Secciones
Servicios
Destacamos
La Asociación de Industrias Agroalimentarias de Navarra, La Rioja y Aragón (Alinar) celebró el pasado viernes la asamblea general anual en el Espacio Lagares de Logroño, con la reivindicación de que la agroindustria juega un papel clave en la lucha contra el cambio climático. Su ... director general, el riojano Diego Galilea, cuestiona en esta entrevista la efectividad y el alcance del Perte del sector, y alerta de la situación del champiñón para el que reclama «ayudas inmediatas».
– Han afrontado un último año lleno de incertidumbres.
– La industria agroalimentaria se ha visto muy afectada por las subidas de precios. Y, como se puede ver en los resultados que ha presentado la Federación Nacional de Industrias de Alimentación y de Bebidas (FIAB) o las propias cuentas de las empresas, los márgenes se han visto reducidos. Al final, las empresas han tenido que asumir parte del coste, porque el mercado no ha permitido subidas proporcionales a la totalidad del incremento de los costes.
– La situación no mejora. ¿Cuál va a ser su estrategia?
– Esto tiene que ser transitorio. No se puede mantener una reducción de márgenes por mucho tiempo. Algo tiene que acabar incrementado en el mercado.
– Otro problema que afecta a las empresas de Alinar, por trabajar con productos vegetales, es la sequía.
– Que está haciendo que el precio de la materia prima también se vaya incrementando todavía más, con lo cual la situación, queramos o no queramos, es que va a haber un incremento hacia el consumidor, aunque de alguna manera también se va a ver mermado por la competencia que hay en la distribución.
– Dos años al frente de Alinar. ¿Qué se ha conseguido?
– La asociación está compuesta por 67 grupos empresariales, mayoritariamente enfocados al mundo vegetal, en concreto a la hortaliza, aunque también hay empresas lácteas, cárnicas, de aceitunas y de platos preparados. Y La Rioja tiene las principales empresas de vegetales, tanto conserveras como filiales de congeladoras. La misión principal como asociación ha sido intentar poner en valor el sector en todos los ámbitos y tratar de mejorar la competitividad de las empresas. Han sido dos años difíciles. Confío en que los problemas vayan decreciendo, porque la verdad es que empezamos con el covid y luego se han ido sumando las nuevas incertidumbres como la inflación y, ahora, la sequía.
– ¿Se han resentido las exportaciones?
– Quizás menos que en el sector del vino. Gran parte de la supervivencia de las empresas ha venido de la mano de las exportaciones. No sólo para las que ya trabajaban fuerte en el mercado exterior, sino también para las que lo hacían de una forma menos intensa porque su tamaño es más pequeño. Las exportaciones son otro canal de venta que hace que las industrias agroalimentarias puedan sobrevivir y las pequeñas también están entrando en el mundo de la exportación. Y hay que ir hacia planteamientos empresariales de expansión fuera de España. El mercado nacional es muy competitivo.
– ¿Se siente respaldada la agroindustria por las administraciones públicas?
– Como sector agroalimentario, excluyendo el vino, es verdad que hemos reclamado ayudas. Ha salido el famoso Perte nacional y la realidad es que ha sido poco efectivo. Y en La Rioja, lo que venimos reclamando con insistencia son ayudas en el caso concreto del champiñón por la situación de la paja, fundamental para la producción: por la sequía escasea y la que sí hay va a registrar un incremento de precios muy grande. Y eso se va a traducir en serias repercusiones que pueden comprometer la viabilidad de los diferentes agentes de la cadena: o bien cultivadores, o bien transformadores. Al final, esos costes tan altos que está teniendo la materia prima es muy difícil poder repercutirlos en la cadena del champiñón con un producto con un margen tan limitado. Así que, al igual que se han pedido ayudas, por ejemplo, para la cosecha en verde de la uva por los problemas de los excedentes, en el caso del champiñón reclamamos a la Administración su apoyo porque es que, realmente, el sector lo necesita. Con el resto de llamamientos han hecho oídos sordos.
– ¿En concreto?
– Solicitamos que se aplicara a la industria agroalimentaria la misma reducción de cargas y peajes ya aprobada para las industrias electrointensivas en el decreto de medidas urgentes frente a la guerra de Ucrania, con el objetivo de reducir los costes energéticos tan relevantes en el sector, contener los precios y proteger el consumo. Para las conservaras, el coste del gas tiene un peso importantísimo. Pero no atendieron nuestra demanda. La verdad es que ha habido pocas ayudas concretas y, ahora mismo, el champiñón las necesita de forma inmediata.
– Acaba de asegurar que el Perte del sector agroalimentario no está funcionado. ¿Por qué no ha sido efectivo?
– Aquí ha habido dos o tres variables muy importantes. Una, el tiempo. Se ha dilatado mucho. De este Perte se empezó a hablar a finales de 2020 y no fue hasta 2022 cuando se aprobó y salió publicado, por lo cual la gente ha ido perdiendo la ilusión. Además, per se, este proyecto tiene un carácter incentivador. Es decir, tú no puedes solicitar una ayuda de algo que has ejecutado. Y una empresa no puede esperar dos años a ejecutar una inversión a la espera de las ayudas del Perte. Pero es que económicamente tampoco ha sido práctico.
– ¿Por qué?
– Porque se dotó de 400 millones de euros, que es una cantidad muy pequeña para todas las necesidades del sector. Por ello, las empresas fueron buscando otras soluciones y, además, no lo han tenido fácil.
– ¿Se refiere a trabas administrativas?
– Sí, han sido muy grandes. Tenga en cuenta que es complicado unir a las empresas en consorcios para que hagan un proyecto común que presentar al Perte. Requiere unas inversiones iniciales muy altas, y las ayudas que se daban en proyectos de I+D, no se concedían en proyectos de inversión, cuando lo que las pymes quieren hacer, sobre todo, son nuevas líneas de producción. Y esas inversiones no entraban. El Perte, en definitiva, se ha quedado bastante descafeinado. Ha tenido muy poca permeabilidad, ya que ha llegado a pocas empresas y, lo que ha llegado, es a consorcios muy concretos. Y en un tejido tan organizado por pymes, lo que necesitábamos es que también beneficiase a las pequeñas y medianas empresas, pero ahí no ha habido avance. Lo que ha ocurrido al final es que se ha quedado bastante dinero sin repartir de los 400 millones de euros que se le asignaron.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.