«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos...» (Evangelio según san Mateo 16,13-20)

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Cuando Concha Andreu visitó por primera vez la Moncloa ... ya tocada como presidenta del Gobierno regional (septiembre, 2019) Pedro Sánchez le insufló el aliento de los elegidos. Concha, tú serás la secretaria general del PSOE de La Rioja, vino a decirle. Y de la misma arrancó la maquinaria que acabaría como siempre acaban estas cosas. En lo que dice el jefe. Aún tuvo que esperar un año para que Francisco Ocón asumiese que su obra estaba consumada. Que su papel de conductor del rickshaw que había llevado a Andreu hasta el Palacete de Vara de Rey estaba agotado. De protagonista secundario había pasado a antagonista sin solución de continuidad. Lo de Ocón había sido un contrato por obra que César Luena le había firmado unos años antes con caducidad a la llegada a destino.

La memoria del año político que agoniza exige recordarlo y guardar una respetuosa línea de silencio por el exsecretario general y por la gente del PSOE de La Rioja arrastrada por ese mismo aluvión que acabó con la bicefalia socialista. Porque el último día de octubre, Concha Andreu recibía el aplauso de la clac socialista en Riojafórum con la sonrisa de quien se sabe con el objetivo cumplido: en menos de dos años le había dado la vuelta al partido, que en el ínterin ha cambiado tanto como lo ha hecho Gobierno regional. Aún hoy es demasiado pronto para calibrar el coste político de semejante catarsis. Que lo tendrá por más que al histórico Nacho Pérez le sugiriera solo hace un mes un análisis muy de estas fechas: «Estamos... tan bien que servimos de ejemplo a otros de cómo se deben hacer las cosas».

Ejemplo o o no, es cierto que a cualquier dirigente y a cualquier partido político riojano les gustaría estar en el sitio de Andreu, en lo particular, y en el del PSOE en lo orgánico. Porque desde Vox hasta Podemos, desde el PP hasta Ciudadanos, la política riojana disfruta de una extraordinaria mala salud que el ciudadano sufre como se sufren unas hemorroides. O un coronavirus. Casi con resignación beatífica.

Mientras, el Ejecutivo navega con más temores que certezas por las aguas inseguras que ha desbordado el virus con nombre de supositorio que nos gobierna. Ensimismado unas veces, urgido en lo sanitario casi siempre, suspicaz y bunkerizado, pero siempre atento al mañana electoral. Lo que más necesita el Gabinete Andreu es tiempo con el que recuperar el tiempo perdido en lo del COVID y las cuitas de su casa madre. Y tiempo para que la otra parte de la coalición que un día fue Podemos vuelva a ser Podemos y vuelva a estar en condiciones de apuntalar un resultado electoral favorable a la izquierda. Lo que hoy es tan hipotético como un resultado electoral favorable a la derecha. Así estamos.

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