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María, Cecilia, Laura, Alberto y Jorge, el pasado fin de semana a las puertas de una confitería centenaria del centro de Madrid.
Riojanos expectantes en un Madrid confinado

Riojanos expectantes en un Madrid confinado

María, Celia, Laura, Alberto y Jorge asumen con una mezcla de responsabilidad y calma las restricciones, ajenos a las disputas políticas

Teri Sáenz

Logroño

Martes, 6 de octubre 2020, 07:23

El Madrid de hoy no difiere demasiado del Madrid de la pasada semana. La refriega política y las medidas impuestas para frenar la propagación del virus apenas han trastocado el paisaje diario y solo algunas rutinas se han visto alteradas parcialmente en el primer día laborable del nuevo escenario. Así lo confirman un puñado de los riojanos que residen en la capital y mantienen sus agendas habituales de las que, eso sí, han borrado volver a casa de visita. Al menos, a corto plazo.

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Alberto Mangas da fe de la normalidad. «El fin de semana sí que se notaba menos gente, pero esta mañana (por ayer) había un atasco en La Castellana como nunca», comenta desde la oficina donde trabaja, en la zona de AZCA. Consultor tecnológico con casi tres años ya de estancia en la capital, no percibe grandes diferencias. «Mi día a día, desde luego, apenas ha cambiado porque desde el inicio de la pandemia he procurado ser muy estricto», señala explicando cómo uno de los principales cambios de hábitos ha consistido en prescindir del transporte público y utilizar la moto para desplazarse.

También María Echeverría huye de las aglomeraciones en sus viajes por la ciudad, como venía haciendo desde tiempo atrás. «No cojo el metro desde marzo», confiesa esta logroñesa de 27 años y consultora en una agencia de comunicación ubicada en la zona de Chamartín. «Ahora recurro a taxis, Uber o Cabify desinfectándolo todo y al terminar la jornada vuelvo a casa andando casi una hora y media», indica confiada en que las medidas impuestas rebajen la incidencia del COVID que reflejan las estadísticas. «¿Miedo? Claro. Siempre está el temor de contagiar o ser contagiado, pero hay que aprender a convivir con ello y no bajar la guardia», reflexiona.

En el puesto de Laura Soria tampoco han tenido un impacto excesivo las limitaciones, porque hace meses que se impuso un férreo protocolo. Analista de Riesgos para el Banco Santander en la Ciudad Financiera que se ubica en Boadilla del Monte, el teletrabajo dos días a las semana salva cualquier contingencia que tampoco percibe cuando debe acudir en persona. «Todos los compañeros contamos con un salvoconducto para movernos, la empresa dispone de un autobús propio, la renovación del aire es continua y nos someten a PCR y test serológicos antes de ir, con una especie además de radar COVID interno que en caso de detectar un positivo, confina a quienes han estado en contacto», relata más allá de los geles y mascarillas que forman ya parte del paisaje, dentro y fuera del trabajo.

La misma sensación de continuidad vigilada percibe Cecilia Bello, que acumula cuatro años en Madrid, primero estudiando Enfermería, luego ejerciendo y ahora ampliando su formación en Podología. «La única diferencia real que veo es en bares y comercios, que ahora cierran con antelación, pero en la universidad la vida continúa con las medidas de distancia e higiene que ya existían y el día a día prosigue con la inevitable incertidumbre».

En lo que el grupo de riojanos afincados en Madrid también coincide es en la incomprensión y el lamento por la tensión protagonizada entre el Gobierno regional y el Ministerio de Sanidad. «Considerando la naturaleza de la situación me parece frustrante», opina Cecilia. Sin entrar a valorar las razones de una parte o la otra, lo que más censura María es la «inseguridad» que transmite la disputa. «Si hay que tomar medidas, que se tomen y ya está», zanja sin querer, igual que Laura, profundizar en los motivos ni los intereses de la discusión «porque lo básico es que los contagios se frenen y la situación se estabilice». Alberto va más allá: «Lo que deben hacer es mirar por el bien común, no pelear por quién toma el mando».

María Echeverría | Consultora de comunicación

«Espero que la situación se normalice en pocas semanas»

La última reunión a la que ha debido acudir María por motivos profesionales ha sido en la localidad de Alcobendas. «No he tenido problema para llegar ni hemos encontrado controles», relata. Las restricciones impuestas ahora son las que ella y su entorno ya practicaban en una rutina interiorizada. «Nunca me junto con más de seis personas, siempre llevo una FFP2, me aplico gel hidroalcohólico cada dos por tres...». Su mayor miedo reside en que la situación se dilate. «Espero que esto dure dos o tres semanas y no se prolongue meses como pasó con el estado de alarma», resume.

Alberto Mangas | Consultor tecnológico

«La responsabilidad está en cada uno de nosotros»

Alberto ha cancelado todos los viajes que tenía previstos. Uno, el fin de semana a Logroño; y otro, el próximo puente a Picos de Europa. «Aunque no se hubiera prohibido salir de Madrid, ya tenía pensando posponerlos en vista de la situación». Sumamente consciente de la gravedad de la pandemia en Madrid, Alberto nunca se desprende por ejemplo de la mascarilla, ni en el trabajo ni fuera de la oficina. «Es impactante cómo están las UCI y ver que entran pacientes cada vez más jóvenes», expone, «así que, más allá de lo que imponga la administración, debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano porque la responsabilidad es individual».

Cecilia Bello | Estudiante de Podología

«Todos hemos tenido que cambiar muchos hábitos»

El COVID ha dado un vuelco a las costumbres, especialmente en una gran urbe como Madrid. «Ya apenas tomo el metro, cuando antes lo utilizaba constantemente», dice Cecilia ejemplificando con ello cómo «todos hemos tenido que cambiar muchos hábitos». Una adaptación a nuevos modos de actuar y relacionarse, que en su caso también se denota en el ámbito académico, con una apuesta por la presencialidad que se conjuga con un control exhaustivo. Incluso en las prácticas de su especialidad, donde se han adaptado los gabinetes y las consultas, se rigen por severos protocolos.

Laura Soria | Analista en el Banco Santander

«La ciudad se nota un poco más vacía, pero la actividad continúa»

Laura reconoce que el altísimo nivel de control frente al COVID que existe en su puesto de trabajo es excepcional. «Ahí también se nota que es una gran empresa», sostiene. Fuera de la oficina, en el puro centro de Madrid donde vive, la coyuntura tampoco ha dado un giro radical con las nuevas limitaciones. «La ciudad quizá se nota un poco más vacía, pero la actividad continúa casi al mismo ritmo», comenta desde su casa próxima a la Glorieta de Bilbao. Lo que ya ha descartado es volver a Logroño en breve. «Antes de que se prohibiera ya me daba cierta angustia, porque aunque seas estricta no sabes con quién puedes cruzarte en el viaje», confiesa.

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