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La desescalada se acerca pero los indicadores sanitarios están ahí y chocan con la urgencia de los negocios por abrir sus puertas. El debate está servido. Por un lado, la región sigue en alerta roja, con una incidencia de más de 400 casos y ... con 15 pacientes más en la UCI que hace 3 meses. Por otro, los afectados alertan del impacto sobre el empleo y la economía de una clausura «desproporcionada»
Argumentos a favor del cierre
Las autoridades sanitarias riojanas se tientan la ropa en vísperas de la posible reapertura, total o parcial, de la hostelería, la restauración y los negocios no declarados esenciales. En un lado de la balanza, la economía y el drama de miles de familias con la persiana bajada durante demasiados meses desde marzo pasado; en el otro, la salud de los riojanos y la necesidad de doblegar una tercera ola que se desbocó cuando aún no habíamos logrado domar la segunda y que ha segado decenas de vidas y ha llevado al borde del abismo al sistema sanitario.
Necesitamos sus cafés, sus cañas bien tiradas, sus pinchos... Hay que ayudarles a recuperar parte de lo perdido, en muchos casos después de inversiones y adaptaciones muy costosas, para tratar de garantizar una seguridad que, por desgracia, escapa a todo lo que puedan hacer desde el otro lado de la barra. Se sienten señalados y maltratados y tienen sus razones para protestar. Han cumplido, su bajo índice de contagios lo certifica, pero han vuelto a pagar con su cierre cualquier exceso o descuido de otros, de muchos.
Incidencia acumulada Pese a la mejora de las últimas semanas, sigue en tasas de difícil control y en riesgo extremo.
UCI saturada La ocupación de la unidad duplica aún el riesgo extremo fijado en el 25%.
Precaución Una apertura acelerada puede llevar a nuevos cierres que nadie desea.
Difícil control Los hosteleros cumplen las normas, pero la propia actividad y la relajación en el uso de mascarillas en momentos de ocio multiplican los riesgos.
Están ahogados y les urge trabajar tanto como a los riojanos poder volver a su terraza favorita para recordar, con mascarilla y distancia, la vida que hemos perdido. Hay que abrir. La duda es cuándo y cómo. ¿Este próximo fin de semana? ¿Al siguiente?
El SARS-COV-2 no perdona y sigue ahí, poderoso y listo para reactivarse. La cuarta ola llegará y para afrontarla con garantías y evitar nuevos cierres hay que dejar los deberes hechos. Las prisas no son buenas consejeras y menos en las desescaladas, como ya se ha comprobado en este año de pesadilla. El riesgo de precipitarse tiene un precio altísimo, 705 vidas segadas hasta ayer. Hay muchas otras en juego y demasiado que perder, porque es evidente que La Rioja ha mejorado en las últimas semanas, pero también es seguro que está aún muy lejos de estar bien.
La balanza aún no se ha equilibrado, el plato sanitario aún se inclina peligrosamente, más incluso que en el precedente de la anterior desescalada, aquella de finales de noviembre que puso fin al confinamiento perimetral de Logroño y Arnedo y reabrió sus negocios hosteleros y que tal vez llegó demasiado pronto y no nos dejó ver el nuevo tsunami que llegaba para volvernos a arrasar. Fue el 29 de noviembre, cuando la región todavía presentaba una tasa de incidencia acumulada a 14 días (IA14) de 421,72 casos por 100.000 habitantes, la UCI acogía a 32 pacientes COVID, se contabilizaban 22 muertes y 603 nuevos positivos confirmados. La factura posterior aún se paga y casi tres meses después, en vísperas de otra desescalada, la IA 14 es similar, 408,63, la cifra de fallecidos de la última semana casi idéntica, 23; y la de nuevos positivos, 300. Pero la UCI, con 47 ingresados, 15 más que un trimestre atrás, duplica aún la tasa de riesgo extremo fijada en el 25% de ocupación.
Ahora –tampoco en noviembre– se cumplen las condiciones que se dieron cuando recuperamos por primera vez nuestros bares robados. Era el ya lejano 25 mayo, una desescalada a la que La Rioja desembocó con su UCI vacía, con solo 16 nuevos positivos semanales, 9 muertes y una IA14 de 11,36.
Hay motivos para las dudas, pero a muchos negocios se les acaba el tiempo.
Argumentos en contra del cierre
ogroño. Hosteleros, comerciantes, alojamientos turísticos, peluquerías y centros de estética, autónomos en general. Todos claman contra el cierre decretado por el Gobierno regional que hoy se sabrá si se prolonga en el tiempo y para quiénes. Estos microempresarios llevan semanas movilizándose por entender «desproporcionada e injusta» la medida. ¿Por qué? Pues son varias las razones sobre las que sostienen su posicionamiento.
En primer lugar porque, según explican, «ningún» establecimiento en los que existe un contacto directo interpersonal ha sido foco de contagios o, «cuando menos, el Gobierno no ha informado de ello». De hecho, añaden, la tasa de incidencia de casos detectados en cualquiera de estos negocios «es muy baja». Para ello se aferran a los datos «que hasta diciembre daba a conocer el Ejecutivo, pero que ya no se han publicado en lo que va de año coincidiendo con este cierre brutal». Así lo expone la patronal hostelera riojana, que asegura que en el caso de su sector la tasa de casos originados en bares y restaurantes «no superaba el 2,5%, cuando la de reuniones familiares estaba en el 16%». Asimismo, «centros científicos como el Instituto Carlos III de Madrid reducen ese umbral al 1,5%».
Datos sanitarios Las cifras de incidencia hasta diciembre (último mes publicado) indicaban una tasa de contagios muy baja: en torno al 2,5% en hostelería, según el sector, cuando la de las reuniones familiares rondaba el 16%.
Negocios seguros Inversiones en desinfectantes, geles hidroalcohólicos, mascarillas, material desechable y ventilación mecánica de establecimientos.
Impacto económico Servicios representa el 50% del PIB regional y de él, comercio y hostelería copan per se en torno al 22%.
Impacto en el empleo Unos 25.000 puestos de trabajo directos afectados por el cierre.
«Solos» Sin planes específicos ni exención fiscal y con ayudas que «no se pagan».
El segundo factor con el que replican al 'cerrojazo' es que todos los establecimientos son «seguros». Además de espaciar las citas entre cliente y cliente, y airear adecuadamente sus locales, aducen «las importantes inversiones que hemos hecho para equiparnos con material para garantizar la adecuada desinfección de las tiendas y de los gabinetes y salones, amén de geles hidroalcohólicos, material desechable, mascarillas y máquinas de ventilación mecánica».
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«¿Quién pagará todo esto?»
Y a estas premisas, los sectores afectados añaden otras tres de índole económica y laboral. El sector servicios, en el que se engloban, representa más de la mitad del PIB de la región, unos 4.000 millones de euros aproximadamente, de los que alrededor de 1.900 millones son aportados por sí mismos por la hostelería y el comercio. Y, claro, al tener cerrados sus negocios no facturan ni generan ingresos para sí, cuando siguen teniendo que hacer frente a «todos los gastos fijos», al 15% de las cotizaciones sociales de sus trabajadores, en caso de tenerlos, y al pago de impuestos, «de los que ninguna administración nos ha exonerado». Pero tampoco para las arcas públicas, y se preguntan: «¿De donde piensa el Gobierno regional que va a sacar el dinero para, por ejemplo, sostener y reforzar todo el sistema sanitario?».
Además, otro elemento fundamental para refutar el cierre de actividades no esenciales es el impacto que está teniendo en el mercado laboral riojano. Es cierto que los ERTE están evitando que muchas persianas se hayan bajado ya de forma definitiva e irremediable, pero son más de 25.000 puestos de trabajo los que se ven afectados: 10.000 del comercio, 8.000 de la hostelería, 2.000 del ocio nocturno, otros 2.000 de las empresas de belleza e higiene personal... y, así, suma y sigue.
Y, por si fuera poco, han llegado a esta situación «crítica, en la que nos prohiben nuestro derecho a trabajar, sin ayudas, porque no se pagan y sin planes específicos sectoriales, como han elaborado otras comunidades».
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