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Cuando la situación en Atención Primaria parecía parcialmente apaciguada tras un acuerdo que prevé una inversión adicional de 3,1 millones, Urgencias abre un frente más en la sanidad riojana. No se trata en realidad de una novedad. Las dificultades y necesidades advertidas por los profesionales que trabajan en uno de los servicios vitales del Hospital San Pedro han sido recurrentes durante años. Carencias que han copado el debate político de manera casi histórica y que han conducido reiteradamente a la palabra más temida por la Consejería de Salud de turno: colapso.
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Lejos de mejorar, el escenario que venía reproduciéndose se ve ahora más lastrado si cabe por el coronavirus. La implantación de los protocolos de seguridad exigidos dilata los procesos, lo cual unido a la falta de espacio, la duplicación de circuitos y otras deficiencias estructurales han avivado una llama que nunca se ha apagado. Los profesionales han llegado al límite. Durante las últimas semanas se concentran a las puertas de Urgencias para visualizar su malestar y dejar claro que sus demandas no tienen que ver con lo salarial, sino con la voluntad de mejorar su trabajo y, con ello, la calidad de la atención de los pacientes.
67 enfermeras más se han contratado en todo el Área de Salud respecto a junio del 2019.
33 TCAEs han reforzado la plantilla global junto a 11 celadores y dos técnicos de laboratorio.
3 médicos añadidos sólo para Urgencias, más un anestesista para cirugías urgentes.
Buena parte de sus reivindicaciones se resumen en una: más personal. Un aumento de efectivos neto y real, más allá del incremento anunciado por el departamento de Sara Alba y que según los trabajadores se limita a lo dispuesto en otros ejercicios para cubrir las bajas y vacaciones de verano que se producen en estas mismas fechas. El personal en todos los turnos es el mismo de siempre, sostienen advirtiendo de que la unidad de prehospitalización y también los traslados a otras comunidades se siguen cubriendo con trabajadores de Urgencias, lo cual merma aún más la capacidad asistencial del servicio. A todo ello se suma el cierre de plantas. Una circunstancia que a juicio de la plantilla –en todas las categorías se coincide en el análisis– enlentece el ingreso de pacientes y compromete el espacio necesario para la atención de nuevos usuarios. Más aún cuando quienes están pendientes del resultado de las PCR ahora cada vez más generalizadas continúan esperando en Urgencias. Una de las imágenes que visualiza más elocuentemente la coyuntura es la acumulación de ambulancias en la puerta de acceso de Urgencias, ante la imposibilidad de ubicar a los pacientes que traen. Más esperas, menos agilidad, limitación de los recursos.
Los implicados recelan de los grupos interdisciplinares articulados por la Consejería para concretar las soluciones oportunas. Como advierten, la situación es de sobra conocida más allá de las complicaciones añadidas por el coronavirus. El tiempo apremia. Y no sólo por las demandas que llevan años latentes, sino porque el temor cada vez más palpable a rebrotes vuelva a estresar al sistema y las atenciones se multipliquen de nuevo. No caben dilaciones. Hay que estar preparados y la respuesta debe ser inmediata.
La situación la conocen bien los riojanos que pasan horas aguardando en la sala de espera, la detallan quienes trabajan en primera línea y la corroboran los sindicatos del ramo. «Los profesionales están agotados» física y hasta emocionalmente», asegura Roberto Mendaza por UGT. A la escasez de personal «en todas las categorías», se suma el cierre de plantas que genera reiteradas acumulaciones en un servicio que constituye la puerta de entrada a la sanidad desde múltiples vías. Y ahora, con un extra: la necesidad de un aislamiento más exhaustivo de boxes. «El temor al riesgo de contagio sigue presente», añade Mendaza.
Elena Sutil recoge la misma idea con otras palabras. «Todos nos olvidamos rápidamente del miedo, y precisamente por eso deben extremarse las medidas de aislamiento y prevención», comenta la responsable del área de CCOO a la vez que critica la demora en implantar soluciones. «El PSOE conoce de sobra cuál es la situación y mientras estaba en la oposición la denunció duramente», recuerda temerosa de que los malos augurios se adelanten y una nueva oleada de COVID-19 resquebraje el servicio. «Todo el sistema está conectado, y las deficiencias en Primaria u otras áreas también repercuten directamente en Urgencias», apostilla. SATSE comparte una opinión similar. «Llueve sobre mojado», sentencia su secretaria autonómica en La Rioja, Marta Sáenz-Torre. «La situación de colapso lleva años y no ha hecho más que hacerse más acuciante con la pandemia», afirma. Falta de personal y de infraestructuras y cierre de controles constituyen a su juicio las principales carencias. Los «mismos errores de siempre» que cree vital subsanar «para que el paso por Urgencias no sea un calvario» y resulte factible «la calidad asistencial que el trabajador desea y el usuario se merece». Por la CSIF, su responsable del área de Sanidad aporta una exigencia más: que el personal reciba una compensación al enorme esfuerzo demostrado durante las fases más duras de la pandemia. «Su trabajo debe ser reconocido y, a partir de ahí, reforzar también las plantillas ante la realidad de que los tiempos de atención se han incrementado», propone Ángel Laspeñas sin apuntar una cifra «porque la Consejería es muy opaca en este sentido y la información que da escasa».
La cartera de Sara Alba no elude el problema, pero reclama tiempo para implementar mejoras de calado en diferentes áreas que, como declara Alberto Lafuente, llegarán para quedarse. ¿También en lo económico? «A veces no todo es cuestión de más dinero, sino de hacer un uso eficiente del disponible», matiza.
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