Lunes

Profesores

Un periodista no tiene que saber de nada. O debe saber un poco de muchas cosas, que viene a ser lo mismo. Pero sobre todo, es imprescindible que tenga dos habilidades. Solo dos: saber enterarse de las cosas y saber contarlas, ambas con honradez. Esa, ... y no el conocimiento enciclopédico, es la diferencia entre uno bueno y uno malo.

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Por eso siempre he creído que el acceso a esta profesión se hace mal. O más concretamente, su estudio: debería ser una especie de FP dual, con rango universitario si queremos salvar nuestro ego. Dos años de culturilla básica e idioma, dos años en redacción. Porque es ahí, en la calle, donde se aprende esto. Y si no, mejor que uno acabe de profesor de universidad.

Les cuento lo mío, antes de meterme a lo que voy, para cuando alguien me ponga a parir. Porque hay temas en los que uno está seguro que va a tener esa respuesta, y uno de ellos es la enseñanza. Y en concreto, los enseñantes. Gremio que se sabe fundamental, y que como tal tiende a reaccionar malamente a las cosas que le atañen. Pero en fin, como para eso me pagan, allá voy.

Hace poco se realizaron las oposiciones de profesores de Secundaria. Muchos profesores nuevos, pues, consiguieron plaza. ¿Quiénes son? Licenciados universitarios cada uno en su materia, que ha realizado un máster de profesorado de unos meses, con unas semanas de prácticas. Si hay suerte, serán jóvenes con vocación de enseñar, que podrán empezar a aprender su trabajo. Porque ahora no saben hacerlo.

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Si no hay suerte, serán gente que quería ser otra cosa y que ha acabado de profesor porque algo hay que hacer en la vida.

Es un sistema perverso. Un profesor de Secundaria no tiene por qué tener los conocimientos de, digamos, Matemáticas necesarios para aprobar una carrera de Exactas. Deberá conocer su materia, claro, pero mucho más importante deberá ser saber cómo enseñar. Saber qué problemas se va a encontrar, cómo afrontar a los alumnos con necesidades especiales (que hay muchos y de muchos tipos), cómo aprender a dar esos contenidos que no son contenidos pero que son aún más esenciales. Cómo fomentar el pensamiento propio, el acuerdo, la negociación. Cómo hacer, en suma, todas esas cosas que no vienen en el libro de texto. Porque si usted, profesor, hace todo lo que viene en el libro y nada más, no lo dude: es usted un mal profesor. O no es un buen maestro. Sí, hay diferencia.

Creo que urge, igual que en periodismo, un cambio en esto. Una carrera de magisterio exigente y extensa, y una especialidad en aula de años. Un MIR educativo, llámenle así. Una labor de formación práctica de los jóvenes aspirantes a profesores, que aprendan dentro y, sí, puedan aprobar o no. Y una formación (¡y evaluación!) continua a partir de ahí.

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Mis hijos han tenido la suerte de haber encontrado hasta el momento una lista de maestros de esos que deberían estar en un altar. Eso es lo que quiero para todos: gente con vocación de estar ahí por sus niños, de darles lo que necesitan sabiendo que en algunos casos va a ser difícil no, sino dificilísimo. Gente valorada, pagada, competente. Profesionales de esto.

Viernes | Cuba

Dictadura buena

Señores justificadores profesionales de las dictaduras. Dos puntos. Que una dictadura tenga resultados económicos más o menos buenos (nunca son tan buenos como lo dicen, ejem) da absolutamente igual. Una dictadura puede hacer (que nunca es así, repito) que sus ciudadanos naden en oro. Pero seguirá siendo un régimen político deleznable, que persigue a su gente por ser como son. O sea, por pensar cada uno como le da la gana.

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Llevamos años aguantando franquistas con sus pantanos y sus pisos de protección. Y ahora tenemos que soportar a los pro-castristas con su medicina universal y sus sonrisas caribeñas. Y la pura realidad es que ambas cosas dan exactamente igual, y no ayudan para nada a justifica ni un régimen ni el otro. Porque les falta lo fundamental: entender que un sistema político solo es un acuerdo entre todos los que viven allí, y que si unos pocos se arrogan la decisión de los demás, eso siempre, siempre, siempre estará mal.

Que no hay democracia perfecta es tan evidente que uno se sonroja por tener que decirlo. Pero más evidente aún debería ser que no hay dictadura buena. Nunca.

Lunes | Enfermeras

Lo que falta y lo que sobra

Aquí algo falla. Y falla mucho. Y como no me cabe en la cabeza, pues se lo cuento.

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Faltan enfermeras. También médicos. Y van a faltar más en los años que vienen, a no ser que queramos volver a depauperar el sistema como en los tiempos del infame «hacer más con menos».

Pero llega la hora de apuntarse a la escuela de Enfermería (la de Logroño, por ejemplo) y hay 75 plazas ¡para más de 1.700 aspirantes!

Sí, ya sé que los cambios cuestan. Pero permítanme ustedes que no entienda que una profesión necesaria y con carestía ponga tantas puertas a su acceso. Por comentarlo.

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