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Lo bueno del teletrabajo es que cuando nadie te coge el teléfono puedes levantarte, irte a la cocina y hacerte un café. El martes, a eso de la doce y media de la mañana, harto de gestiones infructuosas y de entrevistas fracasadas, salí de mi ... habitación, me puse un cortado y encendí la tele un rato. En la primera cadena, salía Jesús Cintora hablando de la campaña electoral en Madrid. Con ese estilo tan suyo de sabérselas todas, Cintora daba paso a un vídeo de Ángel Gabilondo. Yo las elecciones madrileñas las estoy siguiendo en dosis homeopáticas, así que cambié inmediatamente de canal. Puse La 2. Echaban 'Diamita Jim', una película del Oeste de las buenas, dirigida por Alfonso Balcázar y protagonizada por Luis Dávila, Fernando Sancho y Rosalba Neri. Mientras buscaba unas galletas en el armario, escuché de fondo una frase demoledora y fascinante:
– Mátalo, Jim, es un tipo muy aburrido.
Y entonces pensé en el pobre Gabilondo, infelizmente atrapado en el vértigo de una campaña cochambrosa, con sobres amenazantes, palabras que quieren ser balas y exageraciones pseudoépicas. Imagino los sudores cotidianos del viejo fraile corazonista, obligado por Iván Redondo a transitar en apenas unas horas del «con este Iglesias no» al «Pablo tenemos doce días para ganar las elecciones» mientras oye cómo las bombas de racimo estallan a su paso. Las encuestas señalan que su apoyo popular mengua día a día y los contertulios de la televisión, cada uno confortablemente instalado en su trinchera, coinciden en señalarlo como «un mal candidato».
Confieso mi debilidad por los malos candidatos. A veces pienso que si alguien como Gabilondo es «un mal candidato», tal vez el verdadero problema no sea suyo, sino de la sociedad española, que parece premiar los gritos destemplados, las interjecciones y las lapidaciones verbales. Me gustaría que la política fuese aburrida, incluso muy aburrida, y que los candidatos, tengan o no el apabullante bagaje intelectual de Gabilondo, bajasen el tono de los decibelios y se apeasen de los eslóganes incendiarios, pero vacuos. Esa actitud debería ser exigible para todos los políticos, sean del bando que sean y profesen las ideas que profesen.
Está siendo una campaña con tanta soflama épica que me da miedo el bajón que les va a a dar a todos los candidatos, que ahora se ven como el Cid arengando a sus mesnadas, cuando ocupen sus asientos en la Asamblea de Madrid y descubran que su principal labor es debatir si le suben o no medio punto al Impuesto de Patrimonio.
A mí me gustaría que Dinamita Jim no matase a nadie, pero, puestos a elegir, prefiero que vaya con los aburridos. ¡Ay, Jim, qué tranquilizador sería para nuestras orejas que Vox no entrase en la Asamblea de Madrid y que Mónica García le demostrase a Pablo Iglesias que una mujer sobria, sensata y capaz vale más que un machito retador!
En fin, no me hagan demasiado caso. Ya les digo que estoy huyendo de esta campaña electoral madrileña que a los riojanos nos ha caído encima como una maldición. Ese mismo martes, por la noche, en lugar de la enésima tertulia política decidí poner en la tele 'First Dates'. No me arrepentí. Salía una chica de 23 años que le advertía a su cita:
– Yo es que hoy he venido muy sencilla, maquilladamente hablando.
No me digan que esa maravillosa frase no vale más que todos los contertulios de Ferreras pontificando.
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