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Zuriñe y Alberto, con la felicidad impresa en sus rostros. JUSTO RODRÍGUEZ
Coronavirus en La Rioja: Proyecto Hombre: Un regalo con el lazo del confinamiento

Proyecto Hombre: Un regalo con el lazo del confinamiento

Once usuarios de la comunidad terapéutica superan, sin renuncias ni fracasos, casi tres meses de duro e intenso encierro

Lunes, 8 de junio 2020, 07:47

Ha habido roces, disputas, gritos, ganas de pegar un portazo al marcharse... Y apoyo, comprensión, risas y un intensísimo trabajo premiado con el éxito colectivo y once triunfos individuales, los de los usuarios de la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre La Rioja que han superado tres meses de convivencia (muchos no han salido hasta este fin de semana) y de encierro con sus demonios y los de sus compañeros.

El estado de alarma pilló, como a todos, a Proyecto Hombre con el pie cambiado e incluso barajó la posibilidad de cerrar todos sus servicios, pero no se rindió y optó por mantener abierta la comunidad terapéutica con 11 de los 25 ocupantes (reconvirtió las habitaciones en individuales, reservó alguna para aislamiento por si había algún positivo y garantizó las distancias de seguridad en las áreas comunes) y ofrecer atención diaria a través de videollamada a los usuarios externos, los que salieron de la residencia y los del programa ambulatorio.

«Teníamos terror a nivel profesional de cómo iba a resultar esto porque era plantear una convivencia de 11 personas en una situación límite, pero nos ha sorprendido muy positivamente. El proceso aquí es muy duro siempre, pero en el confinamiento aún más porque ha sido mucho más intenso. Este proceso se hace a pelo, sin mujer, novia, madre o padre. Al final te tienes que encontrar contigo mismo y, en ese sentido, esto ha sido muy positivo. En la normalidad hay salidas de fin de semana que vienen muy bien para trabajar la relación con la familia, con la pareja, la vida social... Pero, a la vez, se interrumpe el proceso de alguna forma porque ellos desconectan, no del programa, sino de sí mismos», resume Óscar Pérez Escribano, director de la comunidad terapéutica.

No ha sido fácil, a la intensidad de la situación se sumaba la imposibilidad de contar con los profesores encargados de las habituales actividades y de los voluntarios que apoyan a la entidad por las noches. Pero ni eso ha evitado el éxito. La satisfacción de los responsables es idéntica o aún mayor entre los propios usuarios, que pese a admitir la dureza de la convivencia y las tensiones, se sienten orgullosos de haber superado la prueba y haber aprendido a «resolver y expresar emociones, miedos, incertidumbres...», un reto terrible tras el que se sienten tan bien que no dudan en calificar el confinamiento de «regalo».

«Teníamos terror a nivel profesional de cómo iba a resultar, pero ha sido muy intenso y enriquecedor»

Óscar Pérez Escribano Director de la comunidad terapéutica

«Aquí se crean unos vínculos fortísimos y en el confinamiento aún más. Ha habido roces, claro, pero sobre todo mucho apoyo»

Alberto, 41 años Usuario de Proyecto Hombre

«Yo le veo muy bien. Aunque hemos estado dos meses sin poder estar juntos, estoy muy contenta»

Zuriñe Esposa de Alberto

«Ha habido de todo, pero todo se me pasaba pensando que para mi proceso lo mejor era quedarme aquí»

Miguel, 33 años Usuario de Proyecto Hombre

«Yo tenía claro que esto era un regalo que tenía que aprovechar y sacar el jugo al máximo a esta situación»

Juana Madre de Miguel

Alberto, de 41 años y policonsumidor desde los 13 años, entró en la comunidad terapéutica el 24 de julio del pasado año y aguardó temeroso la selección cuando llegó el confinamiento. «Me daba miedo tener que marcharme, pero tuve la suerte de ser uno de los 11 afortunados. Me pasé aquí dos meses sin salir hasta que el pasado 15 de mayo me fui con el alta al programa ambulatorio», resume orgulloso. «Ha sido muy duro, eso no lo voy a negar. Lo peor ha sido no poder tener contacto con mi mujer y con la familia, pero a la vez ha sido muy productivo. Para mí ha sido un regalo porque llegó el confinamiento cuando estaba en un momento de cierta desmotivación. Quedarme aquí y tener que estar conviviendo 24 horas al día y siete días a la semana con los compañeros ha sido muy intenso, pero muy bueno. Ha habido días malos, claro, y algunos en los que estaba más triste, pero de decir me voy de aquí, ninguno», añade Alberto, que ya echa de menos una residencia a la que llegó cuando vio que «había tocado fondo. Mi vida era un desastre, todo lo que entraba se iba, cada vez que intentaba arreglar algo la hacía más gorda...». Ahora, en el programa ambulatorio solo está dos horas y media a la semana y sigue aferrado a «los fortísimos vínculos que se crean en la comunidad terapéutica y en el confinamiento, aún más. Ha habido roces, claro, pero sobre todo mucho apoyo», destaca Alberto, que afronta el futuro con optimismo: «Me veo fuerte aunque tengo miedo, pero eso me viene bien porque me agarro a él; yo era un 'sinmiedo' y así me ha ido, así que ahora esos miedos me sirven para protegerme».

Junto a él sonríe su mujer, Zuriñe, que no duda tampoco de que «el confinamiento le ha venido muy bien. Hemos estado dos meses sin poder estar juntos, pero notaba en las videollamadas la mejora y al encontrarnos, mucho más. Estoy muy contenta y coincido, sí, esto ha sido un regalo».

Miguel y su madre, Juana, con dos enormes sonrisas. Justo Rodríguez

Un trimestre sin salidas

Miguel, de 33 años, que entró en el centro el 11 de diciembre por sus adicciones al speed, a los porros y a las tragaperras, entre otras, es uno de los usuarios que desde el 8 de marzo no había salido hasta este pasado fin de semana. «Ha habido de todo, al principio muy bien porque yo me quería quedar, pero luego empecé a tener dudas. Había días que la tentación de marcharse tiraba, aunque realmente ganas de irme solo hubo un día. Algunas veces acababas harto de ver las mismas caras todos los días y a todas horas... Pero todo se me pasaba pensando que para mi proceso lo mejor era quedarme. Visto ahora, una vez que ha pasado, creo que ha estado muy bien; hemos hablado mucho y le hemos dado mucho al coco y a la creatividad», asegura con una gran sonrisa.

Su lucha, tras 20 años de consumo, no ha acabado, pero el paso adelante es inmenso. «A mí me cuesta ver los avances, aunque sé que los hay porque me lo dicen los terapeutas y mi madre. Sí me veo más paciente, menos impulsivo, más comunicativo, que me costaba mucho, y, desde luego, más honesto y responsable. Este periodo me ha reforzado en mi deseo de seguir lo que me queda hasta poder curarme», asevera orgulloso, con un guiño cómplice a su madre, Juana.

«Yo he estado muy tranquila y he vivido esto como un regalo y así se lo transmitía a Miguel cuando hablábamos por teléfono o por videollamada: que esto era un regalo que tenía que aprovechar y sacar el jugo al máximo a esta situación. Me dio miedo que optase por marcharse de aquí para pasar el confinamiento en casa, sobre todo porque eso podría suponer un retroceso en un proceso que llevaba muy bien. Me he encontrado un Miguel que ha trabajado mucho durante tres meses muy duros y muy intensos, no por el confinamiento, sino por el proceso, y le veo sereno y eso me gusta y me da mucha calma», admite la feliz madre.

«Para nosotros ha sido también muy intenso, pero muy enriquecedor, una gran vivencia emocional ante la que no nos ha costado darlo todo», tercia, por su parte, el director del centro, Óscar Pérez Escribano, que, como único pero a la pandemia, señala el desplome en las aportaciones privadas y de usuarios: «Económicamente tenemos un bache importante, sí».

Contacto

  • Teléfono de cita previa de Proyecto Hombre La Rioja para atención presencial y admisión de usuarios . http//www.proyectohombrelarioja.es/

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