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La lista de espera para obtener una plaza pública o concertada en una residencia de mayores en La Rioja no ha parado de crecer en ... los últimos años. A 26 de noviembre, 1.310 personas aguardaban cama en uno de estos centros, 160 más que a cierre de 2022, cuando había 1.150 inscritos, e incluso más que los 1.080 que esperaban ser atendidos antes de que el covid irrumpiera con especial virulencia en las residencias. Era 2019 y entonces parecía que se había tocado techo.
Las cifras reflejan que la demanda, contraída en pandemia, se mantiene al alza. El miedo a los contagios y el temor de las familias a nuevos confinamientos en los centros residenciales desplomaron las solicitudes de plazas y por tanto la lista de espera en la que había 657 inscritos en 2020 y 951 un año después.
Ahora bien, el dato de mayores que esperan una plaza pública o concertada en esta comunidad, según matizan desde la Consejería de Salud y Políticas Sociales, es «muy relativo», porque en ocasiones hay personas que la solicitan y cuando se le concede la rechazan porque la reclaman incluso antes de que sea necesario o porque piden una cama en un centro concreto cuando, en realidad, podrían acceder a otra y reclamar después el traslado.
El envejecimiento de la población, especialmente de la generación del llamado baby boom, juegan en contra de una red residencial de atención que parece insuficiente no sólo en La Rioja, sino en todo el país. Cada vez son más las personas que rebasan los 65 años, de hecho, en esta comunidad 71.670 superan esta barrera y representan el 22,42% de la población. Pero lo que es aún peor, según las proyecciones de población que efectúa el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2034 serán 89.128 (el 26,51%) y 94.204 (27,80%) en 2037.
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Otro de los datos que reflejan la tendencia alcista es el número de personas que piden una cama en un centro residencial para mayores. En 2016, tal como se puede observar en el gráfico que acompaña a esta información, las solicitudes apenas superaban las 660, en 2023, es decir, siete años después, se habían duplicado hasta alcanzar las 1.489. El desplome de peticiones en los peores años de pandemia también tiene aquí su reflejo. En 2020, por ejemplo, 727 pidieron una plaza en un centro público de La Rioja y un año después, 951.
Para Gabriel Gimeno, presidente de la Asociación Riojana de Residencias de la Tercera Edad (ARTE), la situación es actual es clara: «Lo que ocurre es que las plazas disponibles son inferiores a la demanda y además, hay una demanda que se va incrementando año tras año».
La escasez de plazas públicas y concertadas y el incremento de la demanda, que se irá agravando con los años puesto que los 'boomer' se aproximan a los 65, conforman un cóctel explosivo que a su vez provoca que el tiempo de espera para entrar en una residencia sea en algunos casos, cuanto menos, asombroso.
En cualquier caso, las demoras varían notablemente de unas residencias a otras. Para entrar en Santa Justa, por ejemplo, hay que aguardar de media cuatro años y nueve meses; y para tener plaza en La Estrella, tres años y cinco meses. El último ingreso en este último caso fue en enero de 2021, según los datos que se expusieron en el último consejo sectorial de personas mayores celebrado el 20 de junio pasado.
Estas dos son las residencias que tienen la demora media más alta de las 36 que conforman la red de La Rioja. En el resto, la espera ronda entre los dos años de Madre de Dios, el año y siete meses de Monte Rincón, y los cuatro meses de Los Jazmines, en Haro. En Montesclaros y en La Rioja, el ingreso para los que tienen dependencia severa es inmediato.
La espera, explica Gimeno, depende de la demanda de los usuarios, que en ocasiones prefieren ir a una determinada residencia, bien por la ubicación, bien porque piensan que van a estar mejor atendidos que en otras. «Es allí donde se acumulan las listas de espera», precisa.
Por comarcas dentro de la propia geografía riojana, en Logroño es fundamentalmente donde se concentra la presión, aunque en LaRioja Alta y Baja, explica el presidente de la patronal, «se dan los mismos problemas, pero en ningún caso tienen la misma dimensión que en la capital».
A día de hoy, uno de los principales talones de Aquiles de las residencias es la falta de personal. Lo más urgente es encontrar personas, por un lado, para formarlas, para que en dos o tres años se pueda hacer frente al esperado incremento de la demanda. «Va a haber necesidad de más plazas residenciales y de centros de día –la lista de espera en este caso alcanza las 1.172 personas– por una cuestión demográfica y tenemos que estar preparados para ello, porque a día de hoy no lo estamos», señala.
Además de la formación del personal, para Gimeno la administración, los sindicatos y las empresas tienen otro importante reto, que es hacer atractivo el sector, no sólo a través de los salarios, sino también de la conciliación.
Otro de los problemas es la falta de personal sanitario: «Vamos a tener más carencia de gerocultores porque es un trabajo, por muy vocacional que sea, que es duro, penoso, que requiere turnos de lunes, domingos, mañana, tarde, noche», detalla. De hecho, en el convenio colectivo del 2021 los salarios se revalorizaron un 16% «pero aún así no conseguimos hacer atractivo el sector».
Recientemente, también se ha aprobado un nuevo acuerdo marco para los contratos del servicio de atención residencial, con un incremento del coste medio de las plazas de entre un 24 y un 36% respecto al último acuerdo de 2021. Se busca una mejora de las condiciones del personal dedicado al cuidado de los mayores.
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