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Son las diez de la mañana. A pesar de que estamos en horario escolar, varios adolescentes conversan en el césped de un parque logroñés. No debería ser habitual que jóvenes de estas edades estén fuera de un centro de enseñanza, deambulando en algunos casos ... por las calles, pero sucede, con mayor frecuencia en la etapa de Secundaria.
De hecho, según los datos facilitados por la Consejería de Educación, durante el pasado curso se tramitaron 102 expedientes de absentismo –con 25 faltas ya se puede considerar una situación de absentismo en Primaria y, con 31, en Secundaria–. Son 16 más que antes de la pandemia. El problema no acaba ahí: solo durante el presente año académico se han incoado 63 casos, el último hace dos semanas por las faltas acumuladas de una alumna de segundo de la ESO. De ellos, 10 corresponden a Primaria, 52 a Secundaria y 1 a FP Básica. Unas cifras que podrían llegar a incrementarse en los próximos días, ya que hay nueve casos «en proceso», es decir, que «pueden acabar o no en expediente de absentismo».
52 de los expedientes tramitados este curso corresponden a estudiantes de Secundaria.
25 faltas se consideran absentismo en Primaria y 31 en Secundaria.
Las causas de estas ausencias son muy diversas. En general, afecta a alumnos que pertenecen a una clase media-baja o que carecen de afinidad con sus estudios, bien por sus propios intereses o por la influencia de sus familias, que provocan que la asistencia al centro educativo no constituya una necesidad primaria que tengan que satisfacer. Como explica el director general de Innovación Educativa, Alberto Abad, «si una familia entiende que es una necesidad que hay que cubrir, tratará de hacer lo imposible para que el niño siga asistiendo a clase; pero, si no le parece importante, se encuentra en una situación desestructurada o no le prestan la suficiente atención, podemos encontrarnos con esta situación de absentismo».
Alberto Abad
Director general de Innovación Educativa
También pueden darse otras circunstancias, como que los menores dejen de acudir al colegio porque «no se encuentran a gusto o sufren problemas de acoso». De ahí los pupitres vacíos porque, «si el niño no está a gusto, no solo por sus resultados académicos, sino por su vida en el centro, encontrará cualquier excusa para no entrar al colegio», apunta Abad.
El objetivo es evitar estas situaciones. Por ello, la Consejería de Educación ha diseñado un programa específico para la mejora del éxito educativo, la inclusión social y la prevención del absentismo, que está dirigido a todos los miembros de la comunidad educativa. «La parte más importante es la prevención, por eso se incluyen una serie de pautas y recomendaciones para que no se produzcan las causas que provocan ese absentismo». Por eso, cuando un menor acuda desganado al centro, «hay que preguntarse por qué va sin ganas, más aún cuando en España, en lo referido a este tema, estamos en los cuatro últimos niveles en Secundaria. Algo hacemos mal para que los niños de esa etapa, que es en la que más se produce este absentismo, no quieran ir a los centros».
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De ahí que una de las medidas que contempla sea abordar la educación emocional. «Tenemos muchos niños que sufren problemas de ansiedad, depresiones e incluso ideaciones suicidas y, aunque depende de cada caso, una de las causas que influyen en que dejen de ir al centro educativo es que no se encuentren a gusto, o porque no se sienten parte de un grupo bien porque tienen problemas de acoso. Si el niño se considerase parte de la comunidad educativa, vinculado al grupo, no faltaría». También introduce recomendaciones sobre la organización del centro o la convivencia para evidenciar, antes de que se dé una situación de absentismo, cuáles pueden ser los motivos. Las familias, por su parte, deben considerar que la asistencia al centro es «útil, interesante». «Nosotros no podemos llegar a todo, por eso se solicita la colaboración de las familias, sobre todo en Secundaria, porque el mayor problema que pueden tener los jóvenes de entre 18 y 25 años es la gestión del ocio en su tiempo libre».
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