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«Abril es el mes más cruel, hace brotar / lilas en tierra muerta, mezcla / memoria y deseo», T. S. ELLIOT ('LA TIERRA BALDÍA')El lunes, 6 de abril, el Partido Popular emitió una nota de prensa donde se lamentaba de la nula predisposición del Gobierno de coalición que preside Concha Andreu para adecuar el escenario político a la austeridad que reclamaría la vigente coyuntura, dominada por el combate ... contra la crisis del coronavirus. Eran unas palabras sensatas; en esos párrafos, el comunicado del PP, principal partido de la oposición, gobernante en La Rioja hasta anteayer, echaba de menos algún gesto de nuestros actuales mandatarios, que ruegan sacrificios a sus representados (y éstos obedecen a sus exigencias, porque entre otras razones carecen de otra alternativa) mientras la clase dirigente se mantiene al margen, más o menos. Ni recortes salariales, que podrían ser entendibles en las áreas de la Administración ausentes de la primera línea de frente, ni poda de altos cargos cuyo concurso ahora mismo parece prescindible. En medio de la desolación reinante, mientras se multiplican los expedientes de regulación de empleo, se desboca el paro y mengua el crecimiento económico a un ritmo de dos dígitos, entre los ocupantes del Palacete no prende la voluntad de aceptar esfuerzos semejantes a los que aceptan sus administrados.
Claro que la queja del PP hubiera podido dotarse de un sentido superior, ejemplarizante, si hubiera unido a sus críticas un gesto semejante al que sugiere del Ejecutivo: aminorar la lista de diputados que, en estos días de apuros económicos, cobran en sus filas con cargo al contribuyente. O amputar su propio servicio de asesores, esos misteriosos personajes cuyo cometido parecía un secreto en época de bonanza y hoy entronca directamente con el puro absurdo. Y su reproche hubiera quedado más legitimado si no desprendiera cierto tufo a oportunismo: llegó apenas unas horas antes de que, como los propios diputados del PP ya sabían, el Parlamento acordara suspender al menos por un año su prometida profesionalización. Un gesto que sí honra al conjunto de sus señorías: ese millón de euros que iba a costar un Legislativo donde se hiciera realidad el sueño de tantos de sus ocupantes (vivir de la política) se destinará a las partidas presupuestarias que luchan contra la pandemia. De vez en cuando, incluso en tiempos de tinieblas, se alumbran buenas noticias allí donde nunca pasa nada.
El comunicado del PP contó con un valor adicional. Llevó el debate sanitario al centro de la política, que en algún sentido es su espacio natural. Aunque, como suele ser habitual en la escena pública regional (y española), ese tipo de discusiones sólo sirven sólo para embarrar el terreno de juego. Para que cada cual saque lo peor de sí mismo, en deprimente oposición a la cabal respuesta de sus representados: justo cuando la sociedad riojana (y nacional) parece dispuesta a apartar de sus rutinas cuanto separa a sus miembros, la clase política no deja de renunciar a su deporte favorito: ahondar en sus diferencias. Al celtibérico estilo, el que retrató Goya. A garrotazos.
Véase por ejemplo el lastimoso pleno del Congreso de Jueves Santo. O el cruce de dardos entre Andreu y el PP de esa mañana, que generaba algo de vergüenza ajena. En abierto contraste con tan mejorable espectáculo, ese mismo día Diario LA RIOJA entrevistaba a la presidenta en las salas del Cibir, en una de cuyas plantas, ajenos al ruido, los responsables de Salud seguían a lo suyo, robándole horas al día para alcanzar el edén prometido. La victoria sobre el virus. Ese mañana, cuando las mutuas críticas entre Gobierno y oposición sean un vago recuerdo que sólo ayude a abochornar a sus protagonistas.
El ejemplar desempeño del conjunto de la ciudadanía, incluyendo a la inmensa mayoría de sus autoridades sanitarias, se refleja estos días en forma de aplausos. Esa ovación que recorre La Rioja hacia el crepúsculo, cuando terrazas y balcones recobran el protagonismo que la crisis les negaba. El confinamiento se salva durante unos minutos, mientras arrecian las descargas de aplausos y se oxigena el interior de nuestra cuarentena, que es física pero también de orden mental. Emocional. Es un gesto, pero tiene su importancia. De las ventanas emerge entonces un aire muy puro, que podría alcanzar a nuestros representantes, a tiempo todavía de emular a la ciudadanía con otra dosis de eso mismo. De gestos. Gestos que se necesitan para mantener la confianza en nuestros políticos. Los que olvidan que estos días el votante desde luego examina a la oposición, pero sobre todo al Gobierno.
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