Un drama de dimensiones difícilmente calculables y con pronóstico cada vez más reservado. La soledad no deseada amenaza con convertirse en la epidemia silenciosa del futuro inmediato según permiten intuir las estimaciones estadísticas y ciertos episodios amargos y, por desgracia, cada vez más frecuentes.
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No hay que remontarse muy atrás ni escarbar en las hemerotecas. En la última semana de julio fueron hallados en dos viviendas de la capital riojana los cuerpos de sus moradores, dos personas fallecidas días atrás sin que ningún otro ser humano notará su ausencia: el primero, encontrado el martes 25 de julio en un piso de la calle Industria; y el segundo, un hombre de 72 años, en su hogar de la calle La Cadena. Solos, sin contacto con el exterior, sin nadie que les eche de menos...
Es la tragedia de la soledad no deseada, una condena que suele ir acompañada de los grilletes de tristeza, ansiedad, depresión, el dolor de tener que prender el televisor o la radio por escuchar la voz de un humano... No hay cifras reales, solo estimaciones y, la mayoría, pendientes de actualización. Así, según el Censo de Población y Viviendas de 2021, hecho público por el Instituto Nacional de Estadística (INE) el pasado 30 de junio, en La Rioja hay 132.241 hogares, de los que 40.380 corresponden a personas que viven solas (el 30,54%). De estos, casi la mitad de ellos, 17.038, están habitados por una persona de 65 y más años que vive sola (diez años atrás, en 2013, eran solo 12.500, casi 5.000 menos). Así, uno de cada cuatro riojanos en edad de jubilación censados hoy en la región, 68.851 a 1 de enero del pasado año viven sin compañía. El colectivo de personas solas es, además, mayoritariamente femenino: 11.508 mujeres (67,54%), en su mayoría tras haber enviudado; por 5.530 hombres (32,46%).
3.382 personas son atendidas por el servicio público de Teleasistencia, 2.017 de más de 85 años
Mas pistas, según los datos aportados a Diario LA RIOJA por la Dirección General de Dependencia, Discapacidad y Mayores, el servicio de ayuda a domicilio, dirigido a toda la población con dependencia reconocida que gestionan los Ayuntamientos con financiación del Ejecutivo regional, ha atendido en los siete primeros meses de este año a 5.292 personas, 4.515 de ellas mayores de 65 años, de las que 2.131 viven solas, el 47,20%. En el ejercicio pasado, 2022, la cifra de atenciones fue de 5.526, de las que 4.797 eran personas en edad de jubilación, 2.243 sin compañía en su hogar.
La contabilidad del servicio de Teleasistencia, también dirigido a toda la población con grado de dependencia reconocido, deja asimismo poco lugar a las dudas: en 2012 eran 1.332 los beneficiarios, dos años después, en 2014, ascendían ya a 1.701; en 2015, a 2.395 y desde 2019 ya superó la barrera de los 2.900. A día de hoy el colectivo atendido por este servicio son 3.382 personas, de las que 2.017 superan los 85 años. De ese total, 1.424 son personas que viven solas, 929 de ellas de más de 85 años.
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Ante este panorama, el Gobierno de La Rioja, a través de la Consejería de Salud y Servicios Sociales, quiere reforzar el combate contra la soledad no deseada de los mayores con programas y actuaciones dirigidas a detectar dichas situaciones, una pelea para la que cuenta con el apoyo de los Centros de Participación activa, servicios sociales municipales, voluntarios, los propios mayores usuarios de los centros, otros colectivos de voluntariado, entidades como el Teléfono de la Esperanza o Cruz Roja y otras sin ánimo de lucro o fundaciones como La Caixa. «En definitiva, sensibilizar a todo el tejido social para colaborar en la detección de esos casos», defiende la directora general de Dependencia, Discapacidad y Mayores, Ana Zuazo, quien añade que «como ya avanzó el presidente Gonzalo Capellán, en este Gobierno hay una sensibilidad especial con los mayores que hay que abordar y paliar».
Ana Zuazo
Directora general de Dependencia, Discapacidad y Mayores
La responsable del área defiende que «hay que trabajar en dos medidas fundamentales: en mejorar la autonomía personal y en programas de autoestima y, por otro lado, en programas que eviten el aislamiento físico y social. Hay que impulsar programas de encuentros, de actividades y, a la vez, otros que permitan detectar esas situaciones en el domicilio».
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Bajo la convicción de que «hay que seguir reforzando tanto la prevención como la detección», Zuazo avanza que «se trabajará para que exista una mayor intervención e intentar paliar este tipo de situaciones, aunque tenemos que asumir que es un nuevo reto social que se nos está planteando».
Además del impulso a los centros de participación activa como ejes clave, la directora general admite la necesidad de potenciar los servicios de teleasistencia y de ayuda a domicilio, porque «es fundamental, ya que, claro, son los que están entrando en el domicilio y pueden detectar más fácilmente estas situaciones de soledad no deseada».
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«Siempre he vivido sola, pero me he apañado y no paro mucho en casa»
Cumplirá los 88 el 7 de noviembre y vive sola, pero no en soledad. Tiene amigas, el apoyo de una vecina y a Cruz Roja, «mis chicos», asegura Pilar Ochoa con su pícara sonrisa; puro nervio sentada en el sofá: «Qué rabia, no me ha dado tiempo a haceros unas rosquillas».
En el hogar, su única compañía son Juanito y Luna, sus palomas. «Vivo sola porque no me ha querido nadie», bromea Pilar, para recitar su rutina: «Me levanto, desayuno, limpio un poquito y voy a dar una vuelta al supermercado, vuelvo, como, veo un poco la tele y a las cinco cojo dos autobuses para ir a mi pueblo, a Lardero, a jugar al chinchón en el Hogar hasta las ocho y media», resume con una mueca final: «Ayer se me dio fatal, perdí mucho, 16 céntimos».
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Cruz Roja le acaba de instalar el servicio de Teleasistencia móvil y muestra orgullosa su reloj. «Con esto, algún día me quedaré a dormir en mi piso de allí», aclara. «Siempre he vivido sola, pero me he defendido y no paro mucho en casa. Tengo una vecina que tiene llave y me ayuda siempre que la llamo y, claro, a mis chicos de Cruz Roja. Esto es el firmamento», asegura mientras toca el botoncito que cuelga de su cuello. «Me da seguridad y tranquilidad», señala con un guiño.
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