La directora de Enfermería de Atención Primaria subraya la cercanía, capacidad de adaptación y profesionalidad como factores intrínsecos para desarrollar y agilizar la vacunación en ... la comunidad.
–¿Qué papel está jugando Atención Primaria en general y Enfermería en particular en el despliegue de la vacunación contra el COVID en La Rioja?
–Primaria es siempre la que lleva la voz cantante no solo en éste, sino en cualquier proceso de vacunación. Y el personal de enfermería, los profesionales que están capacitados y tienen las competencias para administrar vacunas, gestionarlas, valorar efectos adversos y proporcionar la educación sanitaria y cuidados correspondientes.
–¿Qué grado de complejidad hay en la logística del proceso?
–Es enorme, porque en la estrategia se combinan múltiples y heterogéneos parámetros. Para empezar, la estratificación de la población y una priorización de los diferentes grupos según unos principios éticos para vacunar primero a los más vulnerables y personas con mayor riesgo de mortalidad. Además, a medida que se conoce mejor el virus se van incorporando más vacunas que tienen unas características propias de almacenamiento, conservación, distribución y aplicación a las que hay que adaptarse. A ello se suman los trabajadores esenciales, o la vacunación a domicilio. Sin olvidar tampoco el volumen y los plazos de llegada que dependen de cada compañía fabricante. En todo caso, la adecuación a todas esas variables está siendo rapidísima y siempre atentos a cuál es el mejor modo para alcanzar nuestra máxima: vacunar cuanto antes a la mayor cantidad de población posible para contener el virus.
–¿Cuál es la reacción del paciente cuando acude al punto de vacunación o el personal de enfermería se desplaza a su casa?
–La gente está deseando ser llamada para recibir su dosis, como si le anunciaran que les ha tocado la lotería. La mayoría es plenamente consciente de que la vacuna es la principal y mejor herramienta para controlar los casos de infección y todos los problemas derivados.
–Pero también hay algunas reticencias.
–Apenas hemos tenido rechazo a la inoculación. Y los pocos que en un primer instante se han negado, quizás por tratarse de algo nuevo, posteriormente se lo han pensado mejor. Todas las vacunas han demostrado eficacia y seguridad y los efectos adversos son mínimos y excepcionales.
–¿Cómo actúa el componente profesional y personal de los enfermeros en ese contexto?
– El factor psicológico es clave. Somos los profesionales de cabecera del paciente. Quienes mejor conocemos a la persona, su entorno, y podemos contribuir a facilitar la vacunación en tanto agentes sanitarios de educación para dar cualquier información a las personas y sus familias.
–¿Qué expectativas manejan a medio y largo plazo?
–La previsión es que se vaya ir acelerando el ritmo. Actualmente disponemos de cuatro marcas y es probable que llegue alguna otra. La vacunación se realiza a medida de que se dispone de dosis con una norma: administrar cada vacuna cuanto antes y cuando llega. Así confiamos en alcanzar ese 70% de la población vacunada a finales de verano, como señalan las administraciones.
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