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Los expertos, antes del inicio del debate. Justo Rodriguez

Del epitafio de Diofanto a Netflix

El alumno en el centro del sistema, gestionando su aprendizaje y una evaluación que vaya más allá del conocimiento, retos educativos del futuro

Luis J. Ruiz

Logroño

Lunes, 7 de diciembre 2020, 09:01

Scorpions. «Es una tontería, pero es una serie entretenida». No solo eso. También vale como metáfora de hacia dónde debe ir la educación que ha de venir. El ejemplo, rubricado por el director general de Innovación Educativa de La Rioja, Alberto Abad, enlaza dos realidades a priori antagónicas –el epitafio de Diofanto (siglo III después de Cristo) y Netflix (o cualquier otra plataforma similar)– para explicar que es preciso aprovechar todos los recursos disponibles, maximizar la capacidad de aprendizaje de los alumnos conectando lo puramente teórico con la realidad que los envuelve y olvidar los históricos compartimentos estancos que proponen los currículum educativos para abordar el conocimiento de manera transversal. Porque el movimiento rectilíneo uniforme, el acelerado, las ecuaciones de primer y segundo grado y cuadráticas también se pueden aprender en Netflix. Y en inglés. «Trabajo colaborativo», resumió.

Esa fue una de las reflexiones formuladas por los expertos que dentro del ciclo 'La Rioja que viene', tomaron parte en la mesa redonda 'La educación que viene', moderada por la redactora de Diario LA RIOJA y especialista en Educación Carmen Nevot: Alberto Abad, director general de Innovación Educativa; Javier Tourón, vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo de la UNIR; Abilio Jorge Torres, director del IES Hermanos D'Elhuyar de Logroño; y Félix Ruiz, director del colegio Compañía de María (La Enseñanza) de la capital riojana.

Ninguno discutió que la pandemia obligó, como si fuera un calcetín, a darle la vuelta al sistema educativo casi en cuestión de horas. Tampoco es amplio el debate sobre la presencialidad (en mayor o en menor intensidad), que sigue siendo condición sine qua non en el futuro más inmediato del sistema educativo («Los alumnos se han dado cuenta ahora de que el instituto es mucho más que ir a clase», aseguró Torres). Así, el gran reto pasa por aprovechar los infinitos recursos que la digitalización ofrece, limar todas las ineficiencias que el coronavirus ha alumbrado («la brecha social se ha agrandado», alertó Abad) y maridarlos en la proporción correcta con la presencialidad.

«Tenemos que evaluar el proceso de aprendizaje. Hay que darle rienda suelta al alumno para que se equivoque y sea capaz de aprender del error»

Alberto Abad | D. G. de Innovación Educativa

«Aprender ya no es saber cosas, sino saber gestionar la información, plantearse nuevos modos de resolver problemas, aprender a tomar decisiones...»

Javier Tourón | Vicerrector de la UNIR

Esa educación del futuro requiere cambios profundos en opinión de Javier Tourón, quien incidió en que el sistema educativo actual «está muy centrado en el profesor», por lo que invitó a explorar «un enfoque diferente, más centrado en el alumno», lo que requiere «una revisión urgente del sistema educativo para centrarse más en el aprendizaje que en la enseñanza [...] en promover el aprendizaje del siglo XXI, que va más allá de aprenderse unas lecciones». Así, la pandemia ha sido un «catalizador» que ha permitido reflexionar sobre el sistema educativo y sobre los roles que asumen profesores y alumnos. Con él coincidió el director de La Enseñanza que sostuvo la necesidad de que «comenzar a incidir en la enseñanza personalizada para que sea el alumno quien dirija su propio aprendizaje».

Esos nuevos enfoques pasan por aprender de las lecciones que deja la pandemia, «continuar con lo que se ha gestado», en palabras del el director general de Innovación Educativa, que apuntó que el primer escollo a salvar es «la brecha digital, que sigue existiendo».

Y en ese escenario La Rioja es un alumno aventajado, según Tourón, y el tamaño juega a su favor: «Al ser una comunidad pequeña en la que la cercanía de las escuelas y de los ciudadanos es enorme, es más sencillo solventar ese tipo de problemas». Suturada esa brecha, «utilizando los recursos digitales podemos hacer llegar elementos de mucha calidad a todos los estudiantes, independientemente de su estatus económico o cultural».

Pero esa nueva realidad exigirá más: nuevos modelos pedagógicos –«hay que provocar la ruptura del espacio cerrado del aula y buscar el trabajo colaborativo», dijo Abad– requieren nuevos sistemas de evaluación para superar la tradicional relación examen presencial-calificación numérica: «Tenemos que evaluar el proceso de aprendizaje. La evaluación debe provocar que el alumno aprenda de sus propios errores. Tenemos que darle rienda suelta para que se equivoque y sea capaz de aprender del error», argumentó el exdirector del IES Sagasta.

Para Abilio Jorge Torres, en ese nuevo escenario será necesario «no pensar tanto en contenidos como en saber en qué dirección debe trabajar el centro para esa educación que viene. Debemos enseñar a que aprendan a aprender para que se puedan incorporar a todos los cambios que vengan. Deben tener en cuenta que a diferencia de lo que ha pasado hasta ahora, deberán estar siempre aprendiendo» y siempre adaptándose a las nuevas necesidades de un mercado laboral cada vez más dinámico.

«Se acabó el profesor que ofrecía unos contenidos. El gran futuro de la educación es integrar los conocimientos y dar recursos para que el alumno aprenda», añadió el director del colegio Compañía de María quien, en todo caso y al abordar un modelo híbrido en el futuro se posicionó a favor de «lo presencial, lo holístico, la relación social, el contacto físico, las miradas, el lenguaje gestual... pero aprendiendo de lo que ha sucedido y asumiendo que estamos en una corriente imparable».

¿Será un modelo híbrido el de la educación del futuro? Cábalas al margen, lo importante es «que no deje a nadie atrás», consideró Abad, apuntando que no hay que renunciar «a la relación personal, sobre todo en determinadas etapas de edad» y asumiendo como irrenunciables todos los medios incorporados a la educación durante la pandemia «que será difícil no utilizar ahora».

Más allá de esa futurible hibridación que parece inevitable, Tourón dio un paso más para reiterar en el aprendizaje personalizado. «Aprender ya no es saber cosas, sino saber gestionar la información, plantearse nuevos modos de resolver problemas, aprender a tomar decisiones...», lo que se traduce en que además de transmitir contenidos hay que «fomentar hábitos intelectuales», tarea en la que los docentes pasarán de asumir un papel de «actor a otro de orientador, mucho más relevante». El resultado de toda esa ecuación sería la conversión de los centros educativos en «centros de desarrollo del talento en donde se daría más importancia a la capacidad que a la edad».

Sobre el terreno, Abilio Jorge Torres fue más pragmático: «No creo en un concepto mixto. Creo que las herramientas y los medios que han aparecido a lo largo de la historia para aprender son los que se utilizaban en cada momento. Eso está ocurriendo con las nuevas tecnologías». Por eso, la clave es el alumno, su voluntad y su compromiso. «En el siglo XVIII, cuando los ilustrados decidieron hacer la Enciclopedia pensaron que la gente iba aprender a tener acceso a todo el conocimiento, pero unos lo hicieron y otros no. De la educación lo importante es que transforme al alumno y eso se logra cuando él es quien busca y pelea por los conocimientos».

84 años. Esa es la respuesta que esconde el epitafio de Diofanto. Antes, a buen seguro la educación del futuro será la del presente.

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