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El 5 de septiembre de 2018 el cuerpo del empresario ganadero Javier Castillejo, de 42 años, fue hallado en una balsa de riego en Alfaro. Casi cinco años después, el crimen continúa en trámite y tres de los siete detenidos que ingresaron en prisión ... provisional están hoy en la calle.
En el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 3 de Calahorra siguen las pesquisas de un asunto que conmocionó a Aldeanueva de Ebro, localidad natal de la víctima, y a Calahorra, donde residía junto a su mujer y sus dos hijos.
Aunque el cadáver fue localizado en 2018 hubo que esperar un año para que los agentes de la Guardia Civil, tras una compleja investigación, dieran con los presuntos responsables del asesinato del empresario. La operación, bautizada como 'Yuko', se saldó con la detención de siete personas. Unas llevaron a cabo el crimen y otras les dieron cobertura. En total, eran cuatro hombres y tres mujeres de entre 20 y 61 años, todos del mismo clan familiar.
Tres de ellos, los supuestos autores materiales del asesinato de Javier Castillejo ingresaron en prisión provisional hasta que cumplieron el plazo máximo, sin que el juzgado prorrogara su estancia entre rejas hasta la celebración del juicio, y salieron a la calle.
Pero ¿quiénes eran los presuntos asesinos? Tras abrir varias líneas de investigación, todo apuntaba, según informó a finales de octubre de 2019 la Guardia Civil, a la mano derecha y empleado de la víctima. Un hombre que responde a las iniciales J.G.A. y que los efectivos tildaron de «delincuente peligroso».
J. G. A. tiene un amplio historial delictivo. En 2012 la Audiencia Provincial de Lleida le absolvió por falta de pruebas del asesinato del empresario cárnico leridano Santiago Mir, muerto el 1 de agosto de 2009 cuando cuatro encapuchados entraron a robar en su casa y le dispararon con una escopeta recortada. El tribunal concluyó que el testimonio de la viuda de Mir, la única testigo de los hechos, contra el acusado no era suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia. El día que se cometió el crimen, J. G. A. estaba de permiso carcelario. Por entonces cumplía una condena de siete años de prisión por diversos robos con fuerza perpetrados en 2003. Poco después de su absolución, J. G. A. se trasladó a La Rioja Baja.
Una vez en esta comunidad, el presunta cabecilla del clan, de acuerdo con las conclusiones a las que llegó la Guardia Civil, conocía todos los movimientos que hacía su jefe y tenía constancia de todas las transacciones que efectuaba. El día del crimen sabía que su jefe estaría solo en su granja de pollos de Alfaro y que en ese momento dispondría de una gran cantidad de dinero, así que junto a otros dos miembros del clan familiar se trasladó hasta la explotación, redujeron al empresario y le ataron de pies y manos. Tras amordazarle, le metieron en el maletero de su coche, acabaron con su vida con un arma blanca y arrojaron su cuerpo a una balsa de riego con un contrapeso en la cintura para que se hundiera.
Tras acuchillar y tirar el cadáver de Castillejo, su mano derecha y sus dos colaboradores directos ayudaron en el dispositivo de búsqueda, convencidos de que el cuerpo no iba a salir a flote. Lo habían lastrado con un contrapeso atado a la cintura, pero dado el material plástico que recubre la balsa no fue suficiente. En cuanto se recuperó el cadáver, los tres presuntos autores de la muerte dejaron de tener contacto entre ellos, con el fin de tomar todo tipo de medidas de seguridad. Cinco años después, sigue en trámite.
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