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No me ha dolido. Es un pinchacito, como cuando te dan un pellizco». Así describía Ángela el momento en el que recibía en la tarde de ayer la vacuna contra el COVID-19 en el centro de salud de Arnedo. «Ha sido todo muy rápido, ni me he enterado... y tenía ganas», le dice su amigo Darío. «Yo también porque me gusta estar protegida», asiente Ángela. Guarda un momento de silencio y añade: «Y para estar con la familia... que eso sí es muy bueno».
Aprovechando estos días de vacaciones, el centro de salud de Arnedo abre las tardes de esta semana, de lunes a jueves, para vacunar a cerca de 1.300 niños de 5 a 11 años de la zona de salud número 4, tanto a los alumnos de los tres colegios de la ciudad como a los del CRA de Arnedillo y, la pasada semana, a los del centro de Quel. «Es un trabajo sumamente satisfactorio. Cuanto más sanos estén ellos, mejor vamos a estar todos. Es emocionante poder regalarles esta vacunación en cuanto ha sido posible», sonríe Ester Lorente, coordinadora del centro Puerta de Arnedo.
En el día de los Inocentes, que recuerda que son a quienes más debemos proteger, pasaron ayer los alumnos de La Estación. Hoy será el turno de los del Sagrado Corazón. Con la total disposición de todos los centros. Así, en días de vacaciones, los profesores echarán una mano para recibir a los pequeños y a sus familias, así como para indicarles a dónde deben dirigirse y guiarles por el circuito que va desde la puerta de entrada hasta la sala de vacunación, reposando en los bancos de espera 5 minutos para salir depsués por la puerta lateral. Además, constituyen un rostro conocido por los niños, lo que hace más sencillo el camino hacia la vacuna.
«Venga, ¡campeón!», acompaña una enfermera a otro de los niños. Como indica la Consejería de Salud, el centro de Arnedo está vacunando estos días porque se ofrecieron para facilitar la protección de los niños. Para ello, sus profesionales multiplican horas sin mirar el reloj. Ni los contrastes: por la mañana, realizan pruebas PCR, gestionan bajas a los positivos, realizan la atención diaria habitual... Y, por la tarde, la vacunación de los niños, siempre que no estén confinados. El niño sale, le choca la mano a su padre y se pone a jugar con una amiga. «Ningún miedo, es un valiente», sonríe la enfermera. «Nos organizamos con buena voluntad y estirando horarios. Sabemos que de las 8 de la mañana a las 9 de la noche vamos a estar aquí... Es nuestra profesión. La hemos elegido», sonríe Lorente.
Mientras reposan tras la vacuna, inevitablemente se ponen a jugar. Llevaban días sin verse. En las conversaciones, los mayores evitan hablar del virus, aunque conscientes de que los contagios son muchos en Arnedo –175 ayer– y todos conocen a alguien. Pero es tarde de buenas noticias. Ya tienen la primera dosis. O la pauta completa. Y ellos sonríen.
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