Diciembre: Teñido de celeste y blanco

El último mes del año, sobre todo para el argentino que firma estas líneas, tuvo un sabor muy especial y un gran nombre propio: Messi y su obsesión materializada en forma de Copa del Mundo. No sé el resto de la humanidad, pero para la colectividad argenta residente en La Rioja, diciembre fue un mes de emociones, de pérdidas constantes de voz, de pulsaciones por las nubes, de muchas risas y demasiadas lágrimas. Pero de esas que expresan desahogo y felicidad. Este mes frío y lluvioso quedó tatuado en nuestras almas para toda la eternidad.Estos días del Mundial no se nos olvidarán jamás.

Disfrutamos de las peripecias del mejor de la historia, del pequeño mago rosarino, del hombre responsable de hacer olvidar a la otra leyenda albiceleste, que ya puede descansar en paz. Fuimos conscientes, también, de la gran cantidad de españoles , especialmente los de un equipo en concreto, que preferían que ganase el vecino vestido de azul, ese mismo que ha afeado a leyendas como Rafa Nadal y que menosprecia una y otra vez a sus hermanos ibéricos.

Cada uno con sus preferencias. Nunca me importaron porque gocé como un niño pequeño de la zurda de Messi; las manos –y ese pie salvador– del Dibu; de un Di María gambeteador; de ese De Paul arrogante; de Molina, Montiel, Mac Allister, Enzo Fernández,... Esa familia albiceleste que me regaló, en mi 52 cumpleaños y el día de la patrona de la capital, una de las alegrías más grandes de mi existencia. Puede ser que para el resto de los mortales diciembre haya sido un más. El nuestro se tiñó de gloria celeste y blanca.

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