Día 30: Un mes en Sorzano
Diario de una cuarentena rural ·
«Ayer celebramos Halloween. En uno de esos armarios en los que se amontona de todo y que tanto les gusta husmear aparecieron calabazas varias y telas de araña artificiales...»Secciones
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Diario de una cuarentena rural ·
«Ayer celebramos Halloween. En uno de esos armarios en los que se amontona de todo y que tanto les gusta husmear aparecieron calabazas varias y telas de araña artificiales...»Un mes. 30 días. Si hace un mes nos hubieran dicho que un mes después nos quedaría al menos otro mes de encierro, probablemente nos hubiera parecido imposible. Pero la realidad es la que es, la pandemia y el virus no entienden de plazos ... y la famosa curva, aunque parece querer empezar a doblarse, no está muy convencida de ello y de vez en cuando nos da algún que otro susto. Sea como fuere, parece que a este diario de la cuarentena le queda, al menos, otro mes de vida.
Hace un mes todo era nuevo para todos, una especie de aventura temporal que, confiábamos, tendría una duración más o menos breve. Aquí no va a pasar lo mismo que en China, decía alguno que otro demasiado orgulloso y autosuficiente. Quizá un exceso de optimismo; quizá un reflejo del supremacismo occidental. Pero aquí estamos. Intentando aprender a sobrellevar el confinamiento de la mejor manera posible. También en Sorzano.
Un mes después, por aquí han dejado de venir los visitantes de fin de semana (que alguno ha habido); las tertulias junto a la furgoneta del panadero son ahora más cortas; el silencio de la carretera resulta ensordecedor; y la niebla, sobre todo en estas últimas semanas, ha difuminado el paisaje para que todo sea un poco más agobiante, un poco más lúgubre. Como si la climatología también quisiera añadir su granito de arena a esta distopía cargada de realidad.
Que la vida va más lenta, es algo palpable: cualquier cuestión rutinaria requiere ahora el doble de tiempo. Por eso, todos los ambiciosos planes que habían incorporado las cosas que íbamos a hacer durante este confinamiento se han ido al garete: ni hemos leído tanto como esperábamos, ni hemos escrito lo que queríamos, ni hemos hecho tantas cosas que queríamos hacer... Salvo comer, claro. Y alguna que otra cata...
Y esa rutina tan anárquica que nos invade la han trasladado las peques también al calendario. Por ejemplo, ayer celebramos Halloween. En uno de esos armarios en los que se amontona de todo y que tanto les gusta husmear aparecieron calabazas varias y telas de araña artificiales. Se hizo el silencio y diez minutos después media casa estaba decorada como sin en pleno mes de noviembre estuviéramos.
Lo bueno (o lo malo) es que en casa tengo dos becarias que amenazan con seguir los pasos de su padre en esto del periodismo. «¿Es ahora la rueda de prensa? (la del coronavirus)», me preguntó ayer Valentina. «¿Puedo verla?». Luego ya se le olvidó. Pensará que es algo muy divertido que su padre, como no tiene otra cosa que hacer, disfruta tranquilamente a través del ordenador, como si de un episodio del club de la comedia se tratara... Luego se le olvidó, pero le hemos puesto deberes, y para que vaya aprendiendo de qué va esto (con la idea de que se vaya por Ciencias, que las Letras están muy mal pagadas) un día de estos se tiene que encargar ella de escribir esto. Seguro que lo hace bastante mejor.
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