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Dentro de algo mas de un mes, cuando se apaguen las luces de Navidad que se acaban de encender, La Rioja se encontrará de golpe ... bajando por el tobogán que lleva a una de las elecciones autonómicas más inciertas de la democracia. Serán cinco meses de infarto, con la meta en un 28 de mayo que desafía a los futurólogos.
Los contendientes del ring son los de siempre, el PSOE y el PP, ya minimizadas las ruidosas huestes de los partidos que aspiraban a desbancarlos del bipartidismo clásico. Pero a la vez, esas huestes de los minoritarios tendrán en la mano la decisión: ya no de sustituirles, pero sí de decantar la balanza de un Parlamento en el que una mayoría absoluta no parece demasiado probable.
Lo más curioso de esta legislatura moribunda es que, quien más quien menos, todos los partidos riojanos que aspiran a algo en la futura cámara llegan lamiéndose alguna herida interna. Pocas veces ha ocurrido lo que estos últimos cuatro años: la guerra entre rivales políticos ha quedado oscurecida casi siempre por la siempre más sañuda gresca interna.
Algunas de esas heridas parecen haber sanado, o al menos los derrotados han abandonado el campo. Otras siguen doliendo, de modo más o menos soterrado. Y otras, en fin, amenazan con llegar vivas a mayo y, así, acabar incluso condicionando el resultado final y decidiendo si el despacho de Vara de Rey sigue ocupado por Concha Andreu o si del mismo la desaloja Gonzalo Capellán.
Los dos presidenciables han llegado a la carrera tras no pocos cuchillos esquivados. Los que volaron en el PSOE los lanzó la propia Andreu, que se deshizo sin contemplaciones de medio Gobierno para borrar todo lo que le recordara a quien la había puesto en el cargo, Francisco Ocón. Aquel despliegue rapidísimo de cabezas cortadas tiene, andada la legislatura, una virtud: ya ha pasado tanto tiempo que el posible daño electoral parece amortizado. Cosa de la que no puede presumir su rival, Capellán. El desenlace súbito este otoño de una guerra interna nada larvada ha dejado aún un poso de resquemor en una parte (pequeña, pero parte) de las filas del PP. Y no hay tanto tiempo por delante como para olvidarlo.
Todas las guerras pueden tener consecuencias, pero hay una ahora mismo abierta que podría ser la más definitoria: la que sigue abierta a la izquierda del PSOE.
Hasta hace un par de meses, todo parecía cerrado para que se rehiciera, con las siglas que fuera, la unión Podemos-IU en La Rioja. Pero la inesperada caída de la jefa regional de Podemos, Arantxa Carrero, dejó todo en el aire. Y los vientos de la desunión también soplan desde Madrid. En La Rioja saben algo evidente: unidos lo tendrán difícil para seguir en el Parlamento, pero por separado será casi imposible. Y sin ese apoyo, las posibilidades de Andreu de seguir en el Gobierno disminuyen.
A todo esto, hay una incógnita doble que podría desbaratar casi todo, la posibilidad que empieza a sobrevolar Madrid de que Sánchez adelante las nacionales a ese mismo 28M en una suerte de 'superdomingo'. Algo que borraría cualquier derivada local de las elecciones autonómicas y municipales.
PSOE
A la furia decapitadora de Concha Andreu en los años 2020 y 2021 hay que reconocerle una cosa: que puso fin al conflicto interno de un modo doloroso, pero en un momento temprano de la legislatura. Y aunque fuera traumático, dos años y medio en política son toda una vida.
Así las cosas, en el PSOE de La Rioja parece muerta y enterrada aquella disensión que tuvo tufo de guerra civil, cuando Andreu se revolvió contra su hasta entonces mentor, Francisco Ocón, y le purgó del Gobierno. A él, y a todo el que se hubiera tomado un café con él. Medio Gobierno y medio partido sufrieron las consecuencias, y los tajos fueron tantos que Ocon, dispuesto en principio a dar guerra, acabó rindiéndose con todo el equipo. Pero, lo dicho, aquello fue casi en otro siglo. A estas alturas, Andreu y su Gobierno llevan meses de campaña con una imagen de unidad bien acompañada desde el Ejecutivo.
PP
Tanto se anticipó la carrera por la sucesión de José Ignacio Ceniceros al frente del PP regional, y tanto se habló de precandidatos y de recuento de huestes, que a la hora de la verdad el resultado fue decepcionante para los amantes de las emociones fuertes.
Al final ni Alberto Bretón ni Alfonso Domínguez ni Carlos Cuevas. Génova se hartó de no poder imponer una unidad por la que nadie parecía dispuesto a ceder lo suficiente y terminó imponiendo a Gonzalo Capellán. Incluso amagó con cargarse la estructura directiva del partido, aunque al final el propio Capellán paró el golpe. ¿Herida cerrada? No del todo. Algunos partidarios de Bretón se resisten al dedo de Génova y parecen dispuestos a seguir mostrando su descontento, aunque con escaso altavoz público. La dimisión de la alcaldesa de Jalón y exparlamentaria es, por ahora, un caso único en un partido que da la impresión de querer mayoritariamente pasar página.
Unidas Podemos
Unidas Podemos nació de milagro en La Rioja y estalló nada más pasar las elecciones de 2019. Con Raquel Romero (que sigue en el Gobierno, sí) en plan 'outsider' total, perdedora primero de unas primarias y expulsada después del partido, Podemos quedaba en manos de Arantxa Carrero, en buena sintonía con la líder de IU, Henar Moreno. Todo parecía atado para una lista autonómica que encabezaría Moreno, que busca rentabilizar su muy activo papel político durante toda la legislatura.
Pero para no desmerecer de la tradición de la formación morada, Podemos estalló de nuevo: Carrero ni siquiera logró los avales para presentarse a candidata, y ya no se sabe si en La Rioja habrá suma, resta o multiplicación, ni en qué punto están unas negociaciones que duran ya semanas. Y la muleta de su izquierda es crucial, salvo sorpresa, para que el PSOE tenga posibilidades de repetir en el Gobierno en mayo.
PR+
Desactivado ya el factor Ciudadanos, el Partido Riojano aspiraba a poder recuperar algo de ese «voto de nadie» que había sido su caladero. Pero además, los regionalistas han decidido unir su suerte al movimiento ruralista de la 'España Vaciada', dando a luz a ese 'La Rioja Ahora' que acaba de dar sus primeros pasos.
Lo malo es que un cambio así no suele ser pacífico, ni cabe esperar razonablemente que no haya voces internas en contra. En esta ocasión las voces han sido altas y rápidas. Apenas diez días después de que se anunciara el acuerdo, ya había un grupo de militantes, concejales y portavoces municipales dando una rueda de prensa en contra de los modos. En el fondo de la cuestión está la sospecha de que el presidente del partido, Rubén Antoñanzas, haya decidido ceder la cabecera de la lista autonómica. Está por ver el tirón electoral de esa marca, pero al menos con ella llega un nuevo elemento a la política riojana.
Vox
Todo lo que se diga de Vox en La Rioja es una conjetura. O casi todo. El partido ultra no tiene apenas actividad pública en la comunidad. Su único cargo electo, la concejala de Calahorra Maite Arnedo, fue descabezada hace un año de la presidencia «provincial» del partido desde Madrid tras unos cuantos encontronazos extrañamente públicos con otros dirigentes del partido (algunos nacionales) en redes sociales. Tras un impás sin estructura, de repente una desconocida, Muskilda Espinosa, fue nombrada en mayo presidenta regional de la formación. Poco se supo de ella durante su mandato, hasta que la semana pasada dimitió también sin dar explicaciones. Cierto es que Vox se ufana de no dar apenas importancia a su estructura territorial, pero lo cierto es que los de Abascal llegan en el más absoluto de los vacíos de La Rioja.
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