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En términos epidemiológicos, la pandemia del COVID se ha medido en tres olas. Por el momento. Lo mismo ha ocurrido con sus consecuencias económicas: el férreo confinamiento de la primavera de 2020, la clausura de la hostelería en noviembre y el cierre de todas las actividades esenciales durante un mes al principio de 2021. Tres momentos críticos para la economía y el empleo de la comunidad ante los que se activaron los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), que se han demostrado una herramienta formidable para proteger a más de 4.000 empresas riojanas y evitar la destrucción de casi 29.500 puestos de trabajo. El Gobierno de España ha gastado 65,3 millones en pagar estos expedientes, de los que casi 5.000 siguen activos.
Pero los ERTE, sin contar el reciente 'hackeo' del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), también han demostrado fallos en su gestión: impagos, retrasos, abonos de más cuya devolución se reclama de manera posterior y, en general, el 'papeleo' exigido y las dificultades de las citas presenciales para tramitarlo debido a las restricciones para minimizar los contactos sociales. «Una locura», señalan once afectados que han accedido a hablar con Diario LA RIOJA. Algunos lo hacen con sus identidades reales y otros refieren nombres ficticios. «Es que no me quiero meter en problemas... que bastantes tengo ya», es el argumento que más escucha este periódico.
Miguel, Mónica y Tania son tres de los 4.858 empleados de la hostelería que han pasado por tres ERTE (el sector copa casi el 20% del total de los expedientes) y han sido rescatados por sus empresas otras tantas veces, «lo que te afecta muchísimo emocionalmente». El caso de Miguel es excepcional, porque, «además del bar, trabajaba veinte horas a la semana en una discoteca de Logroño», y el ocio nocturno sigue cerrado a cal y canto. Además, su experiencia con el SEPE ha sido nefasta: «Hice muchas llamadas y al final hasta julio no me pagaron todo lo del primer ERTE; en noviembre me ingresaron el doble por el de la discoteca y aún no he cobrado el del bar de enero-febrero. Así que no sé si tengo que devolver algo o no».
Mónica | Hostelería
Esther | Turismo, hostelería y movilidad
Carlota | Servicios sanitarios privados
A Mónica, por ejemplo, cuando empezó a trabajar de nuevo en junio le «siguieron ingresando el primer ERTE y estoy a la espera de que me envíen una notificación para ver cómo se soluciona». Cobró con normalidad el expediente por el cierre de noviembre, pero «nada» del de principios de este año. Una situación «agobiante» a la que se suma el baile de entradas y salidas del ERTE: «Es un bajón que te cierren cuando empiezas a coger el ritmo de trabajo y se intenta recuperar algo la facturación». Por el contrario, Tania, trabajadora de la Cafetería Las Palmeras, de Logroño, cobró «sin problemas» los dos expedientes del año pasado y el de enero, pero no el de febrero, y aunque «he llevado todo este tema bien, la verdad es que ha sido un lío con tantos cierres».
El siguiente sector con mayor volumen de empleados en ERTE es el comercio minorista: casi 3.000 trabajadores, el 10% del total. Lourdes es empleada en una zapatería y ha vivido con «miedo» esta situación porque «tengo hijos pequeños, por lo que entenderás que son muchos gastos, y mi sueldo es fundamental en casa». Su marido solo estuvo en ERTE «durante el estado de alarma, pero desde entonces volvió a trabajar como antes, a jornada completa». Esta dependienta tampoco ha tenido una relación fácil con el SEPE: «Durante el confinamiento tardaron un tiempo en pagarme y lo pasé fatal, y del cierre de un mes entre enero y febrero de este año solo he recibido lo correspondiente a una semana».
Natalia trabaja también en el sector del comercio, en concreto, en una tienda de moda, y «tras el cierre de principios de este año he vuelto a trabajar, pero al 50%; así de mal está la cosa». No tiene cargas familiares. De hecho sigue viviendo con sus pdares: «¡Y menos mal!, porque esto me pilla independizada y no sé cómo hubiera podido afrontar todos los gastos con esta reducción de jornada».
Esther «jamás» pensó vivir una situación como la actual. Es veterana, pero prefiere reservarse cuántos años lleva trabajando: «Pon que son muchos». Forma parte de la plantilla de una empresa multiservicios, que «abarca varios gremios y está vinculada al turismo, la hostelería y la movilidad». Está a punto de entrar en un tercer ERTE. Su nómina ha sufrido «una merma importante» porque «al no ser ya de fuerza mayor, el SEPE no paga el 100%, sino algo más del 50%, y, además, estoy consumiendo el derecho al desempleo generado». «Estoy con el culo al aire y con una incertidumbre tremenda», confiesa. Por si fuera poco, la relación administrativa con el SEPE, en la que «he contado con bastante respaldo de UGT», ha tenido de todo: «Ahora me abonan los pagos con puntualidad, pero al principio tardaron un poco y luego hubo cobros indebidos, así que cuando se pase todo esto tendré que revisarlo con detenimiento, sí».
El lector comprenderá que, tras tantas conversaciones que destilan inseguridad y zozobra, resulta un alivio encontrar casos optimistas en medio de esta brutal crisis y de «la pesadilla» de los ERTE. Como, por ejemplo, el de Carlos, comercial en ROCARSA, una empresa de referencia en la logística y distribución de caramelos, que ha diversificado su negocio entrando en el canal de la alimentación: «Todos, la empresa y los trabajadores, hemos tirado para adelante, hacia el mismo sitio, y eso ha sido fundamental». Según sus explicaciones, «estuvimos en ERTE quince días de marzo y el mes de abril, y todos cobramos puntuales del SEPE y creo que en las cuantías correctas; después fuimos entrando de forma escalonada, algunos con el 60% de la jornada, otros con el 70%, hasta que en septiembre todos volvimos al cien por cien e, incluso, llegamos a contratar a dos trabajadores más», dice. En su opinión, «la empresa supo adaptarse muy rápidamente a lo que venía».
Por su parte, Luis ha encontrado una nueva oportunidad laboral. Entró en ERTE en marzo del año pasado cuando estaba empleado en un hotel en Barcelona –como se puede observar en los gráficos que ilustran esta información, la hotelería se encuentra entre las primeras veinte actividades más afectadas por ERTE en La Rioja– y en esa situación se mantuvo hasta principios de febrero de este año «cuando encontré un trabajo en mi ciudad, en Logroño, que realmente me parecía interesante; tuve la oportunidad y volví». Luis añade que, «al principio, cuando se decretó el estado de alarma, estuvimos unos meses sin cobrar del SEPE, pero luego nos abonaron los retrasos». Los compañeros del hotel barcelonés que no han encontrado otro empleo «siguen en ERTE».
Y de la hotelería, al sector industrial. Hablamos de MASA con uno de sus empleados, que rehúsa dar su nombre ni utilizar otro figurado. Este trabajador relata que «nunca habíamos vivido una situación tan grave y que durase tanto tiempo». «Desde mayo del año pasado empezamos con una bajada de la producción y se implantó un ERTE del 40% de la jornada», de forma que «trabajamos tres días y dos estamos desempleados». El expediente «se fue prorrogando y actualmente estamos negociando otro que va a ir a más y por secciones, en función de la carga de trabajo». Pero es que, como remate, «hemos tenido problemas muy grandes con el SEPE porque nos pagaron de más y ahora hay que ir devolviéndolo, y hay gente que no ha cobrado algún mes».
Diario LA RIOJA aún mantiene dos conversaciones más. A Marta, el desastre le sorprendió cuando estaba empleada en uno de los sectores que, en principio, mejor ha capeado el zarpazo económico derivado de la pandemia: las tecnológicas. «Cuando se declaró el estado de alarma nos dijeron que la situación iba a ser complicada, porque nuestros clientes eran pymes; así que en la segunda quincena de marzo cogimos dos días de nuestras vacaciones y en abril fuimos a un ERTE de reducción de jornada, que se extendió hasta junio». Pero «la realidad es que mi departamento triplicó la producción en esos tres meses», lo que le hace concluir que «fue un ERTE falso». Por su parte, Carlota trabaja en el sector sanitario privado, que ha acumulado 659 expedientes laborales en la comunidad. Su contrato de trabajo se suspendió desde la declaración del estado de alarma «hasta el veintitantos de junio» y la experiencia fue «mala» porque «no se pagó al principio y luego me lo seguían abonando cuando ya estaba trabajando; así que fue un poco descontrol, pero ya he devuelto los cobros indebidos». No obstante, «hay otro problema: la inseguridad que se genera». Porque, «al tratarse de una situación excepcional para mí, y para quienes me rodean, nos crea miedo, ya que no sabemos qué consecuencias económicas tendrá y cómo estaremos dentro de un año».
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