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Aquello se había convertido en un problema, en la vía de escape de prácticamente cualquier conflicto. Aquello era el alcohol y él era Gabriel (que no se llama Gabriel). «Al principio no te das cuenta de que tienes un problema, pero...». Pero llegó un ... momento en el que el más o menos sólido edificio que le rodeaba empezó a resquebrajarse, aquellos que estaban más cerca fueron poniendo tierra de por medio y el alcohol su refugio.
Hace un año Gabriel tomó una decisión. Se acabó. No más resacas. No más copas. «Fui al médico de cabecera, me derivó al psiquiatra y este a Proyecto Hombre. No conocía nada de cómo era esto y, claro, cuando te dicen Proyecto Hombre suena muy fuerte, piensas en personas que tienen otro problemas más graves». Pero el suyo, asume, también era grave.
La próxima semana Gabriel completará su tratamiento. Un año de intervención tras el que tiene claro que jamás volverá a probar una gota de alcohol. Y lo ha hecho de la mano de uno de los programas ambulatorios de la entidad, lo que le ha permitido no romper con su entorno social, familiar ni laboral. Tras una primera entrevista individual que forma parte del proceso de motivación para vencer a la adicción, llegó el salto a la terapia grupal. «Me recibieron con los brazos abiertos y te das cuenta de que tus compañeros son gente normal, con tus mismos problemas».
«Para ganar tienes que estar convencido tú mismo de ello», sostiene Gabriel, que describe su año de terapia como un proceso de exhibición interior. «Tienes que tomártelo como algo natural y expresar todo, no dejarte nada en tu interior, sin miedo. Es complicado porque siempre intentas esconder algo pero al final lo sacas todo». Eso, guiado por los profesionales de Proyecto Hombre, y un diario en el que todas las noches anota sus vivencias han alumbrado al nuevo Gabriel. Una especie de «reeducación», dicen desde Proyecto Hombre. «Está totalmente superado», dice él mientras habla de lo orgulloso que están de sus hijos y del apoyo, «fundamental», de su mujer: «Solo es complicado, la gente tiene que creer en ti y transmitírtelo».
Gabriel mira el reloj. Tiene que ir al colegio a por los niños y empieza a andar apurado. Por el camino pasará junto a no pocos bares. ¿Cómo vive un exalcohólico en una ciudad y en una sociedad repleta de estímulos? «Solo tienes que saber lo que quieres. Yo lo sé».
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