Jenny Sánchez muestra el signo de la victoria tras su año más duro. F. D.

«Ha sido el año más duro de mi vida, pero lo superé con ayuda de todos»

Jenny Sánchez | Afectada de cáncer de mama ·

Una de las pacientes diagnosticadas el año pasado en La Rioja relata la compleja convivencia entre el COVID y el tumor

Teri Sáenz

Logroño

Jueves, 4 de febrero 2021, 07:24

Jenny Sánchez tiene subrayada en rojo una fecha en su biografía: el 7 de enero del 2020. Ese día, el especialista al que le había remitido su médico de cabecera confirmó lo que ella en realidad ya barruntaba. Aquel bulto en apariencia inocuo pero ... muy sospechoso que había aparecido en su pecho correspondía a un cáncer de mama que debía tratarse de inmediato. «Lo presentía», confiesa a sus 41 años desde su domicilio en Lardero. «Cada uno conoce su propio cuerpo y sabía que aquello era algo malo».

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Quizás fue esa consciencia lo que le descargó de los temores propios de una noticia tan dura y se puso de inmediato en manos de los profesionales para iniciar la quimioterapia. El tratamiento discurría según lo previsto hasta que su vida y la del resto de los riojanos dio otro giro drástico. El COVID se expandía y dos obstáculos más se interponían en su día a día: el confinamiento y el temor al contagio en un estado de tanta debilidad. El optimismo se convirtió entonces en su mejor medicina. «Tener la obligación de estar en casa ayudó a recuperarme mejor entre sesión y sesión y gracias a mis tres hijos y el resto de la familia pude llevar cierta normalidad, dentro de lo excepcional del momento», recuerda.

El tratamiento prolongado durante seis meses hasta la cirugía tampoco se vio alterado. «La única diferencia fue que, a partir de la tercera sesión, mi marido ya no pudo acompañarme por prevención y acudí sola», recuerda. La falta de un apoyo cercano en una coyuntura tan delicada se compensó con el trato del personal médico y de enfermería del CIBIR. «Todo fue amabilidad y las medidas de protección, desinfección absoluta y el cuidado con que se desarrolló el proceso me dieron tranquilidad total». La misma seguridad que denotó al entrar en el quirófano el 27 de agosto –«todo salió perfecto, gracias a Dios»– y ha sentido después. Primero con la fase de radioterapia, a la que se incorporó unas semanas más tarde de lo anunciado, y ahora con las revisiones a las que debe someterse trimestralmente. «Ha sido el año más duro de mi vida, aunque más por la psicosis que nos ha envuelto a todos que por la enfermedad misma», dice agradecida a la ayuda de todos. La de su familia y la de la AECC, que le facilitó apoyo económico y social para vadear el trance.

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