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Vicenta Pérez, fotografiada la pasada semana Justo Rodriguez
Doña Vicenta, la cocinera infinita

Doña Vicenta, la cocinera infinita

Riojanas extraordinarias ·

«Soy feliz haciendo cosas», dice la inquieta 'matriarca' del Masip, de 86 años

Javier Albo

Santo Domingo

Lunes, 11 de marzo 2019

Vicenta Pérez. Doña Vicenta. La 'matriarca' del Masip, artífice de tantos platos y pinchos, sobre la que se sustentan los pilares del afamado establecimiento hostelero de Ezcaray. Y, sobre todo, mujer trabajadora donde las haya. No puede, no sabe y no quiere estar quieta. «Qué hago si no?, ¿quedarme arriba sentada, viendo la tele?. No puedo. Tengo que estar moviéndome y haciendo algo; hablar con uno, con otro. Así soy feliz».

A sus 86 estupendos años, su día a día pasa por la cocina del bar, donde lo controla todo. Le gusta estar en el ajo culinario. «He enseñado a la gente a hacer lo que yo hacía, porque ya no lo puedo hacer, no me da tiempo, pero la barra me la preparo yo toda», explica Vicenta, que vino al mundo en Manzanares de Rioja, de familia de labradores. Ocho hermanos eran, que perdieron al padre con tan solo 45 años. Trabajó en el campo -«qué remedio», dice-, hasta que se casó. Veinticinco años tenía, seguro que 25 hermosos años: quien tuvo, retuvo. Su marido, Eduardo Masip, trabajaba en Bilbao, y allí se fue ella, a Las Arenas, donde vivieron 14 años y trabajó de camarera.

Al morir su suegro heredaron la mitad de su casa en Ezcaray, donde está actualmente el bar, y se vinieron para el Alto Oja. Pusieron un asador de pollos en Zorraquín, que se cerraba con la puerta de un 2CV. Cosas de Eduardo. «Vendíamos pollos, tortilla de patatas y poca cosa más», recuerda. Tenían muchos clientes. «Nos decían que pusiéramos un comedor en Ezcaray», dice. Y como el cliente siempre tiene la razón, al final lo hicieron.

En la casa, que hoy es visita obligada para quienes quieran deleitarse el paladar, empezaron vendiendo periódicos. Su marido y uno de los hijos trabajaron de fontaneros. «Hicieron los pisos del Cardizal». Después abrieron el Bar Masip. «Hasta ahora», dice Vicenta, creadora de tantas elogiadas sopas de ajo, caparrones, patatas a la riojana... Y los pinchos, qué decir de ellos. Su catálogo ha ido evolucionando y, por ejemplo, aquellos huevos con bechamel al marisco que muchos días hicieron historia en infinidad de paladares han sido sustituidos por otras exquisitices: pechugas, berenjenas, alcachofas, pimientos rellenos, croquetas....

Mención aparte para sus afamadas tortillas de patata. «No tienen secreto, solo mucho picante», indica con modestia, que se desvanece al hablar de su toque. «Cuando puedo procuro hacerlas yo, porque como yo no las hace nadie. La gente lo nota». Genio y figura.

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