EL ESPÍRITU DE SAN MILLÁN
CARTA DEL DIRECTOR ·
Sería absurdo sucumbir hoy a las tentaciones de la política barata que se entretiene en señalar culpables, presentes o pasados, en lugar de esforzarse en el camino de las propuestas virtuosasSecciones
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CARTA DEL DIRECTOR ·
Sería absurdo sucumbir hoy a las tentaciones de la política barata que se entretiene en señalar culpables, presentes o pasados, en lugar de esforzarse en el camino de las propuestas virtuosasCerca de alcanzar la cuarta década desde que se aprobó su Estatuto de Autonomía, La Rioja afronta en este tiempo de incertidumbre uno de los más graves desafíos de su historia. Los efectos devastadores de la pandemia de COVID-19 –sanitarios, económicos y ... sociales– han dejado inservible cualquier orden de prioridades elaborado antes de que el SARS-Cov-2, con su estela de angustia, muerte y destrucción, llegara para cambiarlo todo. De manera que ahora resulta inaplazable una tarea de reconstrucción que deberá ser ambiciosa, pero sobre todo responsable.
El buenismo, que delata a quienes lo practican por ese rictus alelado con el que los huérfanos de espíritu crítico, los insconscientes y los oportunistas sin escrúpulos tienden a hacerse cargo de las tragedias, instaló en buena parte de la sociedad, al menos durante los primeros días del estado de shock, la idea de que esta crisis serviría para hacernos mejores. Hay quienes, ya puestos, se dejaron llevar por una irrefrenable tendencia a la hipérbole y se atrevieron a asegurar que incluso saldríamos más fuertes. Citius, altius, fortius. Todo un reto olímpico si no fuera porque las cosas serias merecen ser tratadas con respeto. Y en este concreto caso con el reconocimiento debido a tantas víctimas –las que ha habido y las que vendrán, las que han fallecido y las que padecerán las consecuencias de una recesión inevitable– a las que los discursos hueros no resucitarán ni darán de comer.
Cuando toca afrontar la realidad inquietante que nos espera, Impulso Rioja pretende ser un soporte para la esperanza y una apelación a la responsabilidad colectiva y a la concordia –empezando por la de los representantes públicos– para establecer unas nuevas y sólidas bases de futuro. La propaganda, que pasará por ser una de las grandes y lamentables triunfadoras de este tiempo de confusión, ha puesto en evidencia a quienes buscan en los restos del naufragio una oportunidad para sacar partido, para arrimar el ascua a la sardina de su interés político, para promover banderías irreconciliables, para tomar a los ciudadanos aturdidos como rehenes de sus disputas por el poder. Hoy más que nunca, la incertidumbre sobre lo que nos tocará vivir durante los próximos años demanda a todos los habitantes de la región un compromiso decidido para remar juntos. No es posible aspirar a un impulso eficaz si cada cual empuja en una dirección distinta. Y no debería ser opcional para los representantes de los ciudadanos elegir entre la búsqueda de lo que les diferencia o empeñar su tiempo en el hallazgo de caminos de convergencia para establecer los términos de una esperanza sólidamente instalada.
En esta jornada emblemática para la región, Diario LA RIOJA pretende reflejar, a través de las páginas que siguen, el potencial y la razonable vocación de prosperidad de una tierra y de unas gentes que nunca se han dejado vencer por el conformismo y que, en una coyuntura tan especial como la presente, deben sentirse legitimadas para exigirse a ellas mismas y a quienes las representan un ejercicio sereno de solidaria responsablilidad, despojado de prejuicios ideológicos, ajeno a todo lo que no se corresponda con la sana ambición de servir al interés de la sociedad entera. Al de todos y cada uno de sus integrantes, piense como piense, vote lo que vote.
La pandemia de COVID-19 ha tenido en La Rioja el efecto de la lluvia sobre mojado, pues ha atacado con violencia los cimientos socioeconómicos de un proyecto colectivo que, desde años atrás, ya se deslizaba, a veces con inexplicable placidez, por la pendiente que conduce hacia un destino cada vez más alejado de aquella Arcadia en la que todo pintaba «mejor que la media» y los perros se ataban con longaniza.
Los dilemas a los que debe hacer frente la región, que hoy cumple 38 años en el club de las comunidades autónomas de España, bien merecerían un pacto incondicional para recuperar aquel espíritu (cívico) de San Millán que alumbró un Estatuto de Autonomía que es patrimonio de todos. De la misma manera que nadie quiso ni pudo arrogarse un especial reconocimiento de paternidad en aquel momento constitucional de la región, sería absurdo sucumbir hoy a las tentaciones de la política barata que se entretiene en señalar culpables, presentes o pasados, en lugar de esforzarse en el camino de las propuestas virtuosas. La renuncia a esa debilidad, tan propia de aquellos que no ven más allá de las próximas elecciones, exige la aceptación de que no es posible concitar adhesiones sinceras sobre formulaciones planteadas a modo de trágala. Y si esa apelación vale, en especial, para el Gobierno, de la misma manera sirve para la oposición el reconocimiento de que resulta imposible avanzar por buenos caminos cuando, ante momentos tan graves, cualquier excusa parece buena para negarse a participar con ánimo constructivo en la prospección serena y comprometida de la mejor salida para una sociedad necesitada de restablecer su relación de confianza con el futuro.
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