«Me va a dejar sin casa, solo le queda quemarla»
Okupación ·
Isabel lleva meses de calvario: el joven al que alquiló una habitación se hizo con el piso, cambió la cerradura y vende los muebles por internetOkupación ·
Isabel lleva meses de calvario: el joven al que alquiló una habitación se hizo con el piso, cambió la cerradura y vende los muebles por internetCuando Isabel Saornil puso en alquiler su primer piso nunca se imaginó que iba a ser un calvario y una ruina. Primero entró una familia y tras un año sin pagar, logró que les desahuciaran. Era el 13 de marzo de 2020, la víspera del ... primer estado de alarma y el piso estaba literalmente «destrozado». Reacondicionarlo le costó una fortuna, pero lo importante, cuenta ella misma, es que la paz había vuelto a su hogar.
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Tras esa pésima experiencia, decidió volver a ponerlo en alquiler, pero arrendando cada una de las tres habitaciones de la vivienda. De esa forma creía que podía mantener su casa libre de 'okupas'. «Pensaba que esto no me podía volver a pasar», cuenta. En septiembre de 2021 «entró un chico y muy bien». A los pocos días llegó el segundo y «también muy bien». El 5 de octubre aterrizó el tercero en discordia y «allí empezó todo», lamenta Isabel.
«Les robaba la comida, todo, no podían dejar nada fuera de la habitación», cuenta la dueña de la vivienda. «Dejaba las luces encendidas y los otros dos tenían que ir detrás apagándolas, no les dejaba poner la lavadora...». Una convivencia demasiado desgraciada.
Antes de finalizar el mes de octubre, el primero de los «chicos» se tuvo que marchar del piso. «No aguantaba más», señala. «En un momento incluso le pegó, estaba poniendo la lavadora y entró el inquilino problemático. Le dijo que no tenía que ponerla, que la iba a utilizar él». En aquel episodio tuvo que intervenir la Policía y desde entonces, los agentes han estado en incontables ocasiones. En una de ellas «hasta cinco patrullas a la vez», detalla Isabel, quien por entonces todavía podía entrar en su piso. Así venía estipulado en el contrato.
El primero de los inquilinos no lo soportó ni quince días. El otro, aunque vivía una situación similar, todavía aguantaba. Eso sí, ni podía comer en casa ni tener nada de nada. Sus pertenencias las mantenía bajo llave en la habitación. La situación era insostenible. A finales de noviembre y también a cuenta de la colada, el inquilino problemático golpeó al único compañero de piso que aún conservaba. «Decía que la casa era de él». Era finales de noviembre y la cuerda se tensaba cada vez más. Las denuncias por agresión se acumulaban.
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A primeros de diciembre Isabel se fue a descansar unos días fuera de Logroño. No daba crédito a lo que le estaba ocurriendo. La historia tenía muchos visos de volver a repetirse. Durante esos días recibió una llamada del inquilino que todavía aguantaba con estoicidad en la vivienda. El arrendador problemático, según la versión de la propietaria, había destrozado la casa, se había encerrado en su habitación y no atendía a los requerimientos de la Policía.
Isabel regresó a Logroño anticipadamente y acompañada de varios agentes entró en su casa. Había destrozos por todas partes que inmortalizó con la cámara de su móvil. A él le pillaron 'in fraganti' con la habitación abierta, pero volvió a hacer caso omiso. La propietaria no pudo hacer nada.
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Las ventanas de su casa, describe la casera, las dejó de tal forma que no se podían ni abrir ni cerrar, los muebles del aseo pequeño estaban en la terraza y el baño, destrozado. También había roto las lámparas y las puertas. Un rosario de desperfectos que, además de en lo económico están haciendo mella en la ya maltrecha salud de Isabel, afectada de fibromialgia.
Después de aquel episodio, no pudo volver a entrar en su propia casa. Él había cambiado la cerradura y ella había presentado la demanda para rescindir el contrato de alquiler de la habitación por incumplimiento del mismo. El joven, al parecer, había hecho lo mismo anteriormente en otra vivienda en la capital riojana. Los caseros, cuenta Isabel, lograron desahuciarlo tras un año de batalla judicial.
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Hasta que cambió la cerradura, aparte de la demanda de rescisión de contrato, presentó varias denuncias. Desde entonces, cuenta, ya no ha interpuesto ninguna más porque sin poder entrar a su vivienda desconoce si hay más daños. Así hasta hace unos diez días. Un conocido le avisó de que habían visto al inquilino con muebles en el portal de casa. Sospechaba que podían ser de la casera. Isabel se puso a buscar en internet, en portales y aplicaciones de venta de mobiliario y de segunda mano. Finalmente, tras varias pesquisas, encontró sus pertenencias en Wallapop. Al parecer, las estaba vendiendo su inquilino, con quien este diario ha intentando ponerse en contacto, sin haberlo logrado en varios intentos.
Se siente, dice, «indefensa completamente». «Me va a dejar sin casa, ya solo le queda quemarla». «Estoy pagando impuestos por todos lados y él está a gastos pagados, todo lo que quiera gastar sin límite, luz, agua, calefacción... Que me digan a ver si esto es justicia», lamenta Isabel.
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Le gustaría contactar con personas que estén pasando por este mismo trance y con ese fin ha abierto una cuenta de correo para quien quiera dirigirse a ella y hacer fuerza para tratar de cambiar una situación que considera totalmente injusta: inquilinosnodeseables@hotmail.com.
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