– ¿Por qué cree que Equo comete un error marchándose con Errejón?
– Por varias razones. Nosotros decidimos en el 2010 dar el paso hacia el ecologismo político para llevarlo a las instituciones, pero fue en 2015, al sumarnos a la confluencia con Podemos, cuando obtuvimos unos resultados apreciables: tres parlamentarios, presencia en ayuntamientos y comunidades... Era la primera vez en España que el ecologismo político alcanzaba ese grado de representación y eso se logró gracias a la invitación de Pablo Iglesias de entrar en Unidas Podemos. Para romper con una estrategia decidida en 2014, que fue ratificada en una asamblea de 2018, y también en las primarias que yo gané en abril..., para romper con todo eso hacen falta razones muy sólidas, programáticas. Pero se ha optado por un partido que ni siquiera ha presentado un programa. Me gustaría saber si hay alguna diferencia que justifique el cambio de aliados. Yo creo que no. Esa decisión, además, no puede tomarse de un día para otro. Por eso yo creo que lo coherente era seguir en Unidas Podemos.
– ¿Y continuará siendo candidato al Congreso?
– Sí. Seguiré siendo candidato por Álava y una de las prioridades de mi trabajo será constituir un espacio verde dentro de la coalición.
–¿Cree que la división del ecologismo político puede ser nocivo para su causa?
–La división siempre es mala. Por eso desde el 2010 nosotros hicimos un gran esfuerzo por unificar el ecologismo político en España. Y eso lo hicimos cuando no había interés ni mediático ni político en el ecologismo. Ahora de repente se ha puesto de moda y hay quien tiene mucho interés en tener esa etiqueta. Errejón ha hecho unaOPA hostil sobre Equo para quedarse con la etiqueta verde, sin tener contenidos programáticos que lo justifiquen.
«Greta es un símbolo»
– Con tantos y tantos informes científicos que llevan años alertando de la catástrofe climática, al final es una niña de 16 años la que consigue mayor impacto. ¿No le resulta un tanto frustrante?
–Yo soy defensor de Greta porque creo que es importante que haya símbolos, y Greta se ha convertido en el símbolo de una generación que está reclamando su derecho a vivir en este planeta. De hecho, gracias a Greta, se han producido movilizaciones tan importantes como las del viernes en toda España. La ciencia es fundamental, pero le falta esa parte emotiva que es lo que aporta Greta. Esa emotividad es necesaria para que la frialdad de los datos venga acompañada del grito de una generación. Los símbolos son importantes, más allá de la persona, de sus contradicciones y de sus problemas.
– ¿Teme que los mensajes demasiado catastrofistas, del tipo 'esto ya no tiene remedio', conduzcan a la inacción?
– Esa es una de las grandes incógnitas de la lucha contra el cambio climático: hasta dónde debe llegar el mensaje para que la concienciación no lleve a la inacción. Es muy difícil porque los datos son realmente alarmantes y eso dificulta dar mensajes de optimismo. Quizá por eso yo trato de destacar, como mensaje optimista, la lucha. La lucha es positiva y busca soluciones, por eso me gusta Greta y me gusta la movilización de los jóvenes. Es un grito que al mismo tiempo es esperanzador. Ese es un mensaje más motivador que los datos. Porque cuando leo los datos o veo los incendios del Amazonas, llega un momento en que no lo puedo soportar e incluso apago la televisión.
– El ecologismo clásico decía: «Piensa globalmente y actúa localmente». ¿Sigue siendo válida esa fórmula?
– Es necesaria, pero no suficiente. Hay que actuar localmente, pero si no hay una acción global... Si no se afrontan los grandes retos globales, como la destrucción del bosque tropical, va a ser imposible que lo que tú haces localmente sea efectivo.
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