La tuberculosis bovina es una enfermedad animal de declaración obligatoria que puede afectar a los humanos, que según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA-WOAH), «sigue representando un grave problema para la salud de las personas y los animales en los países en desarrollo».
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Es una enfermedad bacteriana crónica de los animales causada por el complejo de Mycobacterium tuberculosis, principalmente por M. bovis, pero también por M. caprae y, en menor medida, por M. tuberculosis. Es una importante enfermedad infecciosa del ganado bovino que también afecta a otros animales domesticados y a ciertas poblaciones silvestres.
La tuberculosis bovina es contagiosa y se transmite directamente por contacto con animales domésticos o silvestres infectados o, de forma indirecta, por ingestión de piensos contaminados. La vía de infección habitual en los rebaños bovinos es la inhalación de gotículas infectadas que un animal enfermo expulsa al toser.
Sí. Los humanos pueden infectarse al ingerir lecha cruda de vacas infectadas o a través del contacto con tejidos infectados en mataderos o carnicerías.
La enfermedad es de evolución lenta y pueden pasar meses o incluso años hasta que el animal infectado muera. Por ello, un solo animal infectado puede diseminar la bacteria dentro del rebaño antes de manifestar signos clínicos. Los síntomas aparecen en la fase tardía de la infección y se caracterizan por un estado general de enfermedad, con neumonía y fiebre baja fluctuante, debilidad, falta de apetito, pérdida de peso...
La prueba cutánea de la tuberculina es el método estándar de diagnóstico. Consiste en inyectar tuberculina bovina por vía intradérmica y luego medir el grosor de la piel en el sitio de inyección 72 horas después. El diagnóstico definitivo se confirma por cultivo e identificación de bacterias en laboratorio (tarda 8 semanas).
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La prevención se basa en el diagnóstico precoz y el sacrificio de los animales confirmados a través de programas de erradicación.
La completa erradicación de la tuberculosis bovina se complica con la infección persistente en los animales silvestres, que actúan como reservorios. En el caso de La Rioja, sobre todo en jabalíes y ciervos.
Tras el sacrificio del animal, si la afectación no es muy grande y una vez retiradas las zonas dañadas, la carne pasa al consumo humano, pues la bacteria muere con la temperatura de cualquier tipo de cocción. Por eso es recomendable, en general, no comer ningún tipo de carne cruda ni tampoco consumir leche no pasteurizada.
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