

Secciones
Servicios
Destacamos
MARÍA CASADO
Logroño
Martes, 19 de junio 2018, 08:34
Los datos asustan: según la OMS (Organización Mundial de la Salud) una de cada cuatro personas sufre algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida; según la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud, en España entre el 2,5% y el 3% de la población adulta tiene un trastorno mental grave y persistente (tipo esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos obsesivos compulsivos, trastornos de personalidad, episodios depresivos mayores, etc.), lo que supone más de un millón de personas, que si se extrapola a La Rioja son entre ocho mil y nueve mil afectados pero muchos no están diagnosticados... Pero si estas cifras preocupan, mucho más el no darles la consideración oportuna. Por eso, los profesionales de Salud Mental en La Rioja, reunidos para atender a este diario, alertan de su importancia: «Es la enfermedad del siglo XXI».
En lo referido a la comunidad riojana, en el 2017 fueron casi siete mil (6.903) las primeras consultas en unidades de Salud Mental de Atención Primaria, en los centros de salud; de las cuales, 798 fueron de tipo infanto-juvenil y 6.105 de adultos. En consultas sucesivas, rondaron las 40.000 el año pasado.
Estas consultas son la entrada en el sistema y su seguimiento, pero dentro del 'sistema comunitario' en el que está organizada Salud Mental en La Rioja, también hay otras líneas de asistencia. Por un lado, los de ingresos hospitalarios, que en el caso de los agudos, 516 en el 2017, están el hospital San Pedro, en la media estancia en el Hospital General de La Rioja (183) y en larga estancia o residencial se atienden en el Centro de Salud Mental de Albelda (109 ingresados en la actualidad).
699
en el 2017, en la sección de agudos del hospital San Pedro y el de media estancia del hospital General de La Rioja.
Al mismo tiempo, también se cuenta con otro tipo de servicios, como los hospitales y unidades de día, que han sido unos de los últimos en desarrollarse en La Rioja, con la Unidad Infanto Juvenil (en el San Pedro) puesta en marcha en octubre del pasado año y que en apenas tres meses atendió a 19 pacientes y el Hospital de Día de Adultos (en el Hospital de La Rioja), abierto en abril del 2017 y que en ocho meses dio atención a 49 pacientes. A ello se le une la Unidad de Rehabilitación de Área, con 25 años de trayectoria, para tratamientos largos en pacientes estables, que atendió a unas 25 personas.
MIGUEL ÁNGEL ORTEGA / JEFE DE PSIQUIATRÍA DEL HOSPITAL SAN PEDRO
«En La Rioja venimos a estar en la línea general: una prevalencia de entre el 14 y el 18% en población general de patologías psiquiátricas», apunta Miguel Ángel Ortega, jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital San Pedro. Una importancia que se refleja en el III Plan de Salud Mental de La Rioja (2016-2020), donde se incide, entre otros aspectos, en la necesidad de reducir los tiempos de diagnóstico, en prevenir y en comenzar a tratar en edades más tempranas.
«La depresión es quizás el problema de salud mental más importante y tras él, aunque no en número, el trastorno de consumo de sustancias», admite Ortega, aclarando que si fuera por los niveles porcentuales el segundo trastorno serían los trastornos reactivos, de ansiedad, los adaptativos, etc.
Aunque el doctor va más allá. «Lo que más hemos notado que crece en los últimos años son los trastornos infanto juveniles, los que empiezan en la adolescencia. Ahí es donde se ha tenido un repunte importante que ha hecho el priorizar la salud mental de estas edades», reconoce el jefe de Psiquiatría de La Rioja. En este caso, las principales patologías detectadas son cuadros depresivos y trastornos de comportamiento.
798
registradas en el 2017 en la unidad de Salud Mental de Atención Primaria en La Rioja, en el Centro de Salud Espartero.
«Son diferentes que en la época adulta. En la edad juvenil se inician muchos trastornos, lo que pasa es que no están igual conformados y no está claro el diagnóstico; pero es donde se va a iniciar mucha patología mental que luego va a desarrollarse. Por eso hemos querido tratar de controlar la prevención intentando que lo que está en una edad temprana no se desarrolle en la adulta», señala el doctor Ortega.
¿Cuál es la tendencia general? «El sistema de vida no invita a que haya menos prevalencia de los problemas de Salud Mental. Nosotros estamos viendo que hay más. La propia OMS reconoce que este será el principal problema de salud en 2025», admite el jefe de dicha unidad en La Rioja. Cogiendo como referencia datos del 2014 publicados en este diario, ofrecidos por la Unidad de Salud Mental, entonces las primeras consultas se cifraron en torno a 4.000, por las casi 7.000 del 2017; es decir, el 75% más en solo tres años. Mientras que las consultas sucesivas fueron de unas 30.000 por las 40.000 del año pasado. Unas cifras que constatan una línea ascendente tanto en incidencia como en su diagnóstico.
40.000
realizadas en el sistema comunitario de La Rioja (Atención Primaria) en el 2017.
Precisamente en este aspecto surge una de las cuestiones que más se quiere paliar y que más consecuencias nocivas tiene: el largo periodo que pasa desde que aparece la enfermedad mental hasta que se diagnostica. ¿La razón? En muchas ocasiones no se visibiliza, no se pide ayuda y cuando se hace ya hay otras secuelas añadidas.
Y es que el estigma que sobrevuela este tipo de patologías todavía es latente. «Muchas veces la invisibilidad de los síntomas hace que la sociedad no comprenda, rechace y estigmatice de alguna forma. Y es cierto que el estigma es la principal barrera final que a las personas con problemas de salud mental les lleva a que no acepten el tratamiento, no pidan ayudan...», subraya Marivi Ercilla, directora de FEAFES-ARFES Pro Salud Mental, entidad riojana pionera en España en atención a familiares y enfermos de Salud Mental.
Esto evita que se generen oportunidades porque «hay etiquetas y mitos injustos que vienen del pasado». Dichas etiquetas sobre quienes padecen problemas mentales, a menudo, les señalan como personas «más imprevisibles, menos productivos o violentas, éste último por desgracia a veces los medios han ayudado a mantenerlo. Y es verdad que el 'no se cura' ocurre en algunos trastornos que son más graves y persistentes, pero entre el sistema sanitario y servicios sociales contribuimos a su mejora de calidad de vida. Además, hay problemas que se superan y alcanzan un estado de bienestar. Pero sin embargo, el estigma hace un daño impresionante a la inclusión social y a la laboral y a la pérdida de oportunidades», afirma la directora de ARFES.
68
en los nuevos dispositivos puestos en marcha el pasado año, la unidad Infanto Juvenil (19) y el Hospital de Día de Adultos (49)
Y aunque admite que se ha mejorado, Ercilla recuerda que también está el 'autoestigma' en el propio paciente. «Llegan a creerse esas etiquetas y a vivirlas. Incluso la familia: algunas que no quieren aceptar el diagnóstico porque hay que cruzar una puerta de un centro. Por eso el estigma provoca problemas en cuanto al tratamiento y la inclusión».
Aquí Ercilla recuerda el papel clave de las familias para mejorar y para superar los efectos 'secundarios' de estas enfermedades y la necesidad que estas tienen de apoyo. «Estos problemas mentales afectan a todo el núcleo familiar. Las familias sufren mucho, hay miedos, también sentimientos de culpabilidad, sobreprotección... Necesitan herramientas».
«Visibilizar el problema ayuda a mejorar el diagnóstico precoz. El estigma hace que se retrase mucho el diagnóstico y, por tanto, el tratamiento, con lo que eso significa», apunta Ortega al tiempo que admite que es una patología en la que los tiempos para el diagnóstico y el tratamiento son más largos. «Muchas veces estamos contando con que el propio enfermo o la propia enfermedad hace que el paciente no reconozca el problema, cuesta mucho. Y ahí el modelo asistencial de atención comunitaria, de proximidad, en la atención primaria de los centros de salud, es lo que nos hace facilitar el diagnóstico».
En este aspecto, Ortega enfatiza en que ese objetivo de 'normalizar' ha llevado, por ejemplo, a que los casos agudos de enfermedades mentales se traten en los hospitales generales, como el San Pedro, «al igual que ocurre con otro tipo de ramas de patologías, y no dejarlos en 'psiquiátricos aislados'».
Y en esa línea de cambio está por ejemplo el cambio en el propio léxico utilizado. Han desaparecido términos como 'psiquiátrico', cuyo concepto ha variado y el Centro de Salud Mental de Albelda es más bien un centro de convalecencia. «En el futuro también, y es una línea que intentamos desarrollar, queremos crear miniresidencias, pisos tutelados, en los que no tenemos que contar ya solo con el sistema de salud en sí, sino también con los servicios sociales», apunta Ortega.
Todo ello porque, además de la recuperación en términos sanitarios, «hay que ayudarles a recuperar un proyecto de vida y eso solo se entiende con una red de dispositivos de continuidad de cuidados, sobre todo para aquellas personas que tienen un trastorno grave y persistente. Estos tienen que tener sus centros de rehabilitación psicosocial, laboral, centros ocupacionales, centros de día y dispositivos de alojamiento para el mantenimiento autónomo en la comunidad.
Ese es un modelo que también es responsabilidad de los servicios sociales», asegura Ercilla. Al tiempo que anuncia que ya se está trabajando desde las autoridades competentes en que esos pisos tutelados sean realidad a corto plazo.
«Es la sociedad la que se tiene que dar cuenta, tiene que admitir la enfermedad mental como otra cualquiera y por tanto que ésta conviva y esté en la comunidad. La misma sociedad tiene que entenderlo, si no tendremos muchos problemas. Los servicios asistenciales necesitan de un mayor esfuerzo en general de todos y de una mayor inversión de dinero que lo que sería mantener a estos enfermos en un hospital psiquiátrico aislado, pero es el camino», concluye Miguel Ángel Ortega.
Premio tras la lucha
Quienes acuden desde 1983 a las instalaciones de la entidad social FEAFES-ARFES Pro Salud Mental tienen preocupaciones e ilusiones, miedos y también aficiones. Son personas, como todas, pero en su caso padecen algún tipo de problema mental en primer término o lo sufre alguno de sus familiares. Esto cambia la vida, pero el objetivo es que no la borre y aprender a convivir con ello y superarlo.
Ester, 62 años, y Nico, 40 años, son ejemplos de superación con dos problemas relativamente frecuentes: el trastorno bipolar (casi el 2% de la sociedad lo padece) y la esquizofrenia (1%). Ambos son miembros de ARFES. Además de la atención sanitaria, ésta fue la vía que encontraron para tratar de afrontar su reinserción social y también laboral, en el caso de Nico.
ESTER / TRASTORNO BIPOLAR
Ellos integran el colectivo de 500 personas con patologías mentales que anualmente atiende la asociación. «Empecé con que no dormía, estuve casi 18 días seguidos que me hacía la dormida. Y luego iba a trabajar, en un taller de punto, y era muy rápida. Podía mover montañas. Ahí es cuando me ingresaron, estaba en la fase alta, pero que yo supiera nunca había estado enferma... Al menos no era consciente. Y nadie está libre de que de repente le pase algo así, nadie», subraya Ester, con trastorno bipolar diagnosticado desde 1993. En los problemas de salud mental se habla de factores biológicos, psicológicos, sociales y el factor genético influye, aunque ella, que sepa, no tenía antecedentes.
El trastorno bipolar «es como las olas del mar: viene una que te arrasa y luego se calma, puedes estar arriba o abajo. Y cuando estás abajo estás completamente hundida, no tienes ganas de nada», explica. ¿Cómo lidiar con ello? «La medicación es importante, pero solo es una parte. Ahora soy capaz de detectar cuándo me puede venir una crisis y lo que me va bien o mal. Gracias a mi esfuerzo y lo que me han ayudado, puedo controlarlo», cuenta.
«La psicoeducación, enseñarles a reconocer los síntomas y las alertas previas a una crisis o recaída son claves. Y, por ejemplo, en trastorno bipolar tenemos escuela de familias y grupos de autoayuda de personas afectadas», puntualiza Marivi Ercilla, directora de FEAFES-ARFES.
¿Cómo mantenerse estable? «Es fundamental llevar una vida muy ordenada en todo, en horarios, evitar lo que no te favorece; los pequeños detalles son muy importantes», apunta Ester. Ahora está bien, pero no olvida los inicios: «Con 40 años me dijeron que no podía trabajar más y coincidió en el tiempo la pérdida de su marido, que era mi principal apoyo». Vivió épocas complicadas, en las que no tuvo a la familia cerca: «En general, hay mucha ignorancia sobre estos problemas. Es muy importante tener a alguien que te escuche. En mi caso mi familia es la asociación».
Cabe recordar que ARFES atiende distintos perfiles, unos a través de sinergías con Salud, otros con Servicios Sociales y otros de forma autónoma. Cuenta con recursos de atención especializada, como el centro de día, el ocupacional, el centro de orientación y tratamientos, un club social, servicio de ocio y tiempo libre, servicio de respiro o integración social en fines de semana, etc. Pero también tiene un área de empleo e inserción laboral, con un centro especial de empleo.
Y precisamente en este centro trabaja Nico desde hace más de un año, tras superar la fase del centro ocupacional. «Desde pequeño me costaba relacionarme, era retraído. Hacía actividades tranquilas y solitarias, no salía de fiesta», cuenta Nico, licenciado en Químicas, con esquizofrenia. «Durante los estudios fue bien, pero cuando salí al mundo del trabajo empecé a tener problemas sociales.
NICO / ESQUIZOFRENIA
Estaba trabajando y tenía miedo de mis compañeros, pensaba que me iban a agredir; iba en el coche con mi padre y creía que me seguían. Delirios... Son ideas estrafalarias, pero es cosa de la esquizofrenia, aunque no lo único, también el abandono y luego están las secuelas que traen los brotes, como pérdida de memoria, déficit de atención...», explica. Fue diagnosticado a los 30 años, «tarde porque fue evolucionando». Hoy, con las terapias, el tratamiento y «la suerte de la familia cercana», que siempre le ha apoyado y entendido, ha conseguido retomar su vida. Si bien, «al principio es muy duro, los efectos de la medicación... Pero no hay que dejarlo ni abandonar».
Muy distintos, pero con una sonrisa, Ester y Nico verbalizan su ilusión. «Me gustan las plantas, cuidar de María (una niña) y el Taichi Chi Kung; solo pido estar tranquila», ríe ella. «Me gustaría echarme novia y formar una familia», admite él. A veces 'lo normal' es el mejor premio.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Síntomas que pueden alertar de un posible cáncer de vejiga
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.