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Tan acostumbrado a contar cosas como está, esta entrevista se queda minúscula. El puesto de corresponsal de San Millán de la Cogolla no era para él, sino para su cuñado Jesús María Llorente. «Pero se iba a la mili y me lo quedé yo», zanja ... José Delpón Ormaechea, corresponsal de Diario LA RIOJA entre 1992 y 2010 y también guía del monasterio. «Se había jubilado Claudio Reinares y yo le di continuidad a su trabajo», relata.
Llega Delpón a esta redacción con su vieja cámara alemana Praktica, un ejemplar de LA RIOJA del 5 de diciembre de 1997 y su sonrisa. Las tres son símbolos. Con la primera recogió miles de imágenes de celebraciones en Suso y Yuso. «Ya sabes, BBC (bodas, bautizos y comuniones), mucha agenda social y quedadas. Hacías la foto y, como un acto de fe, la rebobinabas, la guardabas en el bote y la mandabas en el autobús a Logroño. Le dabas la propina al chófer y a rezar para que se viera algo o se pareciera a lo que tú creías que habías hecho».
El ejemplar del periódico lleva la noticia en portada de la declaración de Patrimonio de la Humanidad del monasterio San Millán de la Cogolla. «Es la crónica que me da más orgullo y no la escribí yo, es de Pío García, pero fue tan emocionante todo...», evoca desde una sonrisa que le convierte en un personaje simpático.
Si se ha molestado en volver a mirar su foto, sí, es él. Ese guía que le explicó sin altavoces cada rincón de un monasterio en el que ha vivido mil y una anécdotas. «Un día estaba explicando que el suelo de la sacristía era de alabastro de Pazuengos. Por darle más realce a la cosa, me agaché y lo toqué. Entonces un señor se agachó y puso su mano sobre el alabastro. Yo le dije, 'toque, toque', pero es que ese hombre estaba sufriendo una lipotimia y se estaba desmayando», explica divertido.
Recuerda también que cuando le tocó cubrir noticias por la presencia de políticos la cosa era más natural y simple que en la actualidad. «Estabas a su lado, posaban, hablabas con ellos... Ahora todo ha cambiado, aparte de la tecnología, claro. Yo echo de menos llamar y que me coja el teléfono Isabel Martínez, Casimiro Somalo, Jorge Alacid... que José María Esteban me haga un encargo. Echo de menos el cariño de la redacción. Era muy satisfactorio. He llegado a ir a Logroño para dictar la crónica en talleres». Pero ese relato no está completo porque la vida de un corresponsal necesita de mucho pico y pala para un instante de felicidad. Rememora Delpón cómo le trataron los responsables de seguridad de una ministra de Justicia. «Me identifiqué y no les sirvió de nada; tampoco que el abad les dijera que era de la casa. Me tiraron la cámara al suelo, me la rompieron y me encerraron en un cuarto a oscuras», cita.
«Pero yo solo veo satisfacción en lo que hice. Un día mi difunta madre me dio todas mis crónicas guardadas en álbumes y plastificadas. Solo por eso merece la pena. Ella siempre entendió que tener un hijo trabajando para Diario LA RIOJA era un orgullo», concluye feliz y emocionado.
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