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Los tiempos siempre están cambiando. Y señal de cómo, en efecto, cambian en La Rioja las formas de hacer política fue la frenética jornada que se vivió en el PP el pasado martes, a escala nacional y regional. En teoría, esa tarde se iba ... a reunir en su sede de Génova la comisión encargada de desvelar la identidad de los integrantes a las candidaturas de Congreso y Senado, toda vez que sólo se conocía el nombre de quien encabeza la primera: Cuca Gamarra, alcaldesa de Logroño en ejercicio. Durante horas, menudearon los rumores, habladurías y especulaciones, alimentadas interesadamente o no, hasta que al filo de las siete un despacho de agencias anunciaba que se hacían públicas las listas... de Baleares. Y a continuación, un aviso: era posible que finalmente no hubiera ningún anuncio. Por Génova andaban hechos un lío. A Pablo Casado se le había ido la mano en su limpieza de tibios, sorayistas y marianistas y en el PP pedían tiempo muerto: las noticias se posponían hasta el día siguiente. Aunque hubo milagro. Con la afiliación riojana (y numerosos dirigentes) pidiendo cita en el cardiólogo, por Duquesa de la Victoria pensaron que era preferible dar a conocer ya lo que todos los interesados sabían desde unas horas antes y proclamaron sus candidaturas. Sin sorpresas respecto a lo adelantado a lo largo de la tarde.
Sin sorpresas, pero con prisas. Porque en el PP, la comunicación de novedades en materia electoral ha imprimido en esta precampaña un sello extraño. En vez de dosificar los anuncios de sus siete representantes de cabeceras de comarca, se prefiere agrupar la noticia en un comunicado conjunto: de modo que donde antes hubo siete páginas de periódico, esta vez sólo hay una. Otro tanto puede decirse de las listas a Cortes: aunque estaba más o menos cantado el pronunciamiento del partido, lo cierto es que una noticia de esta dimensión apareció en un comunicado a última hora de la tarde de un día entre semana... Qué tiempos tan locos. Un parco escrito donde no figuraban ni las biografías de los seleccionados ni siquiera el nombre de sus suplentes como era costumbre y lo sigue siendo en otros partidos. (Que son por cierto los siguientes: Irene Díez, Borja Ríos, Patricia Pérez, Rubén Gutiérrez, Leticia Ramírez, Raquel Herrería, Álvaro Manzanos, Beatriz Lana y Jesús Ángel Muñoz).
Aunque ese comunicado, con ser brevísimo, ganaba por goleada en extensión al curioso método empleado para corroborar el nombramiento de Conrado Escobar como candidato por Logroño: ocho líneas, un párrafo. Los tiempos, en efecto, están cambiado, como profetizaba Dylan: «Y mantengan sus ojos abiertos / las oportunidades no vendrán otra vez / y no hablen muy rápido / porque la rueda sigue en movimiento». Gira la rueda imparable, desde luego, como si el bardo de Duluth hubiera presagiado esta coyuntura tan rara, donde los desalojados de las listas se enteran por su cuenta, no porque sus partidos tengan la delicadeza de avisarles: unos lo saben por la prensa (caso de algunos caídos de las listas del PP) y otros, sumando dos más dos, como en el caso reciente del socialista Martínez Aldama, integrante de una cuerda de senadores hermanados hoy en un sentimiento similar de orfandad. Gane quien gane en abril, se renovará toda la representación riojana en la Cámara Alta. Un destino semejante al reservado para sus colegas del Congreso, ninguneados por sus respectivos partidos... salvo César Luena. Como demuestra el caso de Gamarra en la otra orilla política, mantenerse cerca del fuego del hogar, así en Ferraz como en Génova, tiene siempre recompensa.
Porque el resto de parlamentarios en Madrid se ven hoy desamparados. Quien tenía un puesto al margen de la política adonde regresar, sentirá con menor intensidad la cruel intemperie que le aguarda; quien lo fiara todo a su supervivencia política, padece en consecuencia un desaire mayor. Que le emparenta con una cohorte de políticos del PP cuya cifra crece cada día: esos que se significaron por Cuca Gamarra en su día y hoy, con su jefa a punto de despegar del suelo riojano, se preguntan si mereció la pena decantarse con semejante vehemencia. Porque se quedan sin referencia y se confiesan abandonados, bultos sospechosos en un partido que no les perdonará aquel feo.
Al menos, unos y otros tienen algún consuelo: compartir su pena. En el PP, los caídos coinciden en sus desdichas con algunos de los incondicionales que votaron por José Ignacio Ceniceros en Riojafórum y notan ahora cierto vacío a su alrededor: su nombre no figura en ninguna lista. También transita por ese desierto Aldama y también él, como sus compañeros de aflicciones, tendrá pronto compañía: los desamparados en las listas del PP en Logroño y el Parlamento, hermanos en el dolor de los expulsados de las candidaturas del PSOE. O de Podemos, para los que también cambian los tiempos. Sobre todo, para quienes ejercían de verdugos a la hora de elegir candidatos y hoy se tienen que beber su propia medicina mientras ven caer la guillotina sobre su futuro político y prueban la cicuta que otros cataron antes por ellos. La soledad era esto: el frío que hace ahí afuera.
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