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El SARS-CoV-2 no entiende de sexo, raza o edad. Su propia supervivencia le va en ello. Cabalga al trote cuando puede, galopa sobre los descuidos y se desboca con las irresponsabilidades. Cualquier resquicio le viene bien y sin un nicho poblacional por ... el escudo vacunal, desciende al inferior y extiende sus garras hacia víctimas más jóvenes.
En esta cuarta ola, la edad media de los contagiados ha caído en casi cinco años, de los 45,91 del tsunami postnavideño a los actuales 40,55; una tendencia que aún es más intensa en los hospitalizados, cuyo perfil ha pasado de 70,60 a 62,64. La diana del riesgo rejuvenece y, de hecho, cinco de los fallecidos en esta cuarta ola eran personas de mediana edad, el último, la semana pasada, un hombre de 51 años.
Aunque no es la única razón, la incidencia del plan de vacunación tiene mucho que ver en el nuevo escenario, según admite el director general de Salud Pública, Pello Latasa. «Sí, es evidente el impacto de la vacuna. Es habitual que cuando se despliega una campaña de vacunación que protege a una determinada cohorte de edad, la enfermedad tiende a buscar el nicho en las siguientes. Lo hemos visto en enfermedades infantiles, cuando vacunas a lactantes o niños en edad preescolar, la incidencia sube en menores con unos pocos años más», aclara Latasa, que explica que «aquí estamos viendo lo opuesto, porque empezamos a vacunar a las cohortes más mayores y vamos bajando, con lo que quitamos el nicho de contagio a la enfermedad y esta busca a qué personas puede infectar, que son las que están inmediatamente por debajo».
Pello Latasa | Director general de Salud Pública
Los cambios en la afección por edades han sido continuos en la pandemia. En la primera ola, la media de los contagiados era de 59,6 años y la de hospitalizados, de 67,3. «Esa primera ola está muy sesgada porque las pruebas diagnósticas se orientaban sobre todo a las personas que tenían formas más graves de la enfermedad y, por tanto, a los más mayores», detalla Latasa, que achaca al cambio en la estrategia de detección y a los distintos patrones de transmisión las diferencias en la afección en las siguientes oleadas. En la segunda, tras el verano, se apreció un intenso descenso de la edad media de los contagiados –40,78 años, 18,82 menos– y un leve repunte de hospitalizados –de 67,3 a 68,04– y en la tercera, después de Navidad, se produjo un incremento en ambas: 45,91 en infectados y 70,60 en ingresados. «En la segunda probablemente tuvo que ver con un patrón de transmisión de jóvenes y relacionado con fiestas y comportamientos de ocio; y en la tercera, sin embargo, posiblemente se debió a las reuniones intergeneracionales navideñas. De hecho, cuando estudiamos las tasas de incidencia por grupos etarios en la segunda ola vemos un ascenso rápido y elevado entre las edades jóvenes que luego pasa al resto; mientras que en la tercera es simultáneo en todos los grupos de edad».
Con cuatro olas, con distinta presentación y diferente afectación etaria y eventos de propagación, el director general alerta de que «en esta cuarta vemos algo que no se apreció en las anteriores, excepto en el final de la tercera, y es que mientras en aquellas la ocupación en planta y en la Unidad de Críticos iban parejas, en esta la presión hospitalaria es relativamente manejable, pero en la UCI sigue siendo muy elevada». El cambio puede tener también su relación con la vacunación y el descenso en la edad de los afectados. «Mientras en olas anteriores, la UCI se vaciaba antes porque las personas que ingresaban eran más frágiles y vulnerables, lo que provocaba un desenlace fatal en muchos casos; en la actualidad, los pacientes, al ser más jóvenes, resisten más y no fallecen, pero requieren más tiempo de ingreso», aclara Latasa, que no olvida tampoco la incidencia de algunas de las nuevas variantes.
Frente a ello, el experto advierte de que «ahora el momento es clave y la población debe demostrar todo lo que ha aprendido y sabe hacer y poner de manifiesto que es capaz de cumplir con las medidas de autoprotección. Nosotros seguiremos con la detección precoz, el aislamiento de los casos, el estudio y cuarentena de los contactos y la vacunación. La gente está cansada y hay que entenderlo y es cierto que, poco a poco, hay que intentar volver a la normalidad, pero sin ponernos en riesgo. El estado de alarma ha terminado, pero la crisis sanitaria, el virus, no, y si esta nos obliga a adoptar de nuevo medidas adicionales, se hará. Si la pandemia nos obliga a retroceder, una palabra que no me gusta, lo haremos».
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