no, y ya se verá porque al final lo va a resolver el Constitucional.
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– Presidido por Cándido Conde Pumpido, de corte progresista y aspirante favorito del Gobierno de Pedro Sánchez ¿No cree que resta credibilidad?
– No, el Constitucional es un tribunal más. Son doce personas. El Congreso nombra a cuatro por mayoría de tres quintos, es decir, se tienen que poner de acuerdo al menos los dos partidos mayoritarios, con lo cual no es un dedazo. Cuatro el Congreso, cuatro el Senado, dos el Gobierno, que sí nombra al que le dé la gana y que considere idóneo, y dos el CGPJ, también por tres quintos. En EEUU los nombra a dedo Trump, en su época, u Obama o Biden y son vitalicios. Y nombran a un conservador o a un demócrata sabiendo que cuando lleguen temas controvertidos eso divide a la sociedad y nadie lo pone en duda. Aquí, el Tribunal Constitucional, que se ha renovado ahora con el PSOE y el PP de acuerdo y se pone en duda.
– Pero cuando hay asuntos 'atascados', como la Lomloe en este caso, cuando se renueva el Constitucional se desbloquean.
– La visión de la gente puede ser de cierta desconfianza, sí, pero es que es un juego de contrapoderes. Si tienes una mayoría conservadora saldrán determinadas leyes y al contrario. Y es el mismo Código Penal y el mismo Código Civil, pero la sensibilidad es distinta. Nadie se puede abstraer de la sociedad en la que vivimos y de pensar de determinada manera. Sí que es verdad que muchos asuntos no tenían que llegar a la Justicia, tendría que haber un pacto entre los dos partidos, PP y PSOE. Hay cosas que acaban resolviendo los jueces y eso politiza todo.
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– ¿El procés tenía que haber llegado a los tribunales?
– Se podía haber evitado. Quiero decir, el 155 se aplicó tranquilamente y parecía que aquello era lo último. Si cometen un delito es inevitable, tiene que actuar el juez y, sobre todo, el Ministerio fiscal. Pero cuando son incapaces de ponerse de acuerdo, dicen que lo resuelva el juez, cuando el juez se supone que está para otra cosa, pero es lo que tenemos.
– La interpretación de la Ley de Amnistía está causando verdaderos quebraderos de cabeza.
– Totalmente. La ley de Amnistía no se puede hacer de cualquier manera, no puede ir contra la Constitución ni el tratado de la UE. Prohibe las amnistías en caso de terrorismo y el problema es si un juez considera que es un delito de terrorismo, por ejemplo, lo que hizo Tsunami Democrático. Cortaron la carretera para ir al aeropuerto y murió un ciudadano francés de un infarto a los dos días ¿Cree que hay una relación de causa efecto? Eso de decir que ha sido culpa de esto. Hay asistencias en el propio aeropuerto, y a lo mejor ya le habían dado cuatro o cinco. Si cortar las carreteras es un delito de terrorismo, es interpretable, pero desde mi punto de vista no. Los que hemos padecido terrorismo y hemos estado amenazados y señalo ahí –lo hace desde la ventana del casino de Cenicero, con el País Vasco al otro lado del Ebro– sabemos lo que es terrorismo, con ETA que te mataba. Otra cosa es la malversación, es amnistiable salvo cuando haya un beneficio personal para ti, se supone que económico. Algunos jueces dicen que ha habido malversación y hay un beneficio económico porque ese dinero que se ha gastado se lo ha ahorrado él (por Puigdemont). Yo tampoco lo veo, pero no soy el juez del caso, soy un ciudadano que ha sido juez.
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– Pedro Sánchez también se ha querellado contra el juez Peinado por el caso de su mujer.
– Desde mi punto de vista, de lector de periódicos, creo que se va a quedar en nada. Y luego la pugna de citar a Sánchez a declarar. Es verdad que si tienes conocimiento de algo como presidente del Gobierno tienes derecho a declarar en tu casa o en tu despacho por escrito, pero el juez Peinado dice: no, usted ha tenido conocimiento de esto porque se lo ha contado su mujer en la intimidad como esposa, ¿Cómo esposa? Si es un delito de prevaricación de dinero público no es un delito privado. Yo tampoco lo veo. Además, no acusa el fiscal y el fiscal acusa en el 99% de los casos.
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– Volviendo a casa, a La Rioja. Durante los años que estuvo al frente del TSJR era evidente que la relación con el entonces presidente, Pedro Sanz, era tensa.
– Cuando me propusieron para el CGPJ recibí una llamada de un número desconocido, no cogí, y al día siguiente me volvió a llamar. Era Pedro Sanz alegrándose de que a un riojano le fuera tan bien. Me dio una gran satisfacción y lo cuento siempre. Había ciertos roces. Cuando se dictaba una sentencia contraria a la Administración se ponía bajo sospecha y se decía: ¡Qué rapidez se han dado! Había un tufillo. Yo lo llevaba a la sala de gobierno y allí concluíamos que se puede discrepar, ¡faltaría más! pero hay que criticar con mesura y no dejar ver que ha habido un trato de favor entre las partes, pero no porque hubiera puesto yo la sentencia, sino porque era el jefe y tenía que velar por la independencia judicial, como hace el CGPJ. Nunca ha sido nada personal, pero es verdad que cada vez era menor el enfrentamiento y al final hemos llegado a ser casi amigos. Una de las tres veces que el Parlamento de La Rioja me propuso para el Constitucional, como eran nombrados por el Senado, llegué allí y Pedro Sanz vino donde estábamos esperando para la entrevistas y me dijo: Oye, Nacho, vamos a tomar un café y de paso me enseñó la pinacoteca del Senado, que es una preciosidad. Luego nos fuimos a su despacho de vicepresidente a tomar un café y le dijo al bedel que cuando me llamaran nos avisara. Mientras tanto estuve charlando con él tranquilamente.
– El tiempo todo lo cura.
– Sí, sí.
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