Están 24 horas al día pendientes del teléfono, de una llamada de auxilio, de un reclamo de atención, de una petición de ayuda. Son los voluntarios del Teléfono de la Esperanza, 40 personas en La Rioja. Magdalena Pérez preside en la región esta ONG ... de voluntariado que ofrece un servicio gratuito a personas que se encuentran en situación de crisis y promueve programas para mejorar la salud emocional.
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Al trabajo diario del Teléfono de la Esperanza y ante la situación excepcional generada, la institución ha incorporado a nivel nacional un servicio telefónico gratuito de intervención profesional para paliar el sufrimiento psíquico. Tras rellenar un formulario en www.compartevida.es, los profesionales se ponen en contacto con el remitente. También se puede acceder a través de la web del Teléfono en La Rioja.
Página web www. telefonodelaesperanzalarioja.org
Con una media de 30 diarias, Magdalena Pérez revela que el número de intervenciones no ha variado con respecto a estadísticas anteriores a la actual crisis. La diferencia está en el contenido. Indudablemente, las comunicaciones han incorporado una nueva derivada. El coronavirus. Más de 450 intervenciones (orientación por teléfono, con profesionales, seguimientos... ) entre el 16 de marzo y el 2 de abril.
«Las primeras semanas no solo no notamos un aumento de las llamadas, sino que hubo una disminución», afirma Pérez. «En ese momento las personas estaban centradas en el cuidado para no enfermar y en el abastecimiento, con lo que el número de llamadas disminuyó. Pero ahora que se ha entrado en una fase mucho más complicada hemos notado un incremento significativo de las llamadas», dice la responsable del Teléfono. Y cuantifica: «Ahora el 95%, si no el 100%, son llamadas relacionadas con el coronavirus».
¿Y quién llama? «Personas infectadas, familiares, sanitarios, trabajadores de entornos en que hay mayores riesgos, o que se sienten solas, que están en conflicto...».
El perfil de las personas que acuden al Teléfono en estos momentos tampoco difiere mucho del de épocas anteriores. Más mujeres que hombres, en una proporción de 60/40. Las edades, la mayoría entre los 30 y 55 años. Las mujeres llaman con mayor asiduidad «porque expresamos más emocionalmente las cosas y tenemos más facilidad para pedir ayuda», afirma Pérez. Y en cuanto a las edades, se podría pensar que quien copa las llamadas son personas mayores que se sienten solas, pero no es así: «El porcentaje de mayores de 70 años es muy bajo, sin embargo, entre los 30 y 55 años está el 75-80% de las llamadas, porque en esa franja de edad es cuando uno tiene más responsabilidades y más problemas».
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«Hay personas que llaman porque se sienten solas y otras, porque estando acompañadas se sienten en conflicto con otros. Y luego se han añadido las llamadas que tienen que ver con el miedo, con la incertidumbre, con situaciones personales, profesionales, económicas...», dice Magdalena Pérez.
En cuanto a si son usuarios recurrentes quienes llaman, la responsable del Teléfono resume que «pasa como durante el año, hay personas que han llamado una vez, otras que llaman durante una crisis varias veces y quienes lo hacen de manera continuada».
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Lo que no se ha registrado es un aumento del número de suicidios. «En los últimos datos que tenemos se mantienen parecido. En relación con crisis o ideación suicida no hemos visto que haya aumento ni descenso significativos», dice Pérez.
Y lo que sí se ha incrementado es el número de personas que se ofrecen como voluntarias para atender el Teléfono de la Esperanza. «Lo agradecemos mucho, pero los voluntarios tienen una formación mínima de 2 años. Aunque uno tenga buena voluntad no puede atender un servicio como éste», recuerda la responsable regional.
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¿Y quiénes son más vulnerables? «A nivel psicoemocional somos vulnerables todos», resume, «porque estamos sometidos a un cambio para el que no estábamos preparados, pero no solo a nivel funcional, sino a nivel cerebral. La adaptación psicoemocional es tremendamente importante. Y luego, claro, son más vulnerables las personas que están afectadas por la enfermedad y su entorno, quienes no pueden acompañar a sus familiares en los hospitales, personas aisladas o quienes tienen que vivir un duelo».
Pero no solo para los más vulnerables, para la población en general el confinamiento puede resultar un duro trance. «Es una situación para la que no estamos preparados. Al principio podía ser vivido incluso como un tiempo de descanso, de 'desconecto', pero con el paso de los días el aburrimiento, el desgaste, la apatía empiezan a aparecer y puede llegar un momento en que el miedo sea más intenso y nos encontremos con emociones más cercanas a la tristeza, a la rabia...», alerta Magdalena Pérez. Y advierte: «Es fundamental estar en contacto con otras personas, es un factor de protección muy importante».
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«Ahora mismo muchas personas y sistemas familiares tienen riesgos», avisa la presidenta del Teléfono en La Rioja. «Hay un elevado número de personas que se van a infectar... pero en riesgo psicoemocional estamos todos, y algunos, además, en riesgo altísimo», recuerda Magdalena Pérez.
Es difícil dar consejos para afrontar situaciones como la actual, pero lo que sí es importante es normalizar las emociones. «Sentir miedo, tristeza, rabia forma parte de lo que vivimos, no tenemos que evitarlo, lo que hay que hacer es darles salida», recomienda Pérez, y añade: «Expresar cómo me siento va a bajar el nivel de intensidad emocional. Identificar emociones, normalizarlas, dar salida y buscar espacios en los que compartir eso. Y pedir ayuda cuando se vuelva más intenso».
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La atmósfera que percibe la responsable regional del Teléfono es «que cada vez hay más tristeza. Más que miedo». «Pero por otro lado», continúa, «también estoy sorprendida con la solidaridad, el altruismo, la creatividad».
El futuro está a la vuelta de la esquina. «Queda trabajo por hacer, camino por recorrer y es importante que todos seamos conscientes», dice Pérez. «Cuando todo esto termine tendremos que hacer otro cambio, y cuanto más cuidemos nuestra salud psicoemocional en este momento más fortalecidos vamos a salir», avanza, y recuerda: «Es adaptativo pedir ayuda».
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¿Y cómo será ese tiempo posterior? «Es la gran duda. Pero lo que sí creo es que tenemos una oportunidad», concluye Pérez, «y lo que pase después estará en función de lo que vayamos construyendo ahora. Tenemos la oportunidad de priorizar cosas que quizás antes, con las prisas, estaban en un lugar mucho más allá de lo que sería conveniente que estuvieran». «Estamos valorando necesidades básicas, como la salud o los afectos», resume. «Ojalá esto sea una oportunidad de reflexión y un cambio», concluye.
Y lanza un mensaje. «Esperanza. Confianza. Esperanza, confianza.... y pedir ayuda. Tenemos la oportunidad de hacer de cualquier crisis un aprendizaje, por muy duro que nos parezca. A veces lo hacemos solos, y a veces necesitamos ayuda. Pero podemos. Así que ése es el mensaje: confianza en que podremos, esperanza para poder hacerlo y pedir ayuda para conseguirlo».
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Todas las llamadas al Teléfono de la Esperanza son igual de importantes, pero en estos días tan difíciles hay algunas que cobran especial significado. Son las del personal sanitario. «Hemos tenido llamadas de sanitarios agotados y que necesitaban contar todo lo que les está sucediendo o lo que habían vivido ese día», afirma Magdalena Pérez. «No quieren llegar a casa y poner allí todo lo que llevan encima, necesitan soltar», relata. «Ellos tienen espacios de apoyo, pero a veces están tan sobrepasados que cuando se van dicen 'Tengo que soltar esto'», insiste, y recuerda que «están emocionalmente afectados, sometidos a situaciones extremas», los propios trabajadores y los del entorno sanitario.
¿Y qué se les puede decir a estos profesionales? «Sobre todo se les puede escuchar, que es lo que nosotros hacemos», afirma Pérez, «y les recomendamos que intenten tener algún espacio de cuidado para ellos, un descanso, aunque sean 2 o 3 minutos, porque es fundamental».
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«Lo que escuchamos sobre todo en el entorno sanitario es impotencia», abunda la responsable regional del Teléfono de la Esperanza, «y ese cansancio emocional es por la impotencia, por la frustración. El otro día uno nos decía: 'He estado ahí acompañando cuando una persona estaba falleciendo y tristemente ni siquiera le podía tocar'», relata. E insiste: «Es muy difícil, porque al final ellos son los que están acompañando en estos últimos momentos, y lo hacen conscientes de lo que está pasando, pero es duro».
«Por otro lado», pone la nota positiva Magdalena Pérez, «esta semana algún profesional nos hablaba con esperanza, ya que veían que iba entrando un menor número de personas en el hospital, que había mejorías...».
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Otro de los dramas provocados por la crisis sanitaria es la complejidad de los duelos en estos momentos, tan difíciles de gestionar. «No podemos acompañar en el final, se nos queda la despedida pendiente. Estamos viviendo pérdidas de una manera muy compleja, no podemos acompañar ni estar en el último tiempo, ni hacer un funeral, lo que es importantísimo para el duelo y para hacer una elaboración con apoyo emocional», apunta Magdalena Pérez. Pero hay otras maneras de despedirnos de nuestros seres queridos: «Se puede hacer a través de símbolos: por ejemplo, poner una vela en casa, pedir que los demás hagan lo mismo y compartir las imágenes, escribir una carta... intentar sacar el dolor y compartirlo. Sentir el apoyo emocional del entorno es fundamental. Después, cuando esto termine se encontrarán fórmulas para seguir encauzando el dolor».
Y algo que se debe tener presente: «Los sanitarios están acompañando a las personas en los hospitales en ese final. Nuestros familiares estando siendo atendidos y cuidados hasta el último momento».
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