Álvaro Miró | Forense riojano en el 11M

«Nadie está preparado para lo que vimos en Ifema»

11M ·

El médico logroñés destaca que en una tragedia de tal magnitud como los atentados de Madrid «no hubo ningún fallo de identificación»

Víctor Soto

Logroño

Lunes, 11 de marzo 2024, 07:39

Pocas cosas pueden impresionar a los forenses, profesionales que miran diariamente a los ojos de la muerte. Sin embargo, tragedias como la del 11M son capaces de hacer mella en cualquier espíritu, también en el de los más preparados. Lo reconoce Álvaro Miró, forense riojano ... que trabaja en Madrid y que ese día, nada más conocer la magnitud de la matanza, se ofreció como voluntario para identificar a las víctimas.

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«En cuanto acabé mi guardia en un juzgado, fui al Instituto de Medicina Legal. En ese momento había suficientes forenses en Ifema y me pidieron que volviese por la noche», recuerda.

De esas horas recuerda «el silencio artificial» de Madrid y la llegada en autobús a la improvisada morgue. «Por mucha experiencia que tengas, nadie está preparado para lo que vimos en Ifema», rememora. «La primera imagen que impresionaba era la cantidad de ataúdes y la de los cadáveres en cajas de transporte para hacer la autopsia e identificar», resalta.

Pero había que dejar fuera los sentimientos. «Allí no fuimos por razones científicas. Queríamos solucionar un problema humano: identificar a los fallecidos y quitar las dudas a los familiares». Por eso, en un silencio aún más sepulcral que el de la ciudad, se convirtió en una pieza más de una maquinaria que «funcionó a la perfección». «Veías a los compañeros descompuestos y agotados, pero con ritmo constante. Cuando uno se apartaba porque no podía más, había otro para relevarle. Era una cadena», dice.

Esa fue la primera noche, cuando las víctimas reposaban juntas, pero las identificaciones se fueron multiplicando: primero, las más sencillas; después, las más complejas. Siguieron más días en Ifema y posteriormente en el cementerio de La Almudena, hasta que el día 18 se puso nombre a los últimos restos mortales.

«Cuando terminamos no puedo decir que estábamos contentos, pero sí satisfechos porque habíamos hecho todo lo posible, una sensación de deber cumplido. No hubo ningún fallo de identificación», rememora Miró a propósito de unas jornadas extenuantes. Y en las que percibió la bondad de la gente. «En La Almudena trabajábamos en tiendas de campaña, con ropa que nos cedía el Samur para no helarnos, al salir había personas del Ejército de Salvación que te daban desayuno, comida o cena... ¡Y abrazos!», indica.

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Veinte años después, Miró reconoce que la placa de la Puerta del Sol le sigue conmoviendo. «Fui a verla por primera vez con mis hijos. Ahí recuerdas el sufrimiento tan tremendo y la pequeña satisfacción de que ayudaste en lo que pudiste», concluye.

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