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Aquel día de enero, a eso de las once de la noche, Mohammed Kamouni, de 32 años, entró en el Hotel El Corregidor y pidió algo de cenar. Le dijeron que la cocina ya había cerrado. Decidió entonces tomarse una caña. Pegó un sorbo, cogió el teléfono y llamó al puesto de la Guardia Civil. Preguntó por el sargento. Le advirtió que en unos minutos iría al cuartel a entregarse. Acababa de matar a cuchilladas a su antigua novia, Cristina Pacheco.
Cristina era sevillana. Llevaba viviendo diez años en Santo Domingo de la Calzada. Engarzaba trabajos de temporera. En La Rioja conoció a Mohammed (Tánger, Marruecos, 1970), que en 1999 se convirtió en su pareja sentimental. «Desde el inicio –dice la sentencia–, la convivencia resultó problemática por la actitud dominante, violenta y agresiva del acusado». Cristina tenía entonces dos hijos. Uno de ellos, el mayor, se había quedado en Rota (Cádiz) a cargo de los abuelos. Otro, muy pequeño, estaba con ella en Santo Domingo. En agosto del año 2000 nació el tercero de sus hijos, fruto de su relación con Mohammed.
El infierno comenzó muy pronto. El 29 de julio de 2001, Kamouni le pegó una paliza a Cristina. Le rompió la mandíbula. Tuvo que ser operada en el hospital Miguel Servet de Zaragoza. Tardó más de seis meses en curar. Apenas recuperada de sus heridas, tras una nueva discusión en su casa, Mohammed cerró la puerta para evitar que Cristina escapara y la golpeó con saña. Le dejó el cuerpo lleno de hematomas y la pierna izquierda despellejada.
En mayo de 2002, Cristina tomó por fin la decisión de marcharse de aquella cárcel medieval. Mohammed, encolerizado, llamó entonces a los padres de su expareja y les dijo que, si no regresaba con él en diez días, la mataría. La víctima pidió auxilio al juez, que dictó una orden de alejamiento. En octubre, Cristina acabó ingresando en un centro para mujeres maltratadas.
Pero volvió. Y regresaron las peleas, las voces, las trifulcas callejeras, los agarrones, las amenazas. La trabajadora social y la psicóloga que la atendieron explicaron cómo el miedo le atenazaba y le hacía retornar con su agresor: «Era un círculo de violencia». «No la dejaba vivir. Le tenía pánico», señaló en el juicio una de las hermanas de Cristina. Y así discurrió su vida, de susto en susto, hasta el 26 de enero de 2023.
Aquella tarde, Cristina se fue con sus dos hijos a la casa de un amigo. A eso de las diez y media, Mohammed salió a la calle Mayor armado con una navaja. Cuando se la encontró, la abordó y le metió seis puñaladas con gran violencia. También hirió a su acompañante. La dejó muerta sobre el pavimento. Él tiró la navaja y se fue a tomar algo al bar. En el juicio dijo que fue «un arrebato» y que él no era un maltratador.
A Kamouni le cayeron 35 años de prisión por asesinato, lesiones y violencia habitual. Le quitaron la patria potestad de su hijo. También le impusieron indeminaciones, pero el juzgado le declaró insolvente. Sigue encerrado en la cárcel de Daroca.
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Jon Garay e Isabel Toledo
Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
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