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25 años de la Casa de Cultura de Fuenmayor

25 años de la Casa de Cultura de Fuenmayor

JUAN CARLOS PULGAR

Domingo, 25 de febrero 2018, 00:24

Por Fuenmayor andan celebrando que hace veinticinco años inauguraron su Casa de Cultura en el edificio que desde al menos finales del siglo XVII había albergado el Ayuntamiento situado en la plaza principal del casco antiguo, centro de la vida social del pueblo que incluso albergaba hasta no hace tanto tiempo las verbenas en las fiestas de San Juan.

En esta foto, fechada en los años setenta, todavía podemos ver las flores y la jaula del canario en las ventanas con persianas de rollo del piso que habitaba el alguacil y a un vecino leyendo curioso el panel de bandos en la puerta de la entonces Casa Consistorial, pero lo que más llama la atención es la vida congelada en esta fotografía.

La entonces plaza del Ayuntamiento se llama hoy Plaza de la Cultura, con su biblioteca informatizada, su sala de ordenadores y hasta una emisora municipal de radio, pero en la foto, con la misma fachada de fondo, podemos distinguir, si nos fijamos un poco, al alguacil jugando con su nieto y a madres, abuelas y nietas sentadas a la fresca en el banco, que sigue ahí para que lo sigan usando los críos que van a la biblioteca o los adultos que se fuman su cigarro fuera, conversando como lo hacen los vecinos en esta instantánea que nos habla de unos tiempos de sillas de anea, de botijos y de juegos en la calle y de un portal en el que en fiestas se repartía zurracapote en los cuartos que habían sido no hacía tanto la cárcel municipal.

El balcón que servía para lanzar el cohete de las fiestas, hermano mayor de los que a su lado esconden tiestos y ropa tendida, sigue exhibiendo orgulloso el escudo de la familia Torrealba Salazar, una de las de más raigambre en Fuenmayor, que construyó la casa en el siglo XVI. Ahora ya no escucha desde sus centenarias paredes los chismorreos de los vecinos en las noches de verano, pero sigue siendo testigo de los chateos de sus nietos y nietas a través de la fibra óptica y de los juegos de los niños cuando salen de hacer sus deberes. Dentro de la casa, los bancos «de la contribución» fechados en el siglo XVIII nos recuerdan los tiempos en que los vecinos hacían fila sentados en ellos para pagar los tributos y alcabalas mientras acoge charlas, exposiciones y actividades de las asociaciones locales, además de ser el punto de reunión de los niños que acuden a leer cuentos, de las madres que les llevan la merienda y de los jóvenes que leen las novelas de Blue Jeans o 'wasapean' con la chica o el chico que más les mola.

Y es que, como dijo en uno de sus afamados bandos Tierno Galván, «renuévanse los tiempos, se alteran o cambian las costumbres y se introducen novedades que, sin perjuicio de que sobrevivan los antiguos usos y públicos espectáculos, ocasionan nuevos modos de esparcimiento y distracción». Podemos así ponerle a la foto colorines, música moderna, monopatines y hasta teléfonos 4G, pero en el fondo, convendrán conmigo, tampoco hemos cambiado tanto.

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