La dama de la gente
RIOJANAS EXTRAORDINARIAS ·
Con la esperanza de mejorar el mañana, «peleo todos los días desde que me levanto», asegura Carmen Tamayo, Trabajadora social desde hace 37 añosSecciones
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RIOJANAS EXTRAORDINARIAS ·
Con la esperanza de mejorar el mañana, «peleo todos los días desde que me levanto», asegura Carmen Tamayo, Trabajadora social desde hace 37 añosComo la 'Dama de la Fuente' del Ayuntamiento, hay una mujer que lleva ahí toda la vida ayudando a beber a los más sedientos. Carmen Tamayo (Logroño, 1959), más que jefa de la unidad municipal de Servicios Sociales, que ella misma ha levantado a ... lo largo de treinta y siete años de trabajo, es toda una institución dentro y fuera de la casa. Y, en tiempos en que se cuestionan ciertos avances sociales, es además un ejemplo personal y profesional.
En 1982, cuando las administraciones todavía ejercían la beneficencia pública, se convirtió en la primera trabajadora social en un Ayuntamiento riojano y hoy dirige una red de nueve centros de servicios sociales distribuidos por toda la ciudad, cinco pisos tutelados, cuatro planes integrales y setenta y cinco trabajadores en plantilla, más el personal de servicios externos.
Cuando empezó sólo se daba un apoyo de supervivencia básica. Recién aprobado el Estatuto de Autonomía, fue María Francisca González, concejala de la corporación del alcalde de UCDMiguel Ángel Marín, quien propuso la contratación de una asistente social. Entonces se les llamaba así y no era raro confundirlas por el nombre con 'asistentas' domésticas. Debía encargarse de coordinar la colonia infantil y juvenil de Nieva y «poner en orden» y «darle otro aire» a las cartillas de beneficencia que se repartían entre el padrón municipal de personas sin recursos económicos ni asistencia médica. «En eso anduve los primeros años -recuerda-, inventando, reinventando, contándole a todo el que se atrevía a preguntar qué hacía una asistente social...» Siempre ha sido una mujer generosa.
Con el tiempo se logró crear y consolidar un sistema de atención que Carmen defiende como derecho: sólo el año pasado, la unidad que dirige atendió a más de treinta mil personas. «Hemos pasado de la beneficencia a un sistema público que garantiza el derecho a los servicios sociales, tan fundamentales como la sanidad o las pensiones», afirma. Y añade: «Hoy hay que apuntalar el sistema. En las crisis siempre se recorta de servicios sociales». Es una mujer reivindicativa.
También es municipalista convencida y valedora de la proximidad con la gente: «Mientras otros servicios se centralizaban, los servicios sociales desde el principio llegaban al municipio más alejado, al barrio más olvidado... En definitiva, estamos cerca de las personas». Pero nada ha sido fácil; casi nunca lo es en un oficio mayoritariamente ejercido por mujeres que tratan a diario con los que sufren y sufren con ellos. «Este oficio hay que creérselo, es muy duro y muy ilusionante», confiesa. Y, aunque trabajar con los peores problemas ha hecho de ella una persona realista, no ha perdido la ilusión del primer día ni la esperanza de mejorar el mañana: «Por eso peleo todos los días desde que me levanto».
La realidad social es infinitamente mejor, nadie lo duda, pero los frentes abiertos siguen siendo muchos. En su opinión, «la crisis ha aumentado la brecha de desigualdad» por encima de todo. «Pobreza sólo hay una -afirma categóricamente-; uno es pobre y es pobre para pagar la luz, para comprar la comida o los libros del cole... No entiendo esta manía de poner apellidos como 'pobreza energética'».
Quizás sólo sean cosas de políticos, de los que también habla con honestidad: «Los partidos han descubierto los servicios sociales; porque dan votos, claro». Pero no cree que todos sean iguales; ha conocido a unos cuantos. Por eso no se calla frente al avance de los que ahora niegan que la violencia contra las mujeres sea machismo y quieren una lista de quienes luchan contra ello. Lo dijo hace unos días al recibir un premio por las concentraciones contra esos crímenes: «Que apunten mi nombre: soy Carmen Tamayo». Una mujer valiente.
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