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Y, por fin, llegó el día de este domingo más de tres meses después. Con el decaimiento del estado de alarma y la recuperación de ... la movilidad entre las regiones españolas, Elena González Murguiondo pudo cruzar la frontera que separa Logroño, donde reside, de la localidad navarra de Viana, su pueblo de origen, para reencontrarse con sus padres, hermano y cuñada, tías y primas. Esta familia llevaba separada desde mediados de marzo, pese a vivir a apenas diez kilómetros de distancia.
«Estos últimos días han sido una agonía porque dijeron que si desde el pasado día 15 se permitiría la movilidad entre territorios, pero con los rebrotes en el País Vasco hemos tenido que esperar hasta este domingo», afirmaba la joven.
El reencuentro en el hogar de los González Murguiondo fue muy especial. Elena dio a luz a su segundo hijo, Javier, el pasado 7 de marzo, apenas una semana antes de la declaración del estado de alarma. «Los abuelos solo pudieron ver una vez al pequeño en el hospital», indicó.
Asimismo, ella tiene unas ganas locas de jugar con su sobrina, que nació en enero y a la que solo ha podido ver «en cuatro o cinco» oportunidades. «Antes del confinamiento nos solíamos juntar siete (mis padres, mi hermano y mi cuñada, mi marido, mi hija Gabriela y yo; este domingo, con los dos pequeños, fuimos nueve», apuntó.
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A mediodía marcharon a Viana a tomar el vermú y saludar a más familiares y vecinos. «Sé que están esperando para vernos», decía Elena momentos antes de partir. Luego, el patriarca de la familia agasajó a los suyos con una paella, «su especialidad». «Antes podía aguantar meses sin ir a Viana, porque mis padres venían a Logroño con frecuencia; pero ahora no veo el momento de regresar a mi pueblo», confesó la joven antes de subir al coche.
Además del propio reencuentro, esta familia (o «clan» como lo define con una sonrisa Elena) tiene mucho que celebrar. «Mis padres enfermaron de coronavirus y mi hermano, mi cuñada y mi marido también dieron positivo», admitía.
Ha sido una primavera muy dura para los González Murguiondo. «Lo malo enseguida se olvida, pero en mi caso particular he tenido a mi marido enfermo y yo, recién dada a luz, me he tenido que ocupar de todo sin que nadie me pudiera venir a ayudar, con dos niños pequeños en casa. Además el bebé, de estar siempre encerrado, no distinguía entre el día y la noche y apenas he podido dormir ni descansar», explicó.
Ahora que está volviendo a quedar con amigas, está recibiendo esos regalos para el niño que le llevaban aguardando desde marzo. «Muchos ya se le han quedado pequeños», sonreía. Este domingo vivió el que más anhelaba: el reencuentro con los suyos. «Después de tanto tiempo tenemos muchos nacimientos, cumpleaños, días del padre y de la madre y cosas pendientes de celebrar», concluyó.
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