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El calagurritano Valeriano Antoñanzas es uno de los dos diáconos permanentes con los que cuenta la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Lorgroño. Su labor ... dentro de la iglesia, y sin ser sacerdote, es la de servir y apoyar al obispo. Pero, además, este mes Antoñanzas, que presidió la cofradía de la Vera Cruz de Calahorra, ha sido nombrado gerente de la Diócesis riojana.
– ¿Cómo se planteó este nuevo nombramiento como gerente de la diócesis?
– Es algo que ya surgió estando Juan José Omella como obispo de la diócesis. Él me había comentado que me veía como una posibilidad de ayuda, ya no como gerente, sino en el seminario. Yo le dije que si podía aportar algo, ahí estaba. Con Carlos Escribano también lo estuvimos hablando y me dijo que quería que yo fuese el gerente, pero lo trasladaron a Zaragoza y se quedó ahí. Santos Montoya, en el poco tiempo que lleva, lo habló conmigo, lo valoramos y le dije que estaba a disposición de la Diócesis, porque la siento como mi casa. Además soy diácono permanente y si algo puedo aportar a la Iglesia es mi servicio. Y qué mejor que lo haga con lo que ha sido mi profesión (es gestor de profesión) toda mi vida.
– ¿Cuáles son sus funciones como gerente?
– Sobre todo, todas las cuestiones de administración. En la Diócesis hay 260 parroquias, con lo que somos como una empresa grande. Hay que liquidar los correspondientes impuestos, llevar las contabilidades, depositar en la Diócesis lo que se trabaja en las parroquias para sacar un estudio contable conjunto...
– En 2018 fue ordenado diácono permanente. ¿Cuál es el papel de esta figura dentro de la Iglesia?
– La figura del diácono viene desde los apóstoles. Cuando no podían acudir a sus labores de predicar, echaron mano de gente que eran diáconos. Diácono significa servidor. Después, en el Vaticano II se volvió a reavivar esta figura, que estaba un poco parada. La labor del diácono permanente es la de servir a la Iglesia, dedicarse a la caridad... Podemos anunciar el evangelio, podemos predicar y de los sacramentos se puede impartir el bautismo, el matrimonio y la unción de enfermos no, pero sí las exequias.
– ¿Qué le llevó a ordenarse como tal? ¿Qué le aporta?
– Desde que tenía 29 años llevo en la parroquia de Santiago. He dado muchas catequesis y he tenido varios clubes de jóvenes. Antes, incluso de mi interés por ser diácono, ya estaba matriculado en la Facultad de Burgos, estudiando Teología a distancia. De ahí al paso de diácono fue una invitación y la verdad es que no me costó mucho decidirme, porque a fin de cuentas era lo que ya hacía.
– ¿Qué le aporta personalmente ejercer como diácono de la Iglesia?
– Me he integrado mucho más en la Iglesia, en los sacramentos, en la oración... Y todo eso me reporta paz, felicidad, sosiego...
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