Cambio de sexo
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Emprender el camino para sentir que todo encajaPróxima a cumplir el año de vida, la conocida como ley trans ha supuesto para no pocos riojanos ese bote al que agarrarse antes de naufragar en un torbellino mental entre lo que sienten que son y el género con el que nacieron. A la avalancha inicial de peticiones le siguió un goteo y, a día de hoy, el Registro Civil de La Rioja ha incoado 65 expedientes de cambio de sexo en los que basta el único deseo expreso del solicitante. Del total, 40 ya están resueltos.
En este tiempo, la juez al frente del Registro, María Cecilia de la Iglesia, ha encontrado todo tipo de casos. Personas que abren su alma en canal con ella y otras que cumplimentan de forma «aséptica» el trámite. De las primeras, cuenta que ha sentido la tranquilidad que les da poder dar un paso que, bien por miedo social bien por vergüenza, no se habían atrevido a dar hasta ahora. Y, de las segundas, poco que decir: llegan, cumplimentan y se van.
65 expedientes de cambio de sexo ha incoado el Registro Civil en La Rioja desde que entró en vigor la ley trans.
40 son los expedientes ya resueltos y 25 están en la actualidad en trámite, a la espera de concluir el proceso.
Por edades, cuenta, ha detectado especial necesidad en personas de 14 a 16 años, pero hay de todas las franjas, incluso mayores de 60, con familia, que, «como socialmente no estaba bien visto», acuden ahora. Son personas que «tenían interiorizada su situación», pero nunca la habían mostrado. Con esta ley, «se trata de dar cobertura a esas personas que no se sienten de la manera en la que nacieron. La naturaleza les dio una situación que no es con la que se identifican», explica la juez.
De todas, algunas ya habían hecho el cambio de nombre, incluso habían iniciado el de sexo conforme a la ley anterior, que exigía unos determinados requisitos para justificar de alguna manera que se había iniciado la transición. La nueva norma elimina esta exigencia porque lo que se pretende es la «despatologización de esta situación, es decir, no abordar la cuestión como un problema médico ni de salud mental, que es como anteriormente se podía interpretar». El objetivo es considerarlo como una cuestión de identidad de la persona, que se le reconozca en el Registro Civil tal como se identifica, bien sea como hombre o como mujer.
El primer paso de un proceso que se puede prolongar 4 o 5 meses hasta obtener el cambio de nombre y sexo es acudir al Registro Civil y presentar la solicitud. Una vez presentada, se cita a la persona a una comparecencia. En ese primer encuentro, la juez les advierte de las consecuencias jurídicas y el interesado pone de manifiesto su voluntad de hacer la transición, que no se siente conforme al sexo de su partida de nacimiento y solicita el cambio.
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Carmen Nevot
En la misma comparecencia se les da una cita que no puede demorarse más de tres meses para que ratifiquen esa decisión y, una vez que se reafirman, se formaliza la inscripción. La ley prevé que puedan revertir la situación, pero para ello deberán esperar seis meses. Transcurrido ese tiempo pueden restituir el cambio, bien porque la persona no está segura bien porque se arrepiente de haberlo hecho, sin necesidad de justificarlo. Ahora bien, si quiere volver a inscribir el cambio, una vez hecha la reversión, necesitará una autorización judicial.
En la primera comparecencia la juez no suele hacer demasiadas preguntas: «Yo hago la pregunta de si se ratifican en esa solicitud, si realmente se identifican con el sexo contrario, pero no les pregunto por qué lo hacen. Hay compañeros que sí, pero creo que eso excede del ámbito de la ley», indica De la Iglesia. En esa primera entrevista cara a cara, la persona que acude a la cita dice el cambio que quiere realizar, si es de mujer a hombre o al revés, y luego si quiere cambiar o mantener el nombre, algo que permite la actual ley, que no exige como antes que haya conexión entre el nombre de pila y el sexo. No es muy habitual, pero sí se ha dado el caso de que una persona haya querido mantener un nombre de los que tradicionalmente se consideran masculinos y haya hecho la transición a mujer. Ocurre más esto que al contrario, es decir, que una persona mantenga el nombre de mujer aunque haga la transición a hombre.
Las voces más críticas han denunciado que esta medida podía ser utilizada por personas que realmente no son transexuales para beneficiarse de las medidas de discriminación positiva al pasar a ser mujeres. Así ocurrió con un individuo que pidió cambiar de sexo para librarse de la cárcel tras ser condenado por maltratar a sus dos exparejas.
En La Rioja no se han detectado casos. De hecho, la ley deja poco margen para investigar: «¿Pero quién soy yo para investigar si es real o no la voluntad de esa persona?», sostiene la juez. En cualquier caso, «si lo detecto lo denegaré, por supuesto, porque es muy grave que alguien que quiera aprovecharse de la protección que está prevista para personas que la necesitan», concluye.
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